¡Menudos días convulsos que hemos pasado desde el punto de vista informativo durante el mes de agosto! Ya todos en casita, felizmente, espero que por fin nos pongamos a lo que hace de verdad falta, o sea, a trabajar, a currar. A pesar de mi intención de abstraerme de la realidad, de no leer salvo una novela de segunda mano de Stephen King que compré en un mercadillo –un narrador extraordinario, que les recomiendo vivamente-, me han salpicado las noticias de Sancho y de Rubiales. En España no se ha hablado de otra cosa en agosto, a pesar de tener temas mucho más importantes para todos, pendientes de resolución. Hablo de la formación de gobierno, como es lógico, tras las elecciones generales tan ajustadas y trepidantes que vivimos en pleno mes de julio.
Empiezo por lo de Sancho. Un drama familiar que se ha aireado de manera excesiva. Pobres padres, me solidarizo con ellos porque a un hijo se lo quiere por encima de cualquier circunstancia, aunque cometa el crimen más horrendo que uno pueda figurarse. Deberíamos dejar que esta familia viviera su drama de la mejor manera posible y me repugna que los medios anden detrás de ellos todo el día, que si se derrumban, que si salen o no de casa, que si viajan o no a Tailandia a ver al hijo. Pido respeto para ellos y que no compremos estas noticias, para que dejen de serlo. Las opiniones son como los culos, que todo el mundo tiene el suyo, como decía el gran Clint Eastwood. No había pasado ni un día del suceso cuando ya había quien pretendía dar una opinión fundada, sin tener ni idea ni de lo que en realidad había pasado, excepto lo que se sabía, que era el hecho en sí. Tal vez con tanto interés en el caso estemos interfiriendo en la investigación y perjudicando el derecho a la defensa que, al menos en nuestro país, tiene todo investigado.
Seguimos para bingo. Después del crimen vino lo del Mundial y la gesta de las jugadoras españolas, merecedoras de mayor festejo. Que se haya ensombrecido todo por el hecho cometido por Rubiales no deja de ser una auténtica pena. Las jugadoras merecían ser recibidas como las heroínas que son de su logro, en un país en el que el deporte femenino va muy a la zaga del masculino, y en el que necesitamos ejemplos como el que ellas nos han dado. Me indigna que le hayamos dado tanta cobertura a ese tipo, un chulo de libro y un desubicado, que no estaba a la altura de la dignidad del cargo que detentaba. No pretendan corregirme al escoger este verbo, que en este caso está bien aplicado. Si no están de acuerdo, repásense lo que decía al respecto Lázaro Carreter. Este Rubiales le ha dado carnaza al feminismo ultra y, al sostenerla y no enmedalla en la posterior rueda de prensa, se cayó con todo el equipo. Anda, chaval, que te has cubierto de gloria. De vergüenza. Todo ello por no hablar del insólito caso del seleccionador nacional a punto de ser despedido, tras ganar el Mundial. Deberíamos también hacérnoslo mirar.
Ya entrando en materia de política patria, perdonen si me auto cito. En mi última columna de antes de vacaciones –Sánchez o esto son lentejas- ya les decía que aquí no había nada que rascar por parte del PP, que se las prometía muy felices ante lo que creía que iba a ser un paseo militar, antes de las votaciones. Me pasan un vídeo de Rubalcaba, que ¡ay, si levantara la cabeza!, alertando de los posibles pactos con el independentismo y Podemos, que hoy representa Yolanda Díaz con más glam. Díaz se nos ha hecho fashion y ya solo le falta salir en el Vogue posando, como ocurrió con las ministras del PSOE de Zapatero. Díaz, con su "deje de reírse de nosotras", espetado a Abascal durante el debate electoral, se ha convertido en la adalid de la cuestión femenina y, por ende, en la voz autorizada para hablar en nombre de todas las mujeres, como ocurrió con el tema del Mundial. Es lógico, por otra parte, dado que no hay otras féminas en primera línea de batalla, tras la aniquilación de Ciudadanos.
Por su parte, Feijóo demostró una inasumible falta de agallas cuando falló en el debate a cuatro de TVE, dejando que todo el campo fuera orégano para sus oponentes y detractores, así como sirviendo el resultado en bandeja de plata a Sánchez, que es un animal político incombustible. Un error garrafal, del que se estarán arrepintiendo –así lo espero- sus asesores. Este tema, insisto el más trascendente para todos nosotros como país, está en un segundo plano, en este país de cotillas. A ver si nos centramos y ordenamos las prioridades, porque la carnaza nos pone y sin darnos cuenta la imagen que damos no es precisamente la de un país culto, moderno y a la vanguardia, como pretendemos ser.
Mónica Nombela