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del derecho y del revés  / OPINIÓN

Un plan para Alicante (III)

11/07/2021 - 

La cuarta ola de la pandemia -o la quinta, que, francamente, he perdido la cuenta y ya no sé si voy o vengo- está arreciando y se cierne sobre nosotros la sombra de la sospecha de si esto no será más de lo que había al principio de los principios. Me refiero al momento anterior a que perdiéramos la inocencia, ante la imposición del cambio de paradigma que trajo el maldito virus, conocido también como nuevo orden mundial, según proclaman los conspiranoicos. Hay miedo ante al incremento de contagios de la última semana, que ha obligado al Gobierno valenciano a imponer nuevas medidas restrictivas, al igual que están acordando otras Comunidades Autónomas. El aumento de la movilidad y las celebraciones juveniles aparecen como principales sospechosos del aumento de casos, sin olvidarnos del efecto que haya podido tener la liberalización de las medidas de contención. Nuestra Comunidad está en zona de máximo riesgo, lo que amenaza por completo la campaña del verano y podría dar al traste con los cantos de sirena del Gobierno de la nación en cuanto a la presunta recuperación del país, ahora en modo catarsis total tras la poda efectista perpetrada por Sánchez este fin de semana. En conclusión, no nos podemos relajar ni un poquito. Manda huevos, como diría Trillo.

Por otra parte, en nuestra Comunidad están vacunados los mayores de 45 años, e incluso gente más joven, por lo que los contagios no deberían, en teoría, ir seguidos de grandes problemas de saturación en los hospitales ni de un considerable aumento de los fallecimientos, eso confiando en que las vacunas resulten efectivas contra las variantes delta, épsilon, omega o las que vengan y todo el esfuerzo realizado para tratar de inmunizar a la población no haya sido en vano. Si no hay más remedio que volver a los toriles, será preferible que empiecen con las limitaciones respecto del ocio nocturno y que realicen confinamientos selectivos por áreas afectadas, pero no indiscriminadamente como se hizo antes, respetando la libertad de movimientos que, sin estado de alarma, no procederían en ningún caso. Hay que ver qué poco nos han durado las alegrías.

Mientras les escribo estoy en el tren de vuelta desde Madrid a Alicante, un tren atestado de gente, en el que las toses se escuchan por todos los rincones, ¿son todos resfriados comunes, fumadores empedernidos, o es que el virus anda pululando por ahí y campando a sus anchas? ¿Por qué la RENFE no toma la temperatura a los viajeros antes de subirse al tren? ¡Me pone de los nervios tanta ineptitud! Otra cosa, ¿por qué la gente que se encuentre mal no se plantea quedarse en su casita, para evitar contagiar a los demás? Es preocupante pensar que, en muchos aspectos, seguimos haciendo como si el dichoso bicho no estuviera entre nosotros.

Habida cuenta de la situación actual, proponer un plan para Alicante puede parecer algo superfluo y, en cierto sentido, absurdo. Sin embargo, #seguimosadelante, que diría José Ramón Gonzálvez, y tenemos la obligación que no pararnos, a pesar de las dificultades.

Uno de los temas que tiene pendiente Alicante es definir y defender su tejido comercial. El comercio de proximidad hace ciudad, los bajos comerciales recayentes en la fachada de los edificios que dan a las aceras de las calles, con sus escaparates, con sus luces encendidas, crean ciudad. El centro de Alicante es un sitio ideal para salir de compras y pasear. En el comercio especializado y profesional, así como en los pequeños centros comerciales abiertos, como el de Torre Golf, hemos de buscar la salida en este aspecto a nuestra ciudad, y no así en las moles de edificios cerrados -modelo comercial en franco retroceso a nivel mundial- especialmente en una ciudad como la nuestra, con tantos días de sol y una temperatura admirable casi todo el año. Ahora que la ATE de Ikea en Rabasa está definitivamente muerta y enterrada, debemos dedicar un momento a la reflexión en este ámbito. Alicante precisa comercios pequeños bien atendidos, regentados por comerciantes con vocación de servicio y que sean buenos profesionales, pero también de un plan de futuro en este ámbito. Yo conozco unos cuantos comerciantes a los que admiro y de los que les daré algunos nombres. Empiezo por Maricarmen López, que hace unos días inauguró su nuevo local de mercería Mave; pero también les hablaré de Vanessa Cárdenas, carnicera de La Alacena y peleona presidenta del Colectivo de Comerciantes por Alicante; de Vero Devesa, hostelera de La Terreta; de Paco Riera, frutero del Centro Comercial Venecia; de Vicente Armengol, con su tienda de moda de hombre Filant la Tardor; o de Carmen Durá, de la tienda de dietética Lima Limón. Todos ellos buenos ejemplos de saber hacer, pero que sin duda no son los únicos. Existe un comercio de proximidad potente en la ciudad de Alicante, que merece ser escuchado y defendido. Las tiendas en franquicia han llegado para quedarse y aquí hay sitio para todos, pero dada su impersonalidad no son precisamente las que otorgan su verdadero carácter a una ciudad, quienes la distinguen y definen. El pequeño comercio, por el contrario, sí. Hemos de crear un plan para su fomento y dotar un presupuesto suficiente en Alicante, así como ligarlo a la venta de productos locales, de cara a ese turismo que esperamos seguir recibiendo y que tanta falta nos hace.

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