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el callejero

La música a contracorriente de Ley DJ

  • Foto: MARGA FERRER

VALÈNCIA. Leti se mueve con soltura por el backstage de Viveros. Hoy -la semana pasada- le toca abrir una velada en la que también actuarán El Columpio Asesino y Fuel Fandango. Primero nos lleva a su camerino, una especie de caravana, muy austera, donde la artista encuentra una bandeja con dulces y una cámara donde hay bebidas frías. Entra, se come una chocolatina y luego abre una lata de cerveza. Al fondo hay un espejo. Allí dentro, quizá por contraste en este verano infernal, parece haber llegado la glaciación. Y así, cómoda, fresquita y bien hidratada, empieza a contar su vida, la vida en una familia bien sostenida por el sueldo de su madre, que trabajaba para una farmacéutica, y su padre, dedicado al sector de los seguros. El matrimonio tuvo cuatro hijos y Leti, Leticia Pérez de Ziriza, la tercera, creció bajo la ascendencia de su hermano Carlos, un conocido crítico musical, nueve años mayor que ella, que fue la nube que anegó su alma de armonías.

Leti es Ley DJ, una de las disc-jockeys valencianas más potentes, y esta tarde su cometido es ambientar el recinto antes de que entren los dos grupos que tocan después. Ella está más acostumbrada a cerrar los festivales, a pinchar su música cuando ya ha llegado todo el gentío, pero paga Amstel y no rechista. Así que llega a Viveros con el tiempo justo para hacer una breve prueba de sonido, retirarse a hacer la entrevista y regresar al escenario para caldear el ambiente.

Esta mujer de 39 años es, en realidad, una camiseta andante llena de smileys. El smiley es esa archiconocida carita, sonriente y amarilla, que históricamente se ha relacionado con el 'acid house'. Leti no parece ir de ácido. Ella se ha entonado con un par de Amstels, no más, y un pequeño arreón de azúcar. No le hace falta más para subir los escalones del escenario con unas Adidas blancas blanquísimas y unos calcetines con otro par de smileys fluorescentes. Ley Dj es como un fósforo recién encendido en medio de una habitación a oscuras. Sus caritas de amarillo flúor son la única nota de color encima de una tarima donde todo el mundo va de negro. Camisetas, polos y camisas negras. Pantalones negros. Zapatillas negras. El color de la música, parece ser. Pero ella siempre ha ido por libre y hasta ha sido capaz de hacerse un nombre pinchando indie, rock y pop en un mundo dominado por la música electrónica. Así que lo de menos es que llegue con una camiseta larga llena de caritas amarillas.

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