Que hoy podamos disfrutar de determinados inventos fue fruto del talento, del espíritu aventurero y de la ambición de aquellos que muchas veces se jugaron su vida con el propósito de cumplir un sueño.
Esta vez ese sueño tiene que ver con volar. Pero no sólo por el hecho de hacerlo, sino con el ánimo y la intención por parte de unos verdaderos héroes para que sus aeroplanos recorrieran largas distancias y sus vuelos fueran seguros. Esa actitud emprendedora tendría muy pronto el interés de militares y empresarios. Todo esto tuvo que ver con cumplir una meta, un objetivo a alcanzar, una competición deportiva.
Seguimos en el siglo XX, y digo que seguimos porque mi artículo de la semana pasada también fue de esas fechas. También conté, como voy a contar ahora, acontecimientos sociales ocurridos en Alicante durante los primeros años de ese siglo. Aunque les aviso que nada, o casi nada, tiene que ver el contenido de este con aquél.
El año elegido para este escrito es 1912. Lo que les voy a contar ocurrió en Alicante en ese año según Enrique Cutillas Bernal, Cronista de Alicante, con la participación inicial de un suizo, un francés y un español. Vean.
Todo empezó por el empeño de dos inventores. Desde un taller de bicicletas en Ohio (EEUU) los hermanos Wilbur y Orwille Wright hicieron un aparato que podía volar. Iniciaron el vuelo el 17 de diciembre de 1903 en Kitty Wawk (Carolina del Norte) con su Flyer I. Volaron durante 12 segundos. Les puede parecer una exigua proeza, sin embargo, fue el principio de una gran aventura aeronáutica a nivel mundial. Tenían que contar su hazaña y – pensaron - que la mejor manera de hacerlo era demostrar sus logros con hechos, por esto Wilbur Wright se trasladó a Francia cinco años después con el propósito de batir récords para ganar adeptos a su invento y para mostrar a sus competidores de lo que era capaz con su aparato. En Le Mans, Wilbur consiguió las mejores marcas con 123 metros en distancia, 115 metros en altura y con una permanencia en el aire de 2 horas y 18 segundos. Ante sus éxitos, los dos hermanos Wright montaron una escuela de aviación en Pau (Francia).
En España los logros alcanzados por los hermanos Wright tuvieron eco especialmente en los ingenieros militares Emilio Herrera y Alfredo Kindelán. Ambos tenían el título de piloto de dirigible y de globo. Era el comienzo de una gran aventura aeronáutica. Ellos dos fueron la voz y el empeño en proponer a sus superiores la adquisición de esos aeroplanos. Tuvieron un aliado de excepción, el rey Alfonso XIII, amante del motor y de la velocidad, a quien le despertó pronto la curiosidad sobre esos artefactos que podían volar. Y para que nadie le contara sus excelencias, se fue a Pau (Francia) – el 20 de febrero de 1909 - para que los hermanos Wright le explicaran los detalles de su invento a pie de pista junto a unos de esos aeroplanos: el Flyer Modelo A. El Rey quiso volar con ese aeroplano, como sí hizo Wilbur ese día, pero el ministro español que le acompañaba le sugirió que era muy arriesgado y le convenció que dejara para otra ocasión volar en un aparato como ese. Piensen que la aviación entonces estaba en fase experimental. En España, el Rey motivó el emprendimiento y la inversión en la industria aeronáutica con su empeño, su entusiasmo e incluso con su patrimonio alentando a que otros le imitaran, siendo accionista de la empresa “La Hispano”, fabricante de aviones, antes llamada “Hispano Suiza”, que también fue fabricante de coches. Su gesto hizo que otros perdieran su desconfianza en esta industria e hicieran lo mismo que el Rey: invertir en empresas de ese sector. También lo hizo el Rey con otras inversiones con la misma finalidad, como la que realizó en el Metro de Madrid cuando muy pocos creían en su utilidad y viabilidad como medio de transporte de pasajeros.
Desde entonces la evolución de la aviación fue imparable. Ya en el Salón Aeronáutico de París de 1909 se exhibieron diversas aeronaves que se habían probado con resultados satisfactorios. En este Salón se presentó el primer aeroplano construido por un español: Antonio Fernández. El primer vuelo de un avión español se hizo en septiembre de ese año en Paterna (Valencia) por medio del piloto Joan Oliver en un biplano patrocinado por el ingeniero industrial Gaspar Brunet. A partir de 1910 desembarcan en España aviadores extranjeros, como Julien Mamet o Luís Bleriot, que mostraban con sus proezas las excelencias de sus aeroplanos. En estas exhibiciones nacieron los retos a través de pruebas de largo recorrido o raid. La primera fue la de París-Madrid en mayo de 1911 que ganó el francés Jules Verdiness. Esta fue el pistoletazo de salida para organizar otras competiciones aéreas similares, como la de Salamanca-Valladolid-Salamanca o la de Valencia-Alicante-Valencia de 1912.
Ya ven, ya hemos llegado a nuestro año. Ahora falta que les diga la fecha y les cuente que es lo que pasó. Fue el 27 de julio de 1912 cuando un suizo, un francés y un español emprendieron el vuelo para competir por este nuevo raid. El premio eran 25.000 pesetas, que para la época era una fortuna. El inicio de la prueba fue accidentado para dos de ellos. Gregorio Campaña abandonó después de dos intentos fallidos de despegue: en el último, intentó ascender teniendo desnivelado el estabilizador del aeroplano. En el ascenso dio una vuelta de campaña por lo que se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en la orilla de la playa, teniendo que ser ayudado el piloto para salir del agua. El suizo Wyss regresó a Valencia en pleno vuelo por problemas de visibilidad. Fue el piloto francés Gilbert Le Lasseur quien llegó en solitario en dos horas a Alicante en un monoplaza Bleriot XI.
Cuando el francés Le Lasseur llegó a Alicante pudo ver a vista de pájaro algunas de las señas de identidad de la ciudad como eran y siguen siendo las playas y el castillo Santa Bárbara. Voló tan bajo cerca de la playa del Postiguet que se temió que se estrellara contra los balnearios. En la playa muchos espectadores lo miraban y aclamaban con sorpresa y admiración y otros, en cambio, con mucho recelo.
No fue la única exhibición aérea que hubo en Alicante sobre esas fechas. También en 1912, pero en marzo, en las Fiestas de Invierno de la ciudad en la que se organizaron diversos festejos a los que asistieron el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia, quienes quisieron acompañar a los alicantinos en esos días. Es indudable que al Rey le gustaba venir a Alicante y lo hizo en varias ocasiones. El presidente del Gobierno, el liberal José Canalejas, acompañó a los Reyes en esta visita, organizando un extenso programa de actividades, entre ellas el Rey participó en varias regatas. Los Reyes se hospedaron en el yate real Giralda que estaba fondeado en el puerto de Alicante. En las visitas reales el Rey iba acompañado – entre otras personas – del fotógrafo Jose Luís Demaría López, de alias Campúa (1870-1936), probablemente uno de los mejores reporteros de España y un excelente retratista. En el archivo de esta visita hay una foto del 15 de marzo de 1912 donde se ve el despegue del aeroplano del piloto Garnier desde la playa del Postiguet en Alicante. Bajo el aeroplano se ve una persona grabando cine e inmortalizando el momento y un automóvil pilotado por un testigo de ese instante. Inventos todos: la fotografía, el avión, el cine y el automóvil que marcaron tendencias durante todo el siglo XX y lo siguen haciendo en los inicios del siglo XXI.
Esos primeros aeroplanos fueron el inicio de los aviones que hoy conocemos, y los aeródromos de Alicante lo son del actual aeropuerto internacional Alicante-Elche. Algún día les contaré los acontecimientos del aeropuerto desde sus inicios hasta nuestros días, que son muchos y muy interesantes.