Llevo toda la semana dándole vueltas al suicidio/muerte de Verónica Forqué. Suicidio/muerte, que es como una doble muerte en función directa de la estigmatización del primero, el suicidio. Da igual: me ha dolido en el alma la desaparición de una actriz muy admirada, muy versátil, muy compleja y muy buena. Almodóvar, cuando era Almodóvar (estimado Emiliano R.) la engrandeció mucho, especialmente en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Aunque ella era grande de por sí, como cómica y como actoraza global: me viene a la memoria su inmensidad declamatoria en Doña Rosita de García Lorca, representación que vi en el Teatro Principal de Alicante hace cien años.
Leo en El Confidencial un reportaje con todo lujo de detalles sobre el trapicheo que se llevaban en el último programa televisivo al que acudió Forqué, asunto del que no tenía ni idea por dos motivos: No veo casi televisión (salvo los informativos de TVE1 y A3 con sus previos, Aquí la Tierra y Pasapalabra); y, encima, tengo la antena rota desde hace meses lo que me impide hacer zapping, quiero decir que la poquísima tele que consumo es a través del ordenador o la tablet. "Los bajos fondos de Master Chef" es el título del reportaje del mencionado periódico digital: lo dice todo. Caigo en la tentación de pinchar el link para ver a Verónica en su retorno al programa y se me rompe literalmente el corazón. A la par que se me revuelven las entrañas. Una mujer rota exhibida sin el menor de los pudores a los cuatro vientos.
Por obligación, también por una urgente necesidad derivada del hartazgo, me veo en la necesidad de sumarme al coro (escandalizado) que viene bramando estos días sobre determinadas fronteras que se saltan a la torera los llamados reality shows, que es donde desembocó, no sé el porqué, este tamaño de personaje que fue, es, Forqué. Y, efectivamente, uno no elige determinadas desembocaduras, admirado Rafa Burgos. Mi noticia de la semana es la desaparición de la actriz, sumergida como estaba en el magma de la desesperanza, que es donde desemboca la depresión. Mi noticia/noticia de la semana es haber visto a Verónica humillada en un plató, y en un programa que exhibe la televisión pública, la de todos. Como albergo alergia congénita a casi cualquier tipo de censura, no seré yo quien tire la piedra contra Master Chef Celebrity; allá ellos. Allá ellos también los cientos de miles de seguidores del programa pseudogastronómico donde es preciso aguantar aullidos y ostias mientras baten media docena de huevos para una tortilla de patata, es un decir. Trago con todo: pero con lo de Verónica no; estoy en mi pleno derecho.
En un país medio atontado, violencia audiovisual incluida, uno puede esperar ya casi de todo. Que Pablo Casado pronuncie tacos castizos en el Congreso o que la vicepresidenta de Asuntos Económicos del Gobierno, Nadia Calviño, tilde al líder del PP, en conversación privada, de desequilibrado. O que Rufián advierta de antemano las groserías que está a punto de escupir por su boca en aras a una Causa Mayor: que se obligue a las plataformas internacionales de cine y series a rotular en catalán un 5%. Tiemblen las lenguas. Y tiemblen los Presupuestos Generales del Estado. Núñez Feijóo: "Lo realmente revolucionario es el sosiego". Me abono a la idea.
Me voy despidiendo de este fin de año con una conciencia casi culpable de ausencia de noticias (excepción hecha de algunas consabidas que sí que son noticias, como el volcán de La Palma).
Y cuando veo una noticia de las de verdad me refroto las manos: el abandono de la política de Fran Ferri, portavoz parlamentario de Compromís en Les Corts. Es ingeniero industrial y vuelve a lo suyo tras una década como parlamentario autonómico (empezó en 2011, con 25 años).
Me hago varios preguntas que al final se resumen en una: ¿Habrá gato encerrado en este portazo? Hago un conato de preguntar en algún que otro mentidero y desisto: renuncia a uno de los puestos mejor remunerados en Les Corts, el de portavoz, e inicia un giro de 180 grados en su vida. Toda la literatura política posterior al suceso me aburre: los bajos fondos de Compromís y la indisimulada pretensión de Vicent Marzà de relevar, tarde o temprano, a Mónica Oltra (desgastada y desmejorada) como líder de la coalición: Més Compromís (antiguo Bloc) al asalto de La Bastilla, Iniciativa, el grupúsculo de doña Oltra. Da igual: la noticia son los 180 grados del de Canals. La prescindibilidad de la poltrona transporta al efebo Fran Ferris casi a la categoría de imprescindible en los tiempos que corren.