Los matices de la personalidad de Sam son arquetípicos, pero están bien tratados. Su frustración le impide dar un palo al agua por miedo a que el resultado no sea brillante, lo que cree que se espera de él o lo que él esperaría de sí mismo. Con el proceso creativo completamente paralizado por estas inseguridades, queda mal con todo aquel que le paga para que le haga algo. Al mismo tiempo, esa frustración se vuelve contra los que le rodean, mientras abusa de sustancias varias, y se va quedando solo. Al final, conserva amigos, pero ya nadie ni tiene ni quiere tener una relación estrecha con él.
Breault es una autora canadiense y quebequesa, natural de Montreal, lo que mantiene viva la llama del romance de esta editorial barcelonesa con ese singular pequeño rincón del mundo. Ya contamos en la reseña de Las piñas de la ira que todos estos autores tienen en común un gusto por las aristas, lo incómodo y la falta de condescendencia, cualidades maravillosas cuando hablamos de viñetas. Breault es ilustradora, ha trabajado en Hora de Aventuras, pero estos personajes y estas ideas le rondaban en la cabeza desde hacía años. Empezó a rumiar las relaciones tóxicas y dañinas entre personajes cool ya en el instituto. Según sus palabras, estaba fascinada con toda la cultura "del skate" y sus inalcanzables "chicos malos", pero cuando era "una adolescente impresionable". Lo que se lee en esta novela gráfica es un destilado de toda aquella experiencia que fue creando mientras estudiaba diseño gráfico.
Es muy meritorio que durante años creara un universo propio, escribiendo páginas y páginas de word durante horas, sin tener claro si eso iba a llegar algún día a alguna parte y sin que tuviera que ver con sus objetivos profesionales. Su primer cómic nada tenía que ver con este mundo que había creado en su imaginación. Nuclear Winter, publicado en webcomic, era una parodia de una distopía en la que el apocalipsis, tras un accidente en una central nuclear, llegaba a Montreal en forma de invierno impenitente y perpetuo, no muy distinto a los que habían vivido sus abuelos.
Fue tras su publicación y desarrollo cuando se dio cuenta del potencial narrativo de la viñeta. Cuando luego el ayuntamiento de Montreal anunció el plan de renovación de Griffintown, se obsesionó con todo lo que tenía que ver con urbanismo, arquitectura, vivienda, getrificación y promotores. En 2013, se produjo el desalojo de Moreau Lofts, una fábrica abandonada en la que residían numerosos artistas de ese barrio y aquello le produjo un gran impacto. Fue el detonante de que se atreviera a poner en esa situación a los personajes que llevaban años en su cabeza y en archivos de word.
El resultado final de Utown es un relato muy emotivo y realista. La eterna canción de la frustración cuando se constata que nunca se cumplirán los sueños adolescentes. Es muy interesante, a su vez, cómo las nuevas generaciones son retratadas como más responsables y constantes que sus inmediatamente mayores. Algo que no quiere decir nada en particular sobre unas y otras, más allá de que se han desarrollado en entornos diferentes. Unos se encontraron con el encarecimiento de la vida y los procesos de gentrificación cuando ya habían crecido, otros crecieron en ellos.