VALÈNCIA. El “aquí” y “allí”, esas coordenadas geográficas que cambian según el lugar donde me encuentre. Pero al final de la película, la vida es esto y aquello independientemente si estoy “aquí” o “allí”. Es una vida en dos contextos alejados no sólo geográficamente sino alejados cultural, política y socialmente. Es una vida entre Valencia y Lamu, entre España y Kenia.
En estos años que llevo viviendo en dos entornos tan diferentes el aprendizaje y la reflexión es una constante en mi vida cada vez que tengo que cambiar. Porque no sólo cambio de destino y de contexto, cambio también de nivel de vida y ahí radica la dificultad máxima.
Cambiar de país con el mismo nivel de desarrollo o las mismas comodidades no cuesta tanto como cambiar de nivel, bajar un escalón en el mapa del desarrollo.
No me resulta complicado volver a lo que es mi entorno habitual, donde he crecido y donde mis referencias son las que me marcan allá donde voy. No me resulta complicado cambiar de ciudad o de país, lo que me resulta complicado es acostumbrarme a las “no comodidades” con las que he crecido y al choque cultural que suponen determinados destinos como pueda ser la isla de Lamu, con todo lo maravillosa que resulta al mismo tiempo.
Este ir y venir, esta vida entre dos tierras ha desarrollado aun más cierta habilidad camaleónica innata que he ido perfeccionando con los años junto a una capacidad de aceptación importante. Aceptar asuntos que ocurren en mi entorno que no comparto y que no entiendo, y convertirme en un camaleón que consigue adaptarse a cada entorno donde vivo son dos de los retos que me acompañan en los últimos años. Dos retos que van acompañados con grandes dosis de reflexión.
Vuelvo
El caso es que ahora vuelvo y vuelvo a entrar en ese proceso de reflexión, vuelvo triste por lo que dejo y feliz por lo que encuentro. Vuelvo a casa, vuelvo a mi gente y vuelvo a la comodidad y seguridad entendida desde el punto de vista occidental.