El 8M un mal o bien necesario según se mire. No sé si será popular esta afirmación. Lo de celebrar un día como llamada de atención para reivindicar el papel de la mujer no debería ser necesario porque las carencias reconocidas en el trato a la mujer deberían ser reivindicadas siempre. Pero valga la celebración para recordarlo. Por cierto absténgase manipulaciones políticas, electorales o partidarias. Y también las moderneces lingüísticas, si se me permite la expresión. Es una verdad universal. Queda mucho camino por recorrer, mucho que legislar, mucha educación que inculcar, muchos vicios interiorizados que corregir y muchos comportamientos que cambiar. Mientras que una mujer muera asesinada, sea maltratada, no sea reconocida por sus méritos o sea apartada, menospreciada, aislada o despreciada siempre habrá que manifestarlo.
De lo excepcional a lo cotidiano. Es otro error. Esta columna es de carácter político y como tal siempre habla de los/las líderes políticos. Nos sorprendemos si una política hace una declaración o toma una decisión política. La confrontamos con propuestas y clichés masculinos, les atribuimos rasgos de poder masculino para reafirmar sus posicionamientos, para así demostrar una aparente fortaleza y poder. No debe ser así. La valía profesional y personal está para algo, es indistinta del género. No se puede crear excepcionalidad de algo que debe ser cotidiano. Las estadísticas matemáticas y frías lo dicen. La población está prácticamente dividida al cincuenta por ciento. Ergo no hay más análisis que hacer, o no debería haberlo. Así que apliquémonos todos a igualar, sin ninguna intencionalidad política, simplemente para reconocer la realidad sin distingos de sexo, solo de eficacia, eficiencia, valía y profesionalidad.
Ejemplos. Referentes hay muchos en nuestra reciente historia. En tiempos de la transición las mujeres políticas eran un rara avis. Soledad Becerril fue la primera ministra en un gobierno masculino con Adolfo Suárez. También hubo transición para elegir a ministras con mando en plaza. Hizo fortuna aquello de las ministras florero. Felipe González, tras varios ejecutivos masculinos nombró a Carmen Alborch, Rosa Conde, Cristina Alberdi y Angeles Amador y José María Aznar designo a Loyola del Palacio, Ana del Palacio, Margarita Mariscal, Ana Pastor, Pilar del Castillo, Isabel Tocino, Celia Villalobos y Esperanza Aguirre. Por su parte José Luis Rodríguez Zapatero hizo un gobierno paritario, con Mª Teresa Fernández de la Vega de Vicepresidenta, -error el famoso posado para Vogue en la Moncloa de todas las ministras-, Mariano Rajoy también tuvo Vicepresidenta (Soraya Sáenz de Santamaría) y secretaria general del partido (Mª Dolores de Cospedal también ministra) y nombro en su gabinete a Ana Pastor, Fátima Bañez, Dolors Montserat y Ana Mato. Y Pedro Sánchez eligió a Carmen Calvo (vicepresidenta), Margarita Robles, Reyes Maroto, MªJesús Montero, Meritxel Batet, Magdalena Valerio, MªDolores Delgado, Carmen Montón, Isabel Celaá, Teresa Ribera. Ha habido Presidentas del Congreso (Luisa Fernanda Rudí, Ana Pastor) Presidentas autonómicas (Susana Díaz, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Yolanda Barcina,…) alcaldesas (Manuela Carmena, Rita Barberá, Teófila Martínez, Celia Villalobos, Ada Colau,…) consejeras, concejalas, directoras generales… Buenos ejemplos con luces y sombras como todos los/las que se ocupan de la cosa pública.
¿Las cuotas? Según qué momento y qué cosa. Lo de romper el techo de cristal es necesario y en muchas ocasiones las cuotas ayudan a abrirlo. En principio no debería aplicarse porque no tendría que recurrirse a ello. El mérito y la capacidad deberían de primar, pero en muchas ocasiones no es así y se hace necesaria la aplicación de la cuota. Nuestras hijas y nuestras nietas no deberían verse ya en esta situación. Queda mucho camino por recorrer para que no ocurra.