En los últimos días hemos visto imágenes impactantes del volcán de La Palma. Nadie pensaba que esto podía ocurrir por su inactividad, pero como se ha demostrado ahora, eso no quiere decir nada. Hace cincuenta años que no se producía este fenómeno en esta isla canaria. En España ha causado un gran impacto en la sociedad, no es para menos. Los españoles imaginábamos los volcanes mucho más lejanos.
Esas imágenes de la erupción que hemos visto a través de los telediarios o por redes sociales son muy bellas, pero siéndolas, produciéndose por un fenómeno inexplicable de la naturaleza que llama a la reflexión, no podemos olvidar el drama, la desolación, la tragedia, de quienes lo han perdido todo por el avance de la lava. Implacable y destructora, quema y arrasa lo que encuentra a su paso.
¿Se imagina uno de estos volcanes en Alicante? Pudo haber existido uno o eso me hicieron creer en casa cuando era niño y desarrollé la idea en mi imaginación. Era una forma de tenerme distraído. Me pareció creíble. Pasábamos muy cerca de él cuando íbamos a la finca de mis abuelos maternos. Lo tenía todo. Un monte solitario, pelado, extremadamente escarpado. Sin senderos que lo recorrieran, ¿quién se atrevería a subir allí? Con lo peligrosa que debía ser la escalada. Me imaginaba relatos de acontecimientos dispares, con personajes distintos, en diferentes escenarios. A mis protagonistas les pasaba de todo, incluso algunos llegaban al borde del cráter para mirar hacia su interior con recelo o con asombro. Para gustos todo es posible, ya sabe.
Ese volcán pudo ser Fontcalent, una sierra maltratada. Pero no lo es. Aunque hay más. A sus pies había un manantial de agua caliente. Tenemos que remontarnos a hace algunos años. Cerca de su fuente, una alberca se llenaba de este preciado líquido. Este corría después libre y travieso hasta donde podía. Ahora ya no podremos saber cuál hubiera sido su recorrido. La cantera, el trasiego de camiones, las obras del AVE, acabaron para siempre con este cauce.
Senderistas y fotógrafos inquietos de Alicante se fijaron en Fontcalent. Hace unos años se empeñaron en subir a su cumbre y señalizar un sendero. Era su forma de reivindicar el cuidado que debía recibir esta sierra para que no se degradara más. Uno de ellos fue Fernando Prieto. Lo cuenta en su blog linkalicante (le recomiendo que lo lea y le dedique unas horas). Llama a Fontcalent la sierra olvidada y tiene toda la razón.
Permita unos datos para ubicarla. La sierra Fontcalent se encuentra muy cerca de la autovía A-31, del polígono industrial del Pla de la Vallonga y del Centro Penitenciario del mismo nombre que la sierra. Está a 446 metros sobre el nivel del mar, en un entorno desértico, salvo algunas explotaciones agrícolas que luchan con su esfuerzo frente a los elementos. Fernando fue uno de esos intrépidos que ascendió en 2008. Estuve a punto de acompañarle a esa aventura – entonces yo era socio de la Asociación de Caminantes de Aigües y me gustaba recorrer senderos difíciles - pero no recuerdo por qué no lo hice en esa ocasión. Mi consuelo fue leerlo en el blog mencionado y rabiar por la envidia, de la sana, ya sabe. Fernando nos contó que se aproximaron “a la base de la montaña en busca de un collado por el que ganamos el cordal de la sierra” y siguió diciendo que “la parte final de subida al collado es pronunciada y con un tramo de roca lisa, habiendo de superar una trepada”. Esquivando los obstáculos, siguieron caminando hasta la cresta de la sierra. El premio al esfuerzo fueron sus extraordinarias vistas desde allí arriba, además de la colaboración en equipo por culminar la cima.
No fueron los únicos en subir a lo más alto. Antes lo hicieron otros y, entre ellos, lo consiguieron los primeros pobladores de este territorio, nada menos que hace miles de años. Esta sierra tiene los restos arqueológicos más antiguos de la ciudad de Alicante. En la llamada cueva del humo se encontraron unos vestigios arqueológicos de excepción como un collar o puntas de flechas de aquellos pobladores, que se pueden ver en el Museo Arqueológico de la provincia de Alicante (MARQ).
"Qué decepción", diría aquel niño, "no es un volcán". "Qué afortunados somos de que no lo sea", digo yo hoy. En caso contrario, toda la zona estaría en peligro de que un día rugiera la montaña, entrara en erupción y la lava corriera campo a través arrasando todo lo que encontrara en su camino.
Hecho en falta mayor protección de la administración pública a esta sierra. Como no nace de esos funcionarios que no se acuerdan de ella, tiene que ser la sociedad civil quien lo demande. Como aquella asociación que se denominaba Plataforma Salvem Fontcalent. Organizaron rutas de senderismo para hacerse oír a través de sus marchas, de su voz, de las palabras de su blog y de la difusión de sus acciones.
Al ver esas imágenes del volcán canario me pregunto si hay volcanes en la Comunidad Valenciana. Y los hay. No se alarme, ahora le informo. Son dos volcanes entre las cuatro zonas de actividad volcánica en España. Pero están dormidos. Uno es el Volcán de Cofrentes. Al nombrar esta población, una de las primeras cosas que me viene a la cabeza es la Central Nuclear que allí se encuentra. ¿Este pueblo tiene un volcán?, se preguntará. Y es para cuestionárselo. Está situado en el Cerro de Agrás a 500 metros de altitud. Con la construcción de dicha central nuclear se investigó su cráter y se llegó a la conclusión que este volcán era inofensivo porque su última actividad la tuvo hace dos millones de años. Aunque sus entrañas no están inmóviles porque siguen produciendo manantiales de aguas termales. Otro volcán en esta Comunidad es el de las islas Columbretes (Castellón). Se estima su última actividad volcánica hace unos 300.000 años, en concreto en la isla Grosa.
Pero ¿realmente están dormidos?. Para comentárselo me informo y le digo que los volcanes durmientes son los que tienen cierta actividad, como sus aguas termales, y han entrado en erupción de forma esporádica, aunque esta haya ocurrido hace siglos. Pero nadie puede determinar que no se activen en cualquier momento. Pues eso.