Después de la histórica decisión de los socialistas del Comité Federal del domingo pasado, se ha desencadenado una tormenta solar en la opinión pública de una virulencia desconocida desde el abandono del marxismo del propio Partido Socialista Obrero Español en 1979, la descomposición de la Unión de Centro Democrático en el Congreso de Palma de Mallorca de 1981 o la refundación de la antigua Alianza Popular en 1990. No estamos ante una crisis de régimen ni mucho menos del sistema. Pero esta llamarada en el corazón de la izquierda abrasa una forma de entender y ejercer la política y alterará con su influjo al resto de formaciones políticas, la actual relación de fuerzas en el Parlamento Español, aquí en Les Corts Valencianes y, próximamente, en los municipios y Diputaciones de la Comunitat Valenciana.
Nos enfrentamos a una legislatura corta en la que Mariano Rajoy tiene como casi único objetivo –un clamor…¡qué remedio!- preparar su retirada ordenada con la confección de un equipo en el que tenga presencia –las quinielas de este segundo- el viejo y nuevo Partido Popular. Una mezcla de curtidos guerreros capaces de resistir la feroz oposición y de hábiles negociadores con la suficiente autorictas y potestas para alcanzar consenso y todo tipo de acuerdo -en el Parlamento y la calle como centro de la acción pública- desde el de los Presupuestos Generales hasta la más sencilla iniciativa parlamentaria o cualquier nombramiento o destitución imperativa. Albert Rivera se esforzará en ofrecerse con su minoría como una alternativa influyente, creíble y solvente desde el centro derecha. Pablo Iglesias asaltará el cielo –intentado reventar su target market: el PSOE- por tierra, mar y aire refrenado por la emergente –como ya ha pasado en Madrid- figura de Íñigo Errejón. Alberto Garzón nunca acabará de definirse ante el Partido Comunista de España.
Y los socialistas de Javier Fernández, tras su trascendental decisión instrumental de desbloqueo institucional, deberán acertar, especialmente en los próximos días, en la elección de personas y en la intensidad y tono de su oposición para intentar volver a enamorar a los españoles. Para esquivar el divorcio interno, la Gestora aplazará sine die el Congreso. Ni bases ni barones: a nuez somos los ciudadanos. Pero esta vez no, no esperando que escampe, sino intentando reencontrarse, coserse y organizar el debate. Josep Borrell aglutinará el alma más izquierdista de los socialistas.
El Consell tiene garantizada su estabilidad "a prueba de bombas" gracias al sólido acuerdo de legislatura entre Mónica Oltra y Ximo Puig. Las turbulencias internas de las formaciones que ambos lideran –que las tienen- se ven cauterizadas por la argamasa del poder y la responsabilidad compartida de impulsar, protagonizar una necesaria regeneración democrática después de la ominosa e inacabable era del saqueo popular.
El ejecutivo valenciano precisará de retoques y reajustes pero ya se puede afirmar que es una maquinaria, por fin, engrasada, en marcha
El ejecutivo valenciano precisará de retoques y reajustes pero ya se puede afirmar que es una maquinaria – por fin, engrasada- en marcha que, a pesar de la infrafinanciación y la deuda histórica, tiene marcada claramente su dirección y objetivos. La normalización de la vida pública, el impulso de una cada vez más sólida sociedad civil y la recuperación de la decencia y la autoestima de la ciudadanía, tendrán el inaplazable colofón con el inicio de las emisiones de la Corporación Valenciana de Medios de Comunicación. Justo en esa tarea jugará un importantísimo papel el líder de Podem València, Antonio Montiel, pendiente de la celebración de su "Vista Alegre Valencià" , paso previo a su entrada en el Consell. Ciudadanos aquí en la Comunitat es Unión Valenciana. Contra eso parece que se rebela el síndic Alexis Marí arrastrado por la irresistible fuerza telúrica de Carolina Punset. Isabel Bonig no logra alcanzar desprenderse de la hipoteca reputacional que ha heredado –el horizonte judicial y la tutela del sector cristiano- y no acaba de afinar en la forma ni en el fondo de hacer oposición. Ni constructiva ni destructiva. Nada que ver con los deslumbrantes discursos de Michelle Obama. Menos mal que no tenemos –dios nos libre- un Trump. Pero no perdamos la esperanza.
La investidura como presidente de Mariano Rajoy –SM’S, tweets- y la rebolica de los socialistas, apenas influirá, a corto plazo –otra cosa es un futuro próximo con la consiguiente lista de caídos- en la estabilidad de los municipios de la provincia de Alicante, más afectados por la inexistente o arrasadora personalidad de sus dirigentes y los problemas de carácter estrictamente local. Inquietante es la eterna –fundacional- crisis de Ciudadanos entre exripollistas y "los otros" que pueden afectar el normal funcionamiento de la Diputación de Alicante a través de las iniciativas de Fernando Sepulcre. Hay que destacar la consolidación de figuras como Mireia Mollà y Gerard Fullana de Compromís, los alcaldes socialistas de Elx y Elda, Carlos González y Rubén Alfaro –que está haciendo una magnífica labor al frente de la Federació Valenciana de Municipis y Províncies- y el propio presidente de la Diputación, el popular César Sánchez.