La derecha española, que este domingo monta su gran akelarre venezolano con la que se antoja la primera de muchas manifestaciones en los próximos meses, vive tiempos de gloria. La mayoría de las encuestas le dan, a la suma PP-Cs-Vox, una clara victoria si hubiera elecciones en España (con mayoría absoluta no sólo en escaños, sino en votos); los temas de los que hablan (fundamentalmente, de la unidad de España y de los traidores que supuestamente pretenden destruirla) acaparan la atención pública; y sus rivales de la izquierda aparecen anestesiados, si no noqueados, pegándose tiros en el pie con iniciativas incomprensibles, como el "relator" para establecer un diálogo con los independentistas catalanes (aunque el relator luego sea un señor que se limite a levantar acta de las reuniones, no un mediador internacional nombrado por la ONU). En definitiva, todo indica que nos dirigimos hacia una contundente hegemonía de la derecha, que puede ser, además de contundente, muy larga.
¿Así va a ser? Es lo más probable. Por un lado, porque el eje identitario-nacional beneficia inequívocamente a los partidos conservadores. Hay una mayoría social que considera inaceptables los postulados y las pretensiones del independentismo catalán, y que está dispuesta a votar en consecuencia, incluso ignorando sus intereses en otras cuestiones. Cataluña ha movilizado el voto de la derecha, pero también ha provocado un giro del electorado hacia posiciones conservadoras: votantes del PSOE que se van a Ciudadanos, del PP y Ciudadanos que se han ido a Vox, votantes abstencionistas que deciden votar a la derecha por cuestiones identitarias, ...
Por otro lado, porque la izquierda, en España, hoy por hoy no tiene apenas nada que ofrecer a su electorado, o no sabe cómo hacerlo. No existe un programa claro (y tampoco en lo que se refiere al encaje de Cataluña en España), y en todo caso tampoco puede aplicarse. Es incomprensible que el presidente del Gobierno siga siéndolo con el apoyo de sus 84 exiguos diputados, en lugar de haber convocado elecciones al poco de echar a Rajoy; que se dedique a viajar por ahí y a publicar libros, como si, más que presidir España, estuviera viviendo una Spanish Presidency Experience de duración incierta, que intenta exprimir al máximo; que intente aprobar unos Presupuestos y alargar a toda costa la legislatura con apoyos tan exiguos como contradictorios.