de la vía pa'arriba / OPINIÓN

Venim de la mar 

5/08/2021 - 

Nos adentramos en días de calor, música y pólvora. Esa es la frase con la que me gustaría comenzar este artículo un 5 de agosto pero un año más no podrá ser. Hace calor pero música hay la justa y la pólvora se nos va a quedar muy muy corta. Cada 7 de agosto desde que soy periodista, (30 años...), he cubierto el pregón de las fiestas de Elche (un año incluso me encargaron presentar al pregonero que fue Francis Mojica, ¡menudo honor!).

Días antes del pregón, la actividad periodística y municipal es frenética en torno a todo lo que conllevan. Contratación de espectáculos y conciertos, dispositivo de seguridad, normativa de pólvora, cortes de calles, logística para asistir a diferentes eventos.

Hace dos años que esas ya no son mis fiestas y aunque en principio y buscando la parte positiva, me/nos vino bien descansar un poco, cuando me detengo a pensarlo, acabo echando de menos algunas cosas. Y no me refiero a los actos en sí, al Misteri d'Elx, Charanga, Moros y Cristianos...

Estos días de este segundo verano sin fiestas me estoy haciendo consciente de otras realidades que también formaban parte de las tradiciones de las fiestas. Para mi y para muchos ilicitanos e ilicitanas.

La venta de pólvora, no se si lo recuerdan, comenzaba bastante antes de las fechas de rigor, lo que propiciaba que gente con ganas de quemarla lanzara algún petardo a destiempo. Ese primer día de ir por la calle y escuchar sin esperarlo el “Pum” y enseguida oler al característico nitrato de potasio mezclado con azufre, era mi “magdalena de Proust”. El olor y el sonido desencadenaban en mi cerebro, como si fuese una película a cámara rápida, todo un carrusel de imágenes que desde muy niña están vinculadas a ese olor. Lo añoro.

Tanto como cabrearme porque el día 13 de agosto, con el lío de trabajo que tengo, me veía obligada por su ubicación, cerca del campanario de la Basílica de Santa María, a preparar mi casa y llenar la nevera porque entre las tradiciones personales de cada uno, en mi familia la Nit de l'Albà se ve en mi casa. Mis padres, mi tía Paquita de Asprella, mi iaia Margarita hasta que murió, mi amiga Merce y su novio, Mado y Miguel Ángel, la madre de Jorge y su marido, el cámara de Antena 3, el fotógrafo Ximo de Haro, la prima soltera de mi cuñada, el amigo de Cuenca de mi sobrina y hasta el “apuntaor”. Yo llegaba casi a las nueve de la noche muerta de calor y cansada de trabajar y allí estaban todos deseando pegar fuego a todas las “piulas” y “barrenos” antes de subirnos a la terraza. Las terrazas de Elche esa noche … uf.

También echo de menos mucho la Roà. En la noche del 14 de agosto se “simula” que la Virgen ha muerto y la Roà es su velatorio. Con velas en las manos es tradición dar la vuelta a la Basílica, pero eso derivó en que esa noche se sale de fiesta hasta la mañana y tú estás en la calle a las cinco de la madrugada del 15 y parece la Glorieta un domingo. Voy a dejar aquí por escrito una verdad y es que la Roà del velatorio no la he hecho nunca. Mucha gente de mi generación y en adelante fuimos ya directamente de bares y nos saltamos ese rito. Suele ser además uno de los primeros días que con 13 o 14 años se salía hasta tarde. Una vez se abría esa puertecica ya era como que te habías hecho mayor y “salías”. Ningún otro día se volvía a repetir hasta tan tarde pero era el rito iniciático. Me da pena que mi hija de 14 vaya a salir alguna Roà ya tan mayor que sabrá latín y se perderá ese despertar.

Las fiestas también eran el arranque de las vacaciones. La gente aguantaba trabajando hasta casi el 7 y según cayera de día de la semana, empezaban ya el veraneo oficial. Era por tanto progresivo. Aún con trabajo te escapabas un medio día o una tarde a las fiestas, una noche a un concierto y así poco a poco se entraba en el modo vacaciones.

Hasta el 15 los que veranean en campos volvían al “pueblo” y también los de las playas. Los racós, el nugolet, la cerveza fresca, la música y la pólvora de nuevo, nos llevaban en volandas al día 15. Y el 15 tras coronar a la Virgen y el castillo de fuegos artificiales, Elche se quedaba vacía. Es verdad que cada vez menos y nunca realmente vacía del todo en los barrios, pero cambiaba radicalmente el ritmo de la ciudad. Las horas centrales del día todos escondidos aguantando el calor y a la fresca de la tarde noche “a la calle ilicitanos” que diría Cantó.

Esto que estoy contando seguro que me pasaba a mi y a mucha gente que tiene recuerdos y añoranzas parecidas. Y esto que estoy contando como si fuera una batallita de la abuela era nuestra vida hace dos años.

Venim de la mar,
no portem diners,
anem a cal mestre
i no hay rés que fer.

Mo n’anem a casa
en un malhumor,
de vore que venen,
de vore que venen
les festes d´agost.

Maldita pandemia.


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