Hablamos de Contubernio y la penúltima de sus acciones nómadas. De ese club molón que cada tres meses nos encandila con cajitas llenas de sorpresas. Vinos de El Marco, que de eso nunca me harto. Y tranquilitos también, porque a veces toca reposo. Por Sanlúcar, Jerez, Chiclana, Montilla y hasta Málaga si hace falta, Sorpresas que te alegran el día, tía, y en aquel sábado mágico empezando con el Blanco de Contubernio (Vinos Según Cede). Listán de viña vieja, barajuelas y pago de Mahína. Con la mano de Alberto Orte y de Marcelo Retamal para que nada salga mal. Espectáculo con aires de afuera y sus botas francesas. Finura etérea tan bonita que vuela solita. Ligereza que refleja en suelo que lo estructura. Y, oye, criatura, esto es una delicia con unos langostinos.
El Matalián Socaire (Primitivo Collantes) es viejo conocido y, por eso y todo lo demás, de lo más querido. Sutileza de la flor a la que la barrica no la ve ni de lejos porque no tiene complejos. Chiclanero de oportunidades que surgen de supuestos restos y que, ojo, tiene muchos arrestos. De los que son unicornio que, envejecido con sabiduría, se convierte en melodía que suena perfecta con una ensaladilla de gambas.
El ÁS de Mirabrás (Barbadillo) es diversión sanluqueña. El sumatorio que da tanto cuando está todo junto. Riqueza afilada resultado de que está muy cuidada. Alma de vino blanco travieso que se rebela en modo manzanilla. La exclusividad de la biológica con esa lógica que le da sentido a todo. Añada del 19 en forma de moderno experimento y que está repleta de salud junto a unos huevos de choco aliñados.
El Fino Tiracordeles (The Wine Bang) nos tira los trastos con atinada precisión. Flecha que viene directa desde Trebujena para que no haya ninguna pena. Con mucha nata de la buena, avellanas que crujen decididas y lozanía que te quita cualquier manía. Amargor que te mueve la cabeza de acá para allá. La búsqueda que mantiene la identidad de sus orígenes que son los de aquellas calles que pisoteamos con cariño cuando vamos a comer unas angulas.
El Viña Corrales Balbaína Fino (Bodega San Francisco Javier) no lo devolvemos a ídem porque sí, nos parece estupendo muy. La historia del jerezano barrio de Santiago con esa trascendencia que tampoco es necesaria, porque esto va de recreo. Así, sin ton ni son, pero con la pasión de los que emprenden caminos que recorrer con seguridad. Con la tranquilidad de saber que va entrando el hambre que se calmará con una de pijotas.