Desfiladero Ediciones reconstruye la historia profesional y personal del editor de La Traca, quien fue condenado a muerte junto al dibujante Carlos Gómez 'Bluff' por sus caricaturas del dictador
VALÈNCIA. La pérdida de la memoria no es casual. Al menos, no siempre. Existen mecanismos para ocultar ciertos relatos con los que se construye la historia de un país, relatos que, con algo de suerte y mucho trabajo, acaban siendo rescatados de entre la neblina del tiempo. Tal es el caso de la revista satírica La Traca, el exitoso semanario editado por Vicent Miguel Carceller, una de las cabeceras más relevantes de principios del siglo XX. Su tono burlón y crítico puso el foco en la burguesía, los militares y la iglesia, páginas entre las que aparecía habitualmente un Francisco Franco al que se retrataba vestido de mujer o enamorado de apuestos hombres marroquíes.
Este "personaje histórico", como lo definió recientemente la consellera de Justicia de la Generalitat Valenciana, Elisa Núñez, fue quien, a la postre, estuvo tras el asesinato de Carceller así como del dibujante Carlos Gómez Carrera 'Bluff', que en junio de 1940 fueron fusilados en Paterna por publicar "dibujos de la más baja moral, en los que se ridiculizaba al Generalísimo Franco y a los Generales de nuestra Santa Cruzada", tal y como rezaba la sentencia. La revista, que en 1931 alcanzó una tirada de medio millón de ejemplares, solo comparable a Interviú, fue quedando en el olvido forzoso y muchos de sus números fueron destruidos. La dictadura era una realidad y con ella llegó la sangre y el silencio.
Su eco, sin embargo, no se ha perdido del todo y son varios los proyectos que, especialmente en los últimos años, han tratado de reconstruir una historia sobre la que todavía queda mucho por contar, un relato que ahora toma forma de viñetas y se lee en bocadillos. "Siendo La traca una revista ilustrada, este cómic suponía casi como cerrar el círculo". El cómic al que nos referimos es Carceller. La sátira frente a la intolerancia (Desfiladero Ediciones), un volumen creado por al guionista Fernando Larrauri y el dibujante Juanfer Briones que pretende reivindicar a una figura clave en la cultura valenciana, una figura sobre la que todavía hay muchas lagunas.
"Lo nuestro es una gota en el océano, como fue la exposición [que se realizó en La Nau] o la monografía de [Antonio] Laguna. Hay que dedicarle más tiempo, más estudios... y no solo a él. En el cómic también aparece el cineasta Armand Guerra, que para muchos es absolutamente desconocido. Estaría muy bien reivindicar a todos esos valencianos silenciados", reivindica Larrauri en conversación con Culturplaza. En similares términos se expresa Briones: "Hay una voluntad de que eso se vaya olvidando, de que se pierda en el tiempo. La forma de borrar esas imágenes es fingir que no ha existido".
Es este cómic, por tanto, una forma de hacer justicia con una figura que marcó la València cultural de hace un siglo, no solo como editor de La Traca, que recuperó en 1909 tras haber sido clausurada en 1892, sino también de otras cabeceras como Clarín o La Chala, o como promotor del cine Metropol y fundador de Nostre Teatre, entre otras aventuras culturales. Ríos de tinta -aunque quizá no suficientes- han corrido en torno al asesinato de Carceller, un final trágico que, cómo no podía ser de otra manera, marca el ritmo del cómic, de hecho salpica toda la narración relatándose su encarcelamiento y muerte a modo de flashforwards. Con todo, la narración no quiere renunciar a recrear esa València "efervescente" que también habitó el editor, una mirada en la que también cabe la luz.
"Queríamos que esa luminosidad no se perdiera", explica Briones. Así, dibujante y guionista presentan una obra gráfica en estilo periodístico donde van desgranando la biografía de este "Randolph Hearst español" paralelamente a la historia de España, una obra que transmite la "vitalidad" del momento con personajes como Vicente Blasco Ibáñez o los más distinguidos dibujantes de la prensa satírica coetánea, como Enrique Pertegás o el mencionado Bluff. En este sentido, gana peso la figura de un Carceller "polifacético", que entre 1909 y 1938 publica más de cien cabeceras distintas, en valenciano y en castellano, incluyendo revistas eróticas, de tauromaquia o de teatro, aunque no sin problemas, pues fueron continuas las multas, secuestros de la edición y cierre de sus cabeceras.
La proclamación de la República en 1931 y el destierro del rey Alfonso XIII suponen la culminación de la carrera editorial de Carceller, una historia que se cuenta a través de sus aventuras empresariales pero que presenta más de una laguna en el terreno personal, lo que ha supuesto todo un reto para los creadores del cómic en el proceso de documentación, pues han tenido que reconstruir y completar una biografía que sigue dejando incógnitas. "Ubicándolo en la época es cómo hemos ido trazando todo lo demás, las lagunas las hemos completado con las cosas que nos parecían lógicas", relatan.
En toda la narración late de fondo una cuestión, la de la libertad de expresión, no en vano el subtítulo del cómic es La sátira frente a la intolerancia, frase con la que -perdonen el spoiler- cierran el relato. En este sentido, tanto Larrauri como Briones hacen paralelismos con un presente que, explican, está lejos de ser un escenario perfecto. "No podemos decir que estemos mejor ahora que 20 años atrás. Ahora muchos dibujantes se sienten más presionados [...] La risa tiene algo incontrolable y el poder tiene mucho miedo a eso y está permanentemente poniendo cortapisas", relata el dibujante.
"En el fondo de lo que estamos hablando es de libertad de expresión y, también, de los límites del humor". En nuestra conversación, ambos subrayan recientes acusaciones de "censura" a los gobiernos de Partido Popular y Vox o casos como el secuestro de la portada de El Jueves que mostraba a los ahora reyes Felipe VI y Letizia manteniendo relaciones sexuales. También casos como el atentado den 1977 en la sede de la revista El Papus. "No hay que dejarse amilanar", defiende Larrauri, a lo que Briones añade: "No hay mejor antídoto contra esa intolerancia que la sátira". A reír, pues.
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