Comentaban ayer en una emisora de ámbito nacional dos periodistas acerca del incendio del aeropuerto de Alicante-Elche, y decían sorprendidos que es el quinto más grande de España, por delante de los de Gran Canaria, Tenerife, Ibiza y Valencia, al que prácticamente duplica en tráfico de viajeros, sin ir más lejos. Las cifras son expresivas, así que permítanme que las destaque: Alicante, 15 millones de viajeros, frente a los 8,5 millones de València, situado en la novena posición de España. Alicante ocupa un lugar más que destacado en muchos aspectos, pero no nos lo acabamos de creer. Éste es uno de los grandes problemas de nuestra provincia, que le falta la conveniente visibilidad en el ámbito nacional, pues suele aparecer como subsidiaria de Valencia, aunque en no pocos aspectos tenga mayor peso específico que ésta, como les acabo de demostrar con esa simple comparación aritmética.
El tráfico de viajeros del aeropuerto Alicante-Elche, sin ir más lejos, es debido sin duda, entre otros motivos, a que la provincia de Alicante es un polo de atracción de visitantes tanto nacionales como extranjeros. Y unos de los factores más interesantes para quienes nos visitan son, de una parte, la bondad del clima, y de otra la categoría de las playas, que atesoran el mayor número de banderas azules de España. La Comunidad Valenciana en su conjunto está a la cabeza en cuanto al número de playas con este prestigioso distintivo, pero dentro de la Comunidad la gran mayoría de dichas playas pertenecen a la provincia de Alicante.
El aeropuerto Alicante-Elche es tan importante gracias al elevado número de personas que quieren venir a visitarnos. He ahí que el parón de 24 horas que ha sufrido el aeropuerto, debido al incendio el miércoles en la cubierta del que afortunadamente no hay que lamentar daños personales, haya supuesto un verdaderos caos, por los numerosos vuelos que han tenido que cancelarse o desviarse y los afectados han sido nada menos que 35.000 viajeros. Lo que me da rabia es que este aeropuerto puntero, también por la obra tan colosal que se ejecutó en su construcción, tan moderno y con tanto movimiento de personas, salte a la palestra de la información nacional únicamente por un hecho desgraciado como el del incendio, en vez de por todo lo que supone para nuestra provincia, las personas que vivimos aquí y quienes nos visitan.
Las conexiones aéreas con tantas ciudades de todo el mundo, pero principalmente de Europa, nos acercan y posicionan en el mapa y permiten que a Alicante puedan también venir también muchas personas por motivos de trabajo, no únicamente por turismo. Sería maravilloso que la ciudad de Alicante pudiera disponer de un palacio de congresos en condiciones, que ya hay algunos que estamos aburridos de decirlo, porque estoy convencida de que sería un verdadero éxito y dinamizaría y diversificaría las visitas. Pasaríamos del turismo de sol y playa, con algunos visitantes de bajo nivel adquisitivo, al turismo de congresos. Que en esto, como en muchos aspectos de la vida, no es sólo cantidad lo importante, también lo es la calidad y mucho.
Mención aparte merece sin duda el empresariado de la provincia, que siempre ha sido de lo más imaginativo. Fíjense que a alguno le dio, y además tuvo éxito en su empeño, en fabricar aceitunas rellenas de anchoa, y eso que aquí ni hay anchoas ni mucho menos aún aceitunas. Si hablamos de empresarios del mundo de la restauración, lo de las 12 estrellas Michelin que se concentran en la provincia son otro ejemplo de que aquí hay chefs de mucha capacidad y nivel, lo que atrae también a cierto público. De los emprendedores innovadores y tecnológicos no hablemos, ¡aquí das una patada y te salen diez startups!. Sólo nos falta conseguir ese empujoncito que nos daría una financiación justa, el apoyo institucional decidido y la inversión pública en materia de infraestructuras y ayudas al emprendedurismo, para contribuir a que la provincia florezca. De ahí que esperamos que las personas que están en condiciones de hacerlo, esto es nuestros representantes políticos, lo exijan de los poderes públicos. Y nosotros los ciudadanos, por nuestra parte, se lo hemos de exigir a ellos.