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CRÍTICA DE CINE

'Abracadabra': el lujo de permitirse ser raro en el cine español

Pablo Berger sigue ampliando el catálogo de una de las filmografías más interesantes del cine español actual

12/08/2017 - 

VALÈNCIA. Si hay un adjetivo para unificar y calificar el cine de Pablo Berger ese es el de valiente. Lo fue con su visión de la pareja y de la España del momento en Torremolinos 73 (2003), se elevó hasta conquistar a la crítica y a la profesión con Blancanieves (2012) y acaba de volver a colgarse la medalla con Abracadabra. En esta película el director y guionista bilbaíno recorre los pensamientos profundos en una relación de una pareja desde muy distintos géneros: comedia, thriller, terror. No contento con ello, la historia se desata desde un ambiente kitsch de extraradio, el imaginario de un esquizofrénico y el papel rutilante de una mujer de mediana edad en tierra de todos y que interpreta con la habitual pulcritud Maribel Verdú

El otro pilar sobre el que se sostiene un texto tan libre es Antonio de la Torre. El actor se presente al espectador como el típico "macho alfa" con el fútbol y la erección heteropatriarcal como constantes vitales. Pero todo cambia cuando en un truco de magia aparentemente inocente y desarrollado por José Mota –el contrapunto idóneo a lo que sucede con esa pareja– otra persona, desde el más allá y con una biografía de cuidado, acaba por poseer el cuerpo de Carlos, que es como se llama el personaje interpretado por de la Torre. 

Ese es el punto de partida, pero si en el primer acto de la película ya nos hemos acomodado en el sillón y aceptado que lo que Berger va a proponernos es muy libre, todavía estamos lejos del lugar de destino. Abracadabra es un crescendo en las ideas que se van superponiendo en un equilibrio perfecto entre el surrealismo de lo cotidiano y la libertad de lecturas que ofrece el esoterismo. Las pieles que se van superponiendo sobre las interpretaciones permiten admirar un trabajo de dirección en el que la historia es tan arriesgada que prima sobre cualquier otro elemento. Berger evita hacer un uso ostentoso del conocimiento cinematográfico de posee. O, mejor dicho, de un uso 'autoral', con la salvedad de una escena en un piso vacío en el que disfrutamos de su control hitchcockiano de la tensión, el miedo y la sincronización del espectador con las emociones que suceden en pantalla. Un lujo.

No obstante, el mayor lujo de Abracadabra es existir desde su rareza. Es espléndidamente extraña y eso, dentro de la limitada cantidad de películas de buen presupuesto que se permite el cine español al cabo del año, es de agradecer. La entrega de cuantos participan en todas las fases del film es encomiable y aunque seguramente no sea la mejor cinta de Berger, sin duda está llena de momentos que merecen la pena. Su cualidad intergéneros es también otra rareza en nuestro cine y el histórico nos hace pensar que le privará de reconocimientos en España, aunque si miramos hacia el exterior la cantidad y calidad de recovecos que se conectan con nuestra idiosincrasia la descalcifican de poder en visionados más allá de los Pirineos. 

Lo más interesante de Berger a lo largo de su filmografía (de nota en Abracadabra) es que no hay referencias obvias al costumbrismo al que se ciñe. Todos los tensores de la sociedad española se van tocando, pero no podemos aproximarle a Berlanga y Azcona –aunque domine la coralidad–, no podemos significarle con Almodóvar –aunque borde las conversaciones de cocina y descansillo– y tampoco equipararle al ritmo de De la Iglesia –aunque a veces tenga ese punto frenético y el lado excesivo lo interprete tan bien en el desarrollo del guión–. Es un autor al que ya le atribuimos una voz propia y potente que le permite 'levantar' la financiación de películas tan necesarias para el cine de aquí como Abracadabra

Una historia rarísima en la que el espectador puede pasar algo más que un buen rato (si se libera de prejuicios para dejarse llevar), y que cuenta en esta ocasión con interpretaciones que sí podrían obtener reconocimientos de alfombra roja. La labor de Verdú y de la Torre como protagonistas y de José María Pou y José Mota como secundarios es fantástica. 


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