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socialmente inquieto / OPINIÓN

Un Virrey de México, nacido en Alicante

24/10/2022 - 

ALICANTE. Caramba, un alicantino ¡Virrey de México! Nada menos. Ahora se lo cuento. Seguro que se ha quedado tan sorprendido como yo cuando supe de él. Persona con carácter, no se arrugaba ante nada, fuera quien fuese el enemigo o el contrincante, tanto si este era un aguerrido militar, un ejército rebelde, un cruel pirata o el pueblo llano con excesivas ganas de diversión cuando él velaba por sus designios. Ya verá a qué me refiero. Como todo, es bueno empezar por el principio. Nació en Alicante el 20 de noviembre de 1733 en una familia hispano-irlandesa de reconocido prestigio, nobleza e influencia en aquella ciudad de principios del siglo XVIII.

Félix Berenguer de Marquina y Fitz-Gerald, que así se llama el protagonista de esta crónica, fue militar, matemático, marino, explorador, además de muchas más cosas que le narro en seguida, a ver cómo se lo resumo. Permita que destaque lo más llamativo de su biografía. Y tenemos quien nos lo cuenta. Mire, el cronista provincial Gonzalo Vidal Tur nos dice de él que “consignamos dos cargos que le acreditaron, a la par que, de bizarro marino, de excelente gobernante: el de Capitán General de las islas Filipinas y el de Virrey de Nueva España. En el primero venció repetidas veces a los temidos joloanos y mejoró notablemente la administración del archipiélago; y en el segundo, al mismo tiempo que introdujo útiles medidas administrativas, dedícose al mejoramiento de las costumbres, harto relajadas en su tiempo en algunos pueblos del Virreinato de México, rico florón entonces de la Corona de España”.

Un acontecimiento de entonces en México dio mucho qué hablar. Había un baile muy popular en el pueblo llano. Era un galanteo que el hombre le hacía a la mujer y ella contestaba de la misma manera. Acercándose, rozando con su cuerpo el de ella mientras bailaban. El pateando el suelo con energía. Ella volteando su falda, atrayendo la atención de su galán. Cuando en ese galanteo a él se le escapaba una mano y tocaba algo más del cuerpo de la mujer de lo que esta esperaba -qué pícaro me dirá- podía llevarse un bofetón. Cuando esto ocurría se montaba el lío, se producían peleas y se alteraba el orden público. 

Ante las quejas de las altas jerarquías eclesiásticas de la iglesia católica y de autoridades civiles por este baile provocativo que podía terminar en altercados, el Virrey tomó una decisión drástica. No le tembló el pulso en prohibir el “jarabe gatuno”, que así se llamaba este baile. Y así se llama en la actualidad porque a pesar de esta prohibición, pervivió en la gente corriente como un gesto de libertad y de identidad frente al gobernante español. Actualmente se sigue bailando y se acuerdan de aquel Virrey de nombre Félix Berenguer que intentó impedírselo. Ya ve. Si con la iglesia toparon entonces, hoy no hay nadie que se atreva a prohibir baile tan popular y festivo. Búsquelo en YouTube, contagia alegría, animosidad, invita a bailar y a pasarlo bien, todos con una sonrisa en la boca. En realidad, sólo es un baile en el que el hombre corteja a la mujer, y viceversa, y lo que venga después, si viene, es responsabilidad de cada uno.

Después de sus andaduras por el ancho mundo, que para él lo fue, volvió a Alicante a reencontrarse con sus orígenes, a descansar y ver pasar los días sin prisas ni sobresaltos. Muchas experiencias quedaron guardadas en su cuaderno de bitácoras para enseñanza de las generaciones venideras. Para admirar su talento. Para valorar sus victorias ante los diversos bandidos que se encontró a su paso, entre ellos el incansable inglés que quería apoderarse de las riquezas de las tierras españolas allende los mares. Para ver cómo afrontaba la adversidad que a veces encontró en su camino.

En muchos de esos días de sosiego en Alicante echaba la mirada atrás y recordaba su vida. Desde el principio le atrajo la vida castrense. A los 17 años inicia su carrera militar como cadete en el Regimiento de Infantería de la Reina (1753) en Alicante. Meses después consiguió plaza de guarda marina en el Colegio Naval de Cádiz. Durante estos estudios destacó en matemáticas y Navegación

A los 20 años embarcó por primera vez en el navío Europa. Esto ocurrió el 10 de octubre de 1756. Iniciaba así su larga singladura en la mar defendiendo los interese de España. 

De vuelta en tierra fue nombrado tercer Maestro de matemáticas en la Escuela de guarda marinas (1757). Durante este periodo en la que formaba a futuros marinos fue ascendiendo en el escalafón hasta conseguir el nombramiento de Teniente de Navío. Posteriormente, fue nombrado Director del Cuerpo de Pilotos del Departamento Naval de Cartagena (1776).

Siguió con ascensos hasta conseguir el de Capitán de Navío en 1780. En esta época redactó algunos tratados de Disciplina para el mejor servicio al Rey y a la Marina. Con 40 años fue nombrado Presidente, Gobernador y capitán General de las Islas Filipinas (22 de marzo de1787). Por problemas de salud con el clima de estas tierras, Berenguer de Marquina solicitó que se le relevara en el cargo, decisión que se aceptó en Madrid, quedando pendiente de destino.

De regreso a la metrópoli, el rey Carlos IV le nombró Virrey de México el 8 de noviembre de 1799. También le nombró Gobernador, Capitán General y Presidente de la Real Audiencia de México. Embarcó en el bergantín correo El Cuervo desde La Coruña rumbo a ese destino que le dio tanta notoriedad de la que ya he mencionado algunas de las razones. Renunció al Virreinato en 1802 para regresar a España, había llegado el momento de volver a casa con su familia. El 11 de febrero de 1803 embarcó en el puerto de Veracruz en la corbeta Mari Rita y el 10 de mayo de ese año llegó a Santander.

 Su ciudad natal fue su última morada y desde aquí partió a su eterna travesía. Fue el 30 de octubre de 1825, enterrado en el cementerio de San Blas, hoy inexistente por presiones urbanísticas. Sí se conserva su monumento funerario que encabeza su escudo nobiliario. Este se encuentra en la zona de entrada al Baluarte de Santa Ana en el Castillo de Santa Bárbara, junto a unos cañones. Lo habrá visto en alguna ocasión, es donde antes se aparcaban los coches mirando al Mediterráneo. Si se fija, este castillo guarda recuerdos que deberían tener mucho mayor reconocimiento del que tienen. Quizá algún día se los cuente todos en una misma crónica. En medio de este monumento funerario hay una lápida de mármol blanco donde quedó escrito lo siguiente: “El Excelentísimo Señor Don Félix Berenguer de Marquina, Teniente General de la Real Armada. Fue Capitán General Gobernador de las Islas Filipinas, y Virrey de Nueva España. Sus virtudes religiosas y honor militar hacen grata su memoria”. Casi nada. Tenemos este monumento arrumbado en un rincón del Castillo, además de dar nombre a una céntrica calle de Alicante. Pero se merece mucho más.

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