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el muro

Así funciona la memoria

  • Arturo Fernández, durante el centenario del Teatro Olympia de València. Foto: EVA MÁÑEZ

La muerte tiene lectores. Vende. Pero no se trata de hacerlo a cualquier precio o por cumplir. Me lo explicaron frente a una de mis primeras necrológicas. Eran otros tiempos, cuando sabías, conocías o querías descubrir y hasta habías intimidado lo suficiente para atreverte sin complejos a narrar emociones o contar situaciones. Ahora la Wiquipedia dirige y ordena, miente y condena. Convierte y hasta manipula identidades que se transforman en creíbles desde el puro desconocimiento. Asistimos a un decadente proceso informativo en el que todo vale cuando se trata de rellenar, pero no de evaluar.

En los últimos días se han muertos dos grandes: Arturo Fernández -no me vengan con el rollo de que era un tipo de derechas sin reconocer que era un gran actor como otros tantos de derechas- y Joan Cardells, un tipo próximo, progresista, un gran artista que nunca quiso serlo sin más o al menos airearlo desde su propia intimidad salvo por el trabajo en sí y la austeridad en el uso de sus materiales reflejo de su propia personalidad y carácter.

De Arturo Fernández he leído grandes textos de aquellos que lo han visto lo han seguido y reconocían su profesionalidad e identidad. Firmas de muy   izquierdas también, por supuesto, porque aquí todo lo fiamos a una identidad política, como si Shakespeare, Romero de Torres o Caravaggio fueran unos benditos; o Fuster, Casp o Estellés,  clérigos pero nunca genios por esa condición ideológica que nos diferencia o eclipsa por el calor.

Esto de la muerte es un derecho, pero sobre todo una putada. Pero ya está bien de enterrar por condición y género por esta nueva ley de neo modernos que desconocen casi todo y se guían por su propio desconocimiento o la Wiquipedia. Leer el tweet del conseller Marzá para despedir a Cardells es como para bajar la persiana. Dijo algo así como que nos dejaba una persona del arte de nuestro país con obras en los principales museos internacionales y del país. Un referente que nos había hecho disfrutar y reflexionar con sus piezas, En fin, una despedida de gran profundidad y análisis.

Lo más preocupante de las despedidas que he leído es que muy pocas han hablado de su obra e identidad. Sólo de hechos que suele ser lo de menos. Son otros los que han querido interpretar lo que nunca supieron. Es fin, si el IVAM tiene tantas obras del Equipo Realidad o el San Pio V está en reconocimiento perpetuo porque era un académico de Bellas Artes, más bien outsider de ese magma que hace tiempo corroe la institución por interés particular.

No sé porqué no han hablado de sus grafitos, de su ausencia, de su rebeldía, su distanciamiento social, de su irrupción temperamental y brillante en el primer Carmen, su afinidad y complicidad con Casimiro Gandía, Carmen Calvo, Amparo Carbonell, Martín Quinto…sus silencios o hasta de su ironía y sutileza personal, de estar al margen por enfado con ese mundo artístico y político que no le gustaba, O de aquella resistencia política a través del arte de Estampa Popular...

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