El director de La vida de Adèle recibe la Palmera de Honor en la clausura de la Mostra de València
VALÈNCIA. Aunque la sala 3 de los Cines Babel no sea muy amplia, Abdellatif Kechiche entró a la Mostra de València ayer por la puerta grande. Fue para dar una masterclass tras la proyección de su obra maestra, La vida de Adèle, que desde su estreno en el Festival de Cannes en 2014, no ha dejado de cautivar a quién se atreve con sus 180 minutos de metraje. Mientras arrancaban los aplausos y la fotógrafa le seguía, captando su sonrisa de agradecimiento. En las filas centrales aún había espectadoras secándose las lágrimas por la película.
Kechiche construye historias intimistas a partir de rostros y miradas en vez de monólogos y maniqueísmo. Y él es un poco así también: tímido, pausado, y empezando muchas de sus respuestas con un “yo no quiero dar lecciones a nadie”. Su relato fílmico lo suelen ocupar choques culturales, sueños europeos, y los sentimientos más primarios que sirven como encuentro o desencuentro entre los habitantes de una ciudad como París, dejando atrás el glamour y metiéndose de lleno en calles ordinarias. A pocas horas de recibir la Palma de Honor de la Mostra, recibe a Cultur Plaza en una recepción del Hotel Valencia Palace.
-Estamos muy concienciados con el término de identidad europea, pero la Mostra de València y su cine ponen el acento en esa identidad mediterránea que implica diversidad y acogida, ¿qué opina de esa dicotomía?
- ¿Es usted de un diario político? (Risas) La pregunta podría tener una respuesta ideológica pero yo no quiero defender en mis películas una identidad frente a otra, no busco tener que elegir. Yo soy mediterráneo, y por eso en mis films aparece la luz, los colores, la vida… Yo lo siento así, pero no quiero imponer mi identidad sobre otras.
- Sus primeras películas, especialmente en su ópera prima La faute à Voltaire, hablan de inmigrantes que se enfrentan a la acogida de Europa a sus sueños y a su cultura. Eso desaparece en La Vida de Adéle, ¿por qué?
- En realidad sucede todo lo contrario. En La faute à Voltaire trato el tema de manera completamente frontal, el protagonista llega y se enfrenta a no tener papeles. Ahora me expreso de manera diferente, mucho más sutil, entre líneas.
"La vida de Adèle ha cambiado mi cine"
- En un mundo en el que cada vez se va más rápido, sus películas apuestan por la pausa, por el plano duradero, ¿necesitamos parar?
- Yo no pretendo dar una lección a la Humanidad sobre cómo vivir, pero personalmente sí tengo la necesidad personal de la contemplación, de buscar el placer de vivir, del gusto, de la escucha. Me esfuerzo en huir de la agitación contemporánea, tal vez porque pertenezco a una generación que teníamos una idea de un mundo más idílico en el que imaginábamos mucha menos crispación.
- ¿Qué ha cambiado en su cine desde el éxito de La vida de Adèle?
- En La vida de Adèle cambia todo. La película fue fruto casi del azar y la financiación llegó enseguida. Y a pesar de mantener el espíritu del resto de mi filmografía, estuve más abierto a lo que podía ir sucediendo durante el rodaje. Es una película escrita, en realidad, durante el rodaje y el montaje. Además, el motor de la historia es Adèle Exarchopoulos (la actriz protagonista) porque estuve fascinado por ella, por su juventud, su potencia, su intuición. Consiguió expresar finamente ese juego de emociones que hizo crecer tanto al personaje durante el propio rodaje. Surgió un encuentro actriz-personaje que hizo que la película fuera en realidad en función de ella y no al revés. Si Exarchopoulos no la hubiera protagonizado, el film sería completamente distinto.
- Hace cine en Francia, que es un país que ha marcado las grandes tendencias cinematográficas durante toda su Historia, ¿con qué cine actual se siente más cómodo? ¿quiénes son sus coetáneos más cercanos?
- Confieso que conforme he empezado a dirigir, mi pasión cinéfila se ha ido apagando. No por falta de ganas, sino de tiempo. Veo muy poco cine y no estoy al día de lo que se está haciendo. Voy al cine y luego no me acuerdo ni del director del film que acabo de ver. Seguro que hay directores franceses y del mundo vivos que me han inspirado mucho, pero no te sabría decir. Además, ahora se ha perdido el cine en pantalla grande y todo se ve en la televisión o… El otro día iba en un avión y la señora que había a mi lado estaba viendo una de Almodóvar en su móvil… Creo que si viera lo mismo pero con una película mía me pondría a llorar. Pero bueno, así es la realidad que nos toca vivir.
"Preferiría que me mandaran el trofeo por correo"
- ¿Cómo se siente al recibir un premio como la Palmera de Honor que premia una carrera con una filmografía de tan solo seis películas?
- De momento, me encanta estar en València y que haga tan buen tiempo. Siempre es muy agradable recibir un premio, la gente es realmente amable. Por otro lado, recibir un premio intimida mucho… A mí al menos especialmente. Preferiría que me mandaran el trofeo por correo y no tener que enfrentarme a tener que ponerme un traje, enfrentarme al público y todo eso.
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz