La izquierda toda ha llevado a los altares a la rectora de la Universidad de Alicante (UA), Amparo Navarro, como símbolo de la resistencia (al PP), como mártir del Consell de la Generalitat Valenciana ( PP), como redentora en síntesis del campus que regenta en su defensa numantina de la Facultad de Medicina; así se ha visto en el solemne acto de apertura del curso. Ya tengo escrito que lo mejor sería fusionar ambas facultades y adjudicar la resultante a la UA o a la Universidad de Elche Miguel Hernández (UMH), o a ambas en sana coalición cooperativa. Lo importante es la racionalización del gasto público y evitar duplicidades, más en el caso que nos ocupa: son estudios que cuestan un riñón y que los paga el erario y, muy parcialmente, la matrícula de los estudiantes.
El acto académico fue el apoteosis para Santa Amparo Navarro que habló de "humillación" por parte del Consell tras pronunciarse a favor de un campus inter-universitario de salud y tras retirarse de un pleito en el que la UMH, vía judicial, recurrió la creación de Medicina en la UA. La ministra de Ciencia y secretaria general del PSPV-PSOE, Diana Morant, vomitando soflamas por la boca: no se puede construir sobre la base de la destrucción. Por un momento pensé en la guerra de Gaza y la infame y genocida desproporción de Netanyahu en respuesta a los salvajes atentados de Hamas en octubre de 2023, pronto hará un año. A base de inflar el lenguaje generamos polisemias absurdas y metáforas bobaliconas: problemas del primer mundo.
Echo de menos en la ministra esos grados de vehemencia a la hora de defender una financiación justa (fondo de nivelación, quita parcial de la deuda) para la Comunitat. Y no es demagogia, ojo. Morant se crece donde le conviene, donde el buen rollito sopla a su favor, como en el paraninfo, y calla como una muerta sobre el concierto con Cataluña que en su criterio, son casi textuales, va a ser beneficioso para la Comunitat Valenciana. Y se queda tan ancha.
Pero no: aquí lo que cuenta es Medicina. La apertura del curso fue un desquite en toda regla de otra apertura, la de 1996, en la que Eduardo Zaplana abandonó el acto ante la mirada atónita del entonces rector Andrés Pedreño, cuando ya se estaba poniendo en marcha la Universidad de Elche sustrayendo Medicina a Alicante. Bien: desquitados están. No quiero ni ponerme en la piel del conseller de Educación, José Antonio Rovira, que tuvo que tragar quina y que aguantó el acto con estoicismo. Ya se ha ganado el sueldo del mes.
Los rectores son funcionarios públicos elegidos por profesores, alumnos y personal no docente. Es una excepción en el sistema. No se eligen los directores de las oficinas de Correos ni los directores de hospital. Tampoco se elige al presidente del Banco de España. Los rectores sí: en vez de hacer un concurso público en el que prime la meritocracia y la excelencia. Todo en aras a la autonomía universitaria, un concepto que emana en los albores de la Baja Edad Media para evitar la intromisión de los poderes públicos en la libertad académica. Es decir, para evitar que los señores feudales y la Inquisición metieran sus pezuñas con intenciones de coartar el pensamiento y la investigación; la tierra es redonda. Consagra pues la libertad de cátedra.
Algunos siguen confundiendo la libertad de cátedra con la autonomía universitaria, como si los campus públicos fueran reinos de taifas en los que se hace y deshace al albur del rector de turno, y a costa del dinero de todos. Eso no quiere decir que Zaplana no se confundiera pegándole el tajo a la UA. Se confundió, y mucho, al no crear un clima de consenso y motivado por varias venganzas personales, Pedreño incluido. Pero también se confunde la rectora de la UA en una hiper-victimización que un día de estos la va a llevar a la levitación, transitando por senderos de gloria. Y eso que me aseguran que es una persona bastante templada.