ALICANTE. Se han cumplido 250 años de la colonización de la que fue Isla de San Pablo, Isla Plana o Isla de Santa Pola, y que a partir de la primavera de 1770 comenzó una era distinta como Nueva Tabarca. Su historia actual comienza en esas fechas, con el traslado allí de los primeros colonos tabarquinos, rescatados por el Rey Carlos III de la esclavitud que sufrían en la isla tunecina de Tabarka (de ahí su nombre) e instalados con ciertos privilegios en Nueva Tabarca para garantizar la repoblación del islote alicantino. Desde entonces, un cuarto de milenio ha pasado, y ahora una exposición rememora el hogar de pescadores que fue a mediados del siglo pasado, esencia de un lugar histórico que mantiene intacto todo su encanto.
“Llegaron primero a Alicante, donde se les censó para habitar un año en el antiguo colegio de los Jesuitas y después convento de las Monjas de la Sangre, en el casco antiguo, y tras un año pasaron a conformar el contingente civil que repobló Tabarca”, explica José Manuel Pérez Burgos, jefe del departamento de Patrimonio Integral del Ayuntamiento de Alicante y director del Museo Nueva Tabarca. Ahora, la concejalía de Cultura conmemora esa efeméride con una muestra fotográfica, bajo el título Estampas tabarquinas, que se inaugura este viernes, 18 de diciembre, en el Centro Municipal de las Artes de Alicante, a partir de las 13:30 horas, y que se podrá ver hasta el 29 de enero.
Imágenes históricas y costumbristas que plasman la vida en la isla a mediados del siglo pasado a través del objetivo de los fotógrafos alicantinos Francisco Sánchez y Eugenio Bañón. “Ellos dos son los principales fotógrafos que capturaron las imágenes de los monumentos y gentes de la época”, explica Pérez Burgos, que ha coordinado la muestra. Iniciativa que ha contado, además, con la aportación particular de los propios vecinos de la isla, a través de la Asociación Tabarca Cultural, que ha incorporado instantáneas históricas de sus momentos más destacados como habitantes de este icónico territorio alicantino.
Además de las fotografías, se expone una reproducción de la matrícula de los tabarquinos, documento clave para la historiografía de Tabarca. “Es el censo que manda hacer Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda y presidente del Consejo de Castilla por aquel entonces, al gobernador militar de Alicante, Guillaume René de Baillencourt, para registrar así a toda esa gente que décadas antes había llegado a la isla y, por tanto, a la ciudad”, explica. Una matrícula completa que se custodia en el Archivo Municipal y que ahora se reproduce.
Imágenes antiguas, en blanco y negro, divididas en tres bloques temáticos. Uno dedicado a la monumentalidad de la isla, otro a las propias personas que la habitan y otro dedicado a la pesca, que es la actividad principal a la que se han dedicado los tabarquinos a lo largo de la historia. “Se pueden ver unos monumentos muy decrépitos, como la iglesia de San Pedro y San Pablo, antes de las restauraciones que se han hecho en los últimos años”, apunta. Por otro lado, llaman la atención tanto el cuerpo de guardia de la puerta de San Rafael como el paño de muralla que acoge la cueva del Llop Marí, “que se pueden apreciar prácticamente igual que como están en la actualidad”.
“Lo curioso es ver cómo eran esos edificios y también sus gentes, con sus rostros y vestimentas, que reflejan cómo de dura era la vida allí en aquel momento, que nunca fue fácil”, describe, principalmente a causa del aislamiento, la falta de agua dulce o las condiciones meteorológicas adversas. Y es que la época en la que se enmarcan la mayoría de las imágenes de la exposición coincide además con el final de la almadraba de Tabarca, que fue el sistema con el que se pescaba el atún, principal sustento económico de sus habitantes.
“A principios del siglo XX, en los años 20, las capturas eran cuantiosas y se pudo progresar económicamente gracias a este arte de la almadraba, que fue desapareciendo y en los 60 terminó por completo”, explica. Años antes, momentos en los que se toman las instantáneas, comenzaba a atisbarse ese declive. “La gente comenzó a emigrar fuera, hasta el boom turístico de la década de los 60”, recuerda, dando inicio al modelo económico que ahora se mantiene. El marco cronológico en el que se toman las fotografías es esa crisis socioeconómica con la que se empezaba atisbar el cambio de modelo en la isla, en auge durante los meses de verano. Precisamente por eso se planea trasladar esta muestra allí en la época estival, para que también puedan verla los vecinos y visitantes.
“Hay inmuebles históricos o restos de inmuebles que se siguen manteniendo igual, en estado de ruina, y que dan un aire romántico a las imágenes, pero deberían tener un proceso de restauración en la actualidad”, reclama Pérez Burgos, antes de que ocurra lo que ya ha sucedido con otros espacios emblemáticos como El Jardinet, que se ha perdido. “Yo llegué a conocerlo”, apunta. Un almacén de pescadores que podría haberse conservado, pero que se destruyó y desapareció. En esa misma línea de protección del patrimonio incide para instar a las autoridades locales a que soliciten activamente la cesión de la Torre de San José, propiedad del Ministerio del Interior, ya que alberga el cuartel de la Guardia Civil.
Pérez Burgos asegura que, a nivel nacional, tanto el ministerio como la Guardia Civil planean ceder espacios como este a otras administraciones para dotarles de un uso cultural, debido al coste gravoso de su mantenimiento. Algo que podría ser una oportunidad para este edificio histórico tabarquino. “Es uno de los inmuebles históricos más importantes que tiene la isla, sin lugar a dudas, y sería una magnífica sede para el Museo Nueva Tabarca e incluso podría acoger otras ideas culturales más ambiciosas”, afirma. Un edificio que ya de por sí es histórico, acogiendo dentro de él su propia historia.
Por otra parte, sobre el faro, es más partidario de destinarlo a fines científicos. “Sería un buen laboratorio de investigación relacionado con la reserva marina de Tabarca, pero por el momento no me consta que se puedan estar dando pasos en ese sentido”, explica. Como técnico del Ayuntamiento, en su día ya realizó informes en contra de un posible uso hotelero o turístico de este espacio y reclamó, precisamente, que se asignara al ámbito científico. “Tabarca es una reserva marina y una zona de especial protección de aves, pero además es un lugar de interés comunitario, a parte de ser conjunto histórico monumental, así que hay razones suficientes como para que no se haga un uso que pueda acarrear un daño a ese espacio”, sentencia.