Jaca es la ciudad en la que Georgina, la Georgina del reality, creció. En Soy Georgina, cuando visita el municipio aragonés, va a por secallona e ibéricos a la carnicería Aventín, su templo de derivados del cerdo. Jaca es producto de clima seco pero también, de paladares golosos: lazos, trenzas, tortas, tortiellas, coronas, caramelos, chocolates y especialidades con nombres y recetas renacentistas, de antes de que el barroco empapuzara la repostería con glaseados y virutas multicolores.
Una de las casas con más colas y reputación de Jaca es La Suiza, pastelería familiar que se acerca al siglo de existencia. En 1934, año arriba, año abajo, Mariano Lacasta Clemente abrió este establecimiento que duró hasta que en España estalló la guerra fraticida. En Jaca —Xaca o Chaca, en aragonés— peleaban: años antes, en 1930, se sublevaron contra la monarquía española de Alfonso XIII durante la dictablanda del general Berenguer. Lacasta reanudó el negocio en 1939, y así hasta el día de hoy. En el año 1968 su hijo, Mariano, le sucedió e hizo crecer la carta de productos.
En su oferta hay una lista de dulces de viajes: productos reposteros que toleran el tráfico de esquiadores decepcionados por la falta de nieve que bajan de las estaciones próximas. Los títulos de los dulces son belleza en almíbar: La Collarada, nombre de un pico cercano a a Jaca, es un delicado brioche con piel de naranja y chocolate. La Capeta, un homenaje a una borda en el Valle de Hecho, a base de almendra y manzana reineta. Cajico, quejigo en el Alto Aragón, un bizcocho de almendra y chocolate. Gemas —pura bomba— un mazapán de yema, cuajada al horno y bañada con yema confitada de glaseado de azúcar. Tronco de almendra, es un bizcocho tipo gioconda con yema confitada, genovesa con moscatel y pasta de almendra al horno. ¿Recargado? Pues en San Silvestre lo hacen más elaborado. Trenza, toda una institución en Jaca: masa hojaldrada glaseada, con frutos secos y manzana.