Imagine una familia cargada de maletas, con utensilios de la playa si van a la playa o del campo si van al campo, frente a un mostrador de un hotel esperando las llaves de sus habitaciones. Deseando conocer su nuevo lugar de alojamiento y sus vistas al mar o a la montaña, según los casos, ese espacio que hará de su casa durante esas vacaciones. ¿Lo ha imaginado?, usted puede ser el protagonista de esta escena en unas merecidas vacaciones, que siempre lo son, en pleno mes de agosto, el mes de vacaciones por excelencia.
El destino puede ser infinito, incluso sin salir de nuestras fronteras nacionales. Como manifestó Azorín, escritor monovero, “España merece ser visitada, y visitada detenidamente” porque “¡Qué bonita es España! – sigue diciendo José Martínez Ruiz -. Tiene toda la variedad de paisajes de Europa. Tiene el paisaje romántico, el clásico y el intermedio. Tiene montañas abruptas; llanuras, bosques, valles, ríos, ciudades viejas, pueblecitos. Lo tiene todo disperso, un poco confundido, en contrastes pintorescos y gratos”.
Pero en esta ocasión le invito a que su destino sea la provincia de Alicante. Como hizo Vicente Molina Foix, escritor y director de cine ilicitano, quien manifestó en un artículo que mientras sus amigos veranearon en Laponia o Estonia, él había elegido los pueblos de interior de la provincia de Alicante, “allí donde a falta de mar hace a la gente menos salada pero más fragosa”. Polop, entre ellos, donde ya acudió de niño varios veranos porque sus aguas y su clima eran beneficiosos para su madre. “Para mis hermanos y yo – nos dice -, lo indicado era romper de golpe la rutina acuática de la playa del Postiguet en Alicante y hacer en Polop de cabras cultivadas”.
Si me lo permiten, le invito a visitar la ciudad de Alicante, no sólo porque me tira la ”terreta” que me vio nacer, sino - sobre todo - por apoyar sus actividades empresariales, culturales, sociales en estos meses tan especiales y duros con el virus del covid-19 y sus consecuencias.
Alicante tiene mucho que ofrecer a quien la visitan, también a quienes la conocemos bien por vivir en ella todo el año. Visitantes de diferentes latitudes tienen a esta ciudad como su lugar de vacaciones y así debe seguir siendo, muchos llegados desde el centro peninsular. En una de ellas desde Madrid hacia la costa alicantina, por el camino de hierro, Azorín nos cuenta que “ya estamos en los términos de Alicante. El frío ha ido disminuyendo. Ya vemos huertas apacibles, verdes. Ya hay en el aire una luminosidad que no había antes. Ya las piedras son doradas. El tren va descendiendo rápidamente en busca del Mediterráneo” (28 abril 1928).
Los viajes hay que organizarlos, pero lo justo, no se pasen, que hay que dejar tiempo a la improvisación, a la sorpresa y a la aventura.
Una ciudad turística que se precie necesita de una buena oferta hotelera. Alicante la tuvo. Y la tiene. Permitan que me refiera a algunos de ellos del pasado siglo XX y más a unos que a otros. En su fachada marítima destacaban el hotel Palas (que antes se llamó Fonda del Vapor, Gran Hotel, Hotel Ibarra, Hotel Simón, Hotel Palace), el Reina Victoria, el Samper o el Carlton. Hubo otros establecimientos de prestigio como la Fonda de Bossio (cerca de Teatro Principal) o la Posada de la Unión (entre La Rambla y la calle Bailén). Después llegaron el Gran Sol, el Riscal, el Meliá…..
Permitan que me centre – en esta ocasión – en dos establecimientos por su importancia en la ciudad. Uno es el hotel Samper, situado junto a la Explanada con balcones, ventanas y una gran terraza sobre este paseo, restaurante y servicio de conexión en coche a todos los trenes que llegaban a la estación de Alicante. En su interior hubo una sala de baile donde Antonio Machín, entre otros, agradaba al público asistente con sus boleros. Al Director Gerente de este hotel, Antonio Samper, le gustaba ser detallista con sus visitantes. Con el paso del tiempo, y una remodelación urbanística de La Rambla, el Samper se derribó y en su solar se construyó el Hotel Carlton con un proyecto de L. Gay, Miguel López y J. Pastor e inaugurado a finales de los años 50. Fue el primer hotel moderno de la ciudad con baño en todas sus habitaciones, además de radio y televisión, y muchas de ellas con terraza. Tenía suites con un pequeño salón dentro de la habitación, además de baño independiente. En una de ellas, en la 508, se hospedó el Príncipe D. Juan Carlos de Borbón en su visita a varias poblaciones de la provincia de Alicante en 1965. El hotel tenía un “bar americano”, muy concurrido en aquella época. En el interior del hotel, Manuel Baeza pintó varios murales, además de diversos cuadros. Fue el hotel de los artistas, en él se hospedaron Jorge Mistral, Don Murray, … En 1980 fue comprado por el Ministerio de Defensa español y actualmente es la Residencia Jorge Juan para militares jubilados.
El Hotel Iborra, construido en un edificio de cuatro fachadas en lo que fue antes residencia de los Condes de Soto Ameno, con preciosas vistas a los balnearios de mar en la playa del Postiguet, al puerto, a la plaza del Mar, situado cerca del Ayuntamiento, ofrecía muchos servicios: “Salones para familias y personajes”; Sala de reunión, de lectura y de billar; baños en cada piso; cocina francesa y española; intérprete; carruajes de lujo para paseos y excursiones; óminibús a todos los trenes; bote de vela para dar paseos marítimos; en su interior se podían aparcar automóviles de clientes; “pensión completa desde 9 pesetas”. Ya ven cómo mimaban a sus clientes. Este establecimiento tuvo también el nombre de Hotel Palace que fue sustituido por Hotel Palas a petición de las autoridades franquistas (1939), castellanizando su denominación. Fue referencia de encuentro para políticos, empresarios, representantes culturales. En su planta baja se encontraba su restaurante, uno de los más lujosos de la ciudad con una carta llena de recetas de gran calidad. Desde su cierre en 1998, José Guerrero Martínez – Maitre del restaurante -, Francisco Guerrero Martínez – Jefe de Barra – y Nicolás Gómez Blanco – Responsable de la terraza – inauguraron el restaurante “Nou Palas” llevándose el espíritu y el buen hacer de lo mucho aprendido en el restaurante del Palas. En su Carta siguen siendo protagonistas sus “Canelones Rossini”.
Esas vistas al mar hoy son una mirada nostálgica de lo que fueron, de lo que son, de lo mucho que ha cambiado todo, incluso el uso de este Hotel Palas que ya no lo es. Si sus paredes hablaran, aunque de aquellas solo quedan las exteriores desde que la Cámara de Comercio compró este inmueble (2005) y lo reformó para instalar en él su sede. Hoy en este edificio se ubican dependencias municipales desde donde se atiende al ciudadano con los servicios de diversas concejalías. Y es que este inmueble, sea lo que sea, está en un sitio principal de la ciudad, ha sido y sigue siendo protagonista y testigo de muchas cosas, además de su propia historia.
“Una habitación con vistas” también es el título de una novela de Edward Morgan Forster. Lucy Honeychurch, una joven inglesa de buena familia, y su prima y dama de compañía Charlotte Bartlett, pasan unos días de vacaciones en Florencia en la pensión Bertolini donde Lucy conoce a George con la que vive una apasionada historia de amor. Esta novela fue llevada al cine por James Ivory con la que obtuvo tres Oscars.
Las vacaciones de agosto se prestan a visitar nuevos lugares, a realizar nuevas aventuras por insignificantes que nos parezca que estas sean. ¿Recuerda cuál fue la suya?