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el muro

Posibilistas

  • Foto: EFE

Durante cuarenta y ocho horas de esta semana llegué a creer que el mundo había cambiado. Sin embargo, fue encender la televisión y la radio antes del desayuno y comprobar que sólo había sido un espejismo. El debate político más rancio, repetitivo y aburrido volvía a aparecer como si nada más importara a esa clase política que simplemente va a lo suyo, se mira el ombligo y pretende hacernos creer que es indispensable en nuestra vida ordinaria. Están muy equivocados.  

Así que me puse a temblar porque recordé que en breve, en apenas unos meses, nos enfrentaremos a un nuevo ciclo de cambio político, con lo que significa. Hemos llegado a la meta exhaustos después de tanto subir impuestos y recibos, pero con muchos asuntos por bordar y más aún por zurcir. Y con un paisaje de simples promesas a largo plazo que dudo podamos ver cumplidas. La soberbia y la arrogancia, además, no son buenas consejeras.

Imaginen Andalucía y el clientelismo subsidiario de rigor que va a aparecer y la cantidad de colocados que se van a quedar por el camino, como sucedió por aquí pese a los blindajes que el poder se auto concede y nosotros hemos tolerado desde el oscurantismo.

Jugar a la política ya no es suficiente. No se lleva. Todo ha cambiado tanto en cuatro años que es absolutamente diferente a un lustro atrás.

Muy bien que lo advertía hace unos días en este diario Ximo Aguar con un titular contundente y que no necesita de más explicaciones: Nada será lo mismo en el Botànic tras las elecciones autonómicas de 2019. Y es que la nueva sociedad civil ya está en otra historia y se impacienta a la carrera. Lo de Andalucía es un serio aviso, aunque muchos aún no se hayan dado cuenta y continúen a lo suyo.

Estamos realmente frente a un nuevo cambio de ciclo. Complicado, cierto. Pero cambio de paradigma y hegemonías. Me gustaría saber si es cuestión del tiempo atmosférico o es que la sociedad española realmente se ha hecho mayor, pero sobre todo comprender mejor lo que está hirviendo en la profundidad de las cabezas de las nuevas generaciones de españolitos/as.

No seré cruel. Simplemente, realista. Sé que gobernar es complicado, pero cuando la clase política construye una madeja en torno al poder para impedir el propio poder, o complicarlo aún más, ha quedado trasnochado. Ya no es tolerable. Más aún cuando se comprueba que quienes se dedican a esto de la cosa pública están muy, pero muy por debajo del nivel intelectual y la capacidad operativa de quienes han de otorgarles la confianza y se han preparado a conciencia gracias al esfuerzo familiar para que no les engañen ni se sientan como otras generaciones anteriores que no tuvieron las mismas oportunidades y eran sencillas de manejar.

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