DEL DERECHO Y DEL REVÉS / OPINIÓN

Unos más iguales que otros

28/05/2023 - 

ALICANTE. Llevamos unos días que hay que ver la paliza que nos están dando con el tema de los insultos a Vinicius, la ofensa al Real Madrid y a todo el Brasil en su conjunto, con sus varios cientos de millones de habitantes. Hasta el Corcovado se apagó esta semana en solidaridad con él. El tema se ha convertido en un auténtico desmadre. Digo desmadre no porque el susodicho no merezca el mismo respeto que cualquier otro ser humano, puesto que nadie tiene por qué aguantar insultos por su color de piel u otros rasgos físicos, y mucho menos ser comparado con un animal por su físico. El tema Vinicius ha pasado tanto de castaño a oscuro, que, hasta el ministro de Asuntos Exteriores, Albares, ha salido a la palestra en estos días, negando que exista un conflicto diplomático con Brasil. O sea, que interpreto sensu contrario que sí lo hay, pues ya saben eso de “excusatio non petita, acusatio manifesta”.

Lo de los insultos en el fútbol es una costumbre bárbara demasiado extendida en nuestro país. Es frecuente que algunas personas den rienda suelta a sus instintos animales, aquellos que los conectan a la época de las cavernas, y se dediquen a poner a parir al personal, amparándose precisamente en el hecho de estar camuflados entre mucha gente. Cobardía pura. Tampoco creo que los hinchas españoles sean más fieras con la lengua que los de otras aficiones, pues no veo en los hooligans ingleses, esos que cuando pasan por una ciudad la dejan como si hubiera sido arrasada por el mismísimo Atila con los hunos, a unas hermanitas de la caridad, precisamente.

Lo que sucede es que en este caso el insultado es un futbolista que gana mucho dinero -o sea, ídolo adorado por las masas- y se ha plantado. Está en su derecho y le reconozco el valor, pero, seamos sinceros, si no fuera un ricachón de los de ficha de veinte millones de euros, ¿habría causado este hecho tanto revuelo? Disculpen la pregunta inductiva, pero es que no podemos rasgarnos las vestiduras en este caso y luego admitir en nuestro lenguaje diario los panchitos, sudaca, moro-mierda, amarillo, guirufo y otras lindezas por el estilo, destinadas al que se gana unos euros trabajando, ya sea limpiando parabrisas en un semáforo, o de camarero. Representa una doble moral tan repugnante como los insultos en sí. Esto es como el chiste, que decía que si te gustan las personas de tu mismo sexo y tienes pasta eres homosexual y si no maricón. Lo diga quien lo diga, tenemos que aspirar a ser más pulcros y respetuosos con el uso del lenguaje. Somos dueños de nuestros silencios, pero esclavos de nuestras palabras.

Vinicius. FOTO: Rubén Albarrán / ZUMA Press Wire.

En las mismas Hogueras -desconozco cómo está el tema actualmente-, en tiempos la 'gracia' estaba en insultar a los bomberos para que regaran con la manguera a los asistentes. ¿Es eso divertido? A mí no me lo parece. Parece una falta de educación en valores palmaria, que no somos capaces de corregir. Hay que insistir más en los colegios. Las faltas de respeto hacia el otro llevan al bullying, al acoso, a la violencia, al sexismo, al abuso, al odio.   

Los insultos racistas, sexistas o de cualquier índole ofenden profundamente y no veo el chiste en lo que a otros les hace desternillarse de la risa. Lo practique quien lo practique es una lacra, aparte de una auténtica imbecilidad, que sólo puede ser entendida pensando que los que insultan son, como digo, imbéciles. La mera creencia de la superioridad de unos frente a otros por ser de otras razas, cuando todos llevamos sangre de mil leches por nuestras venas, es absurdo.  

Regresando al caso Vinicius, tenemos aquí un claro ejemplo de que somos todos iguales, pero unos más iguales que otros, como diría el juez Calatayud. El revuelo mediático que ha suscitado el caso me parece un ejemplo más del famoso pan y circo. Los medios llevan días, en su perfecta sumisión al poder y al que paga, del que son siervos, machacando una y otra vez con este tema del brasileño, ¿no será, digo, para evitar que hablemos del escándalo de la compra de votos, que está salpicando toda la geografía española y apuntando al partido en el Gobierno? ¿O por la Ley de la Vivienda, en la que el PSOE parece haberse entregado al perroflautismo, incurriendo en lo que parece una flagrante vulneración de los preceptos constitucionales? Manejan la opinión pública como les da la gana, y entramos al trapo de sus distracciones una y otra vez, como si fuéramos ingenuos toros saliendo a la plaza y embistiendo el capote del torero.

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