Los legítimos intereses del puerto andaluz chocan con las urgencias de los valencianos. El Gobierno debe elegir y las razones técnicas valen de poco en una decisión eminentemente política
El 21 de enero de 1919 se daba lectura en el Senado al proyecto de ley que autorizaba al Gobierno de Su Majestad (Alfonso XIII) "a construir y explotar por su cuenta un ferrocarril de doble vía y 1,44 metros de ancho de carril, con tracción eléctrica, que una la frontera francesa con el Puerto de Algeciras".
Dos semanas después de aquella sesión, presidentes de las diputaciones, alcaldes y senadores de las provincias de Madrid, Cuenca y Valencia se reunían en el Senado con el ministro de Fomento, José Gómez-Acebo, marqués de Cortina, para solicitar que el Estado se hiciera cargo también de la construcción del ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia y que este se extendiera asimismo en ancho europeo –1,44 metros– para poder conectarlo directamente con el proyectado Algeciras-Francia, que iba por Soria y no por Zaragoza. Según un cronista de la época, el ministro se mostró "entusiasta del proyecto y ofreció presentar a las Cortes el oportuno proyecto de ley, dándole a este ferrocarril, como era natural, un carácter especial". Para ello, quedó nombrada una ponencia formada por diputados y senadores de las tres provincias.
Como se ve, los ministros de Fomento ya acostumbraban hace un siglo a decir a todo que sí, que es más fácil que decir que no. Desgraciadamente, el Gobierno de Romanones cayó dos meses después y en menos de un año a Gómez-Acebo le sucedieron cinco ministros del ramo que no tuvieron tiempo de proyectar nada, algunos ni siquiera de prometer. Aquel corredor central presentado en 1919 aún no tiene fecha de finalización. La línea Madrid-Cuenca-Valencia en ancho internacional pero solo para pasajeros se inauguró en 2010. Menos mal que tenía "carácter especial".
El pasado jueves, un centenar de personas asistió en Algeciras a la jornada Un siglo sin tren, organizada por la asociación @ndalucíabay20.30, en la que se recordó aquel proyecto de hace 98 años para reivindicar, una vez más, la adecuación de la línea Algeciras-Bobadilla. Este tramo de 176 kilómetros, del que tanto se ha hablado estos días y que muchos valencianos no se han parado a mirar dónde cae, pertenece tanto al Corredor Mediterráneo como al Central, ya que Bobadilla está en Antequera (Málaga), punto donde se dividen –si se circula hacia el norte desde Algeciras– los dos futuros corredores, el Mediterráneo por la costa y el Central por Madrid.
En momentos como la presentación de Presupuestos o con ocasión de debates sobre infraestructuras prioritarias conviene darse una vuelta por la prensa de otras comunidades para comprobar que algunas reivindicaciones que en casa nos suenan tan lejanas como secundarias son igual de razonables que las nuestras, aunque se defiendan con argumentos tan poco fundamentados como que el Gobierno de Rajoy tiene preferencia por el Corredor Mediterráneo debido a la presión que ejerce "un PP fuerte en Valencia y el levante". Da risa, pero seguro que en Andalucía también se ríen con algunas cosas que se dicen por aquí.
La línea Algeciras-Bobadilla es una vergüenza no menor que algunas de las que salpican el Corredor Mediterráneo; es otra historia de olvidos, promesas e incumplimientos de los gobiernos que, si en algo se diferencia de la de València, será en el nombre de los tramos afectados. Es, en definitiva, otra tomadura de pelo.
Cabreados de uno y otro corredor chocaron esta semana en el Senado a raíz de una desafortunada moción del PSOE para instar al Gobierno a acabar en 2020 no solo el tramo Algeciras-Bobadilla, sino todo el Corredor Central –rebautizado sin atisbo de vergüenza como Corredor Mediterráneo Interior– desde Algeciras hasta Zaragoza; y a acabar el Corredor Mediterráneo por el litoral, es decir, el primigenio, cuando se pueda. Más allá de la bronca política, de la que sale tocado Ximo Puig y beneficiados Compromís y Susana Díaz, la cuestión es que la batalla va para largo y no es un asunto menor.
Los puertos de Algeciras y València compiten por el liderazgo en España en el tráfico de contenedores, el andaluz con más volumen pero casi todo de tránsito –los contenedores se descargan para cambiarlos de barco– y el valenciano con mucho más tráfico de entrada y salida de mercancías, entre otras cosas por ser el puerto más cercano a Madrid y tener mejor conexión con la capital de España.
En Algeciras sostienen que ellos compiten con una mano atada a la espalda por su aislamiento y aseguran que con un tren como dios manda tendrían más tráfico import-export. En Valencia el problema es la salida hacia el norte y noroeste, no hay más que ver la cantidad de mercancía que discurre por las carreteras paralelas al corredor. Cuanto más al sur en este corredor, más deprimente es el panorama; en Almería es para llorar.
En Algeciras creen que su proyecto es prioritario; en la Comunitat, también. Algeciras y Susana Díaz prefieren, y es lógico, la conexión con Madrid porque está más avanzada, ya que el corredor de la costa en el tramo andaluz no está ni planificado. El Ministerio habla, como mucho, de llegar a Almería, pero no pone fecha.
La cuestión es que no hay dinero suficiente para acabar los dos corredores en las fechas que promete el ministro. Unas fechas que se retrasan cada año por cuestiones de tramitación administrativa, según De la Serna. Es decir, por culpa de su ministerio, que es el encargado de esos trámites y que para aparentar que trabaja en todos los frentes presupuesta en muchos tramos cantidades tan ridículas que no dan ni para un informe técnico.
No hay dinero para terminar los dos corredores al tiempo, hay que establecer prioridades y será el gobierno de turno cada año el que decida cuánto invierte en cada uno. Ahora es el Gobierno de Rajoy, puede que en el futuro el de Susana Díaz, que ya sabemos cuál prefiere. ¿Hará entonces Ximo Puig lo que Isabel Bonig?
La movilización social y política en el sur de Andalucía es tan grande como en València, los lobbies organizan encuentros y conferencias y hasta tienen un Federico Félix que envía artículos a los periódicos. La indignación es tal, que la Junta de Andalucía denunció ante la Comisión Europea los Presupuestos de Rajoy de 2015 por 'olvidar' esta actuación que consideran prioritaria. Una denuncia que tuvo el mismo éxito que la de Ximo Puig ante al Tribunal Constitucional por la infrafinanciación. La Comisión Europea respondió con el archivo y planteó que el asunto se resolviera a través de los cauces de diálogo y cooperación entre las instituciones.
En otras palabras, vino a decir que esto es una decisión política más que técnica, por muchos informes que uno tenga, y la política se hace en los parlamentos, concretamente en pasillos y despachos más que en los hemiciclos.
Sin ir más lejos, mientras el otro día en el Senado organizaban un simulacro con la confrontación política en torno a la moción del PSOE –las mociones tienen menos fuerza que la promesa de un ministro, que ya es decir–, el PNV daba otra lección de negociación política al aprovechar el escándalo de la Operación Lezo para apretar un poco más al PP, añadiendo inversiones y transferencias a la agenda vasca con la que negocia el apoyo a los Presupuestos.
Presupuestos para los que los nacionalistas vascos anunciaron una enmienda a la totalidad que finalmente no presentaron como gesto de buena voluntad ante la llamada personal de Rajoy con nuevas concesiones. Ahora, el PNV espera no tener que apoyar la enmiendas de otros grupos. Dependerá de lo razonable que se muestre el presidente y de que Albert Rivera mire para otro lado.