Para esta columna quincenal en Alicante Plaza tenía muchos temas que tratar por delante: la condena a los dos expresidentes de la Junta de Andalucía por los EREs; la ocurrencia de Pedro Sánchez con el plan de ahorro energético nacional; el problema de la sequía y los trasvases… En fin, esas cosas a la que nos dedicamos los políticos y cuyas decisiones afectan la vida de millones de personas. En eso estaba, delante de la pantalla limpia, trasunto del antiguo papel en blanco, cuando decidí tirarlo todo a la basura.
No es porque estas cuestiones no sean temas importantes, que lo son y que antes o después deberíamos abordar, pero es que la vida, en este caso, nos ha vuelto a dar una lección. El fallecimiento el pasado lunes de nuestro compañero del Partido Popular de Elche Sergio Rodríguez en un accidente de tráfico nos ha dejado el corazón roto y la cabeza desbordada de recuerdos, pensamientos y reflexiones. Permítanme que hoy les traslade algunas de ellas.
Sergio tenía 33 años, era padre de dos niñas y le esperaba un futuro brillante por delante para cumplir su sueño de transformar Elche y la Comunitat Valenciana en un lugar mejor para sus hijas. Su última publicación en redes sociales fue una foto con sus niñas en la piscina. Feliz porque lo tenía todo. Y, de repente, nada.
El destino le esperaba en un choque en una carretera que Sergio utilizaba todos los días. Allí nos hemos quedado muchas personas. Su mujer, sus hijas, padres y hermanos son los primeros en los que pienso. Volverán a reír algún día, en unas semanas o años, pero tendrán esa punzada eterna en el corazón de quien le falta alguien. Me acuerdo también de Pablo Ruz, otro hermano de Sergio, como el resto de sus compañeros de Elche y también de sus colegas en la Diputación.
Me dirán que siniestros de tráfico hay todos los días y que mucha gente ha pasado por esta desgracia; que nadie es más importante que nadie. Cierto, no lo puedo negar. Pero también es verdad que cuando a una le toca más cerca, cambia nuestra percepción de lo importante y las prioridades vitales. Maldita ironía que una muerte tan trágica nos aferre aún más a la vida.
Nos acerca a lo cercano, a lo que no apreciamos tanto porque lo damos por seguro. Y en estas situaciones resumes y comprendes que el cariño y el amor es lo que nos vamos a llevar y también lo que vamos a dejar aquí. Igual que los buenos momentos los recordamos, los malos tenemos que utilizarlos para aprender y borrar.
Por eso, aunque vemos y leemos en las últimas semanas las apocalípticas predicciones económicas que se nos vienen encima para el próximo otoño, yo sigo viendo llenas las playas de mi Orihuela, imposible encontrar sitio en los restaurantes de mi Torrevieja. Y, ¿qué quieren que les diga? Que me parece bien. Como dice mi buen amigo Pepe Císcar “vivir es urgente”.
Este pensamiento creo que está plenamente compartido por muchos de nosotros. Lo que ahora se ha despertado en los últimos datos de paro de julio se convertirá en tormenta en septiembre. Ya vendrá, ya le haremos frente.
Hemos pasado mucho, muchísimo. Mi generación el paso de una dictadura a una democracia, no sé cuántas crisis económicas, una pandemia y dos guerras en Europa: la de los Balcanes y, ahora, la de Ucrania. Y aquí seguimos, que es lo importante.
Nos costará más o menos salir de la siguiente crisis. Podremos tardar un año o varios, según el Gobierno que tengamos, pero también es verdad que lo haremos antes o después. Lo importante es que estemos al lado de quien queramos, que cada día sea importante y que hay que dar gracias por lo que tenemos, decir ‘buenos días’ por las mañanas y, el que pueda, de seguida un beso.
Hoy es lo que les deseo a todos ustedes, socialistas, comunistas o medio pensionistas. Hoy me declaro ‘personista’ y les envío, con recato pero con cariño, un beso a todos. Nos vemos en septiembre. Sean felices y vivan la vida.