mi cuerpo, mis reglas / OPINIÓN

Terapias de conversión: el 'caso Reimer'

12/10/2022 - 

ALICANTE. "¿Para cuándo una terapia para volver gais a los heteros?". Es un comentario que he leído mil veces relativo a debates sobre la brutalidad de las terapias de conversión de personas LGTBI. Por eso me he decidido a hablar del asunto.

David Reimer siempre fue un hombre con muy mala suerte desde que, recién nacido y en la que debía ser una rutinaria operación de circuncisión, un médico con poca pericia en el uso del cauterio láser le segó los órganos genitales. Con desesperación, sus padres lo pusieron en manos del Dr. John Money, un reputado psicólogo neozelandés afincado en los EEUU y especializado en sexología, el cual vio el cielo abierto para poder demostrar sus teorías. Les recomendó “reasignar” quirúrgicamente a su hijo y convertirlo en una preciosa niña. El pequeño Bruce (nombre en principio elegido por sus padres) sería a partir de entonces Brenda y su hermano gemelo, Brian, sería el 'sujeto control' perfecto para el experimento. Corrían los años sesenta y los conocimientos en genética y neurología no eran los mismos de ahora. Y aunque en nuestra época pensar en ello nos horrorice y nos parezca como comparable a los “trabajos” de un tal Dr. Mengele en Auschwitz unos veinte años antes, se trataba de un experimento que para nada desentonaba en los parámetros éticos de entonces.

La identidad de género es un constructo social y no está en absoluto condicionada por la biología, solo por la educación y por la influencia ambiental, según este doctor. Así, en aras de demostrar definitivamente esa teoría, Money, del que también tengo que decir que es a él a quien las personas trans le debemos la adopción y generalización del procedimiento de reasignación quirúrgica y hormonal del que nos servimos en la actualidad, se volcó personalmente en la educación de Brenda como niña e instruyó a sus padres en cómo hacerlo. Previamente se le había realizado una orquidectomía y, más tarde, se le empezó a realizar un tratamiento hormonal con estrógenos. Money reflejó la reasignación de Brenda en una serie de artículos en los que mostraba su caso como una prueba irrefutable de su teoría. "Su comportamiento es el de una niña, muy distinto de las maneras de chico de su hermano gemelo", escribió en su momento. Durante sus primeras visitas anuales, los padres informaron al equipo de Money de que todo iba bien. La 'creación' de Brenda había sido todo un éxito. Pero lo cierto es que nunca fue así.

Desde el principio, la 'niña' rechazó los juguetes femeninos. Mostraba verdadera aversión a las muñecas y le gustaba correr por el campo y trepar los árboles. A pesar de su condicionamiento, "su comportamiento era inusual y ofensivamente masculino para una niña de su edad" y, sus formas, "poco femeninas". Su comportamiento extraño producían rechazo en sus compañeras de clase. Un día, en un catártico ataque de rabia, fruto de su infelicidad y de su permanente rebelión contra aquello que le obligaban a ser, rompió el vestido de volantes que llevaba puesto. Nunca más volvería a vestir una falda. Con 13 años amenazó a sus padres con suicidarse si lo volvían a llevar a la consulta del doctor. Mientras tanto, y probablemente debido a esta situación vital anómala, su hermano Brian empezó a desarrollar esquizofrenia. Durante todo este tiempo, Money había mentido a la comunidad médica y a la sociedad para probar su teoría del condicionamiento educativo y ambiental, y los padres de Brenda y Brian le habían mentido a Money porque quizá necesitaban mentirse a sí mismos.

Fue a partir de ese momento cuando sus padres decidieron contarle la verdad que siempre le habían ocultado, la verdad sobre su reasignación. A los 14 años, Brenda decidió recuperar y reconstruir su identidad de género masculina, aquélla que formaba parte indisoluble de su personalidad y que había resistido años de deseducación y acondicionamiento. Eligió para sí el nombre de David, así que Money archivó el caso y se desentendió de él; no volvió a mencionar el tema. David comenzó a cambiar su cuerpo para revertir su reasignación. Se sometió a un tratamiento de inyecciones de testosterona, a una mastectomía doble y a dos operaciones de faloplastia. Empezaba una vida nueva en la que esperaba encontrar una ansiada y reconfortante normalidad"Todo lo que hizo fue por amor. ¿Cómo podría odiar a mi madre por ello?", decía David Reimer en el programa de televisión de Oprah Winfrey en el año 2.000. 

Entrar a valorar el 'caso Reimer', con todo lo que ello implica, puede ser tachado de imprudente, de arriesgado a estas alturas cuando, además, quien lo hace es una persona trans que intenta contribuir con su trabajo a la defensa de los derechos de los que todavía carece la comunidad trans en nuestro país. Para ciertos círculos activistas dentro del feminismo y de la lucha LGTBI, Money es un pope intocable, precisamente por ser el autor de esa teoría tan útil y tan manoseada sobre los orígenes educativos y ambientales de ese concepto hasta hace muy poco fantasmal, evanescente, sin una esencia sólida a materializar, como es el de la identidad de género.

Para esta parte de la comunidad LGTBI —en la que se engloba una parte importante de las personas queer, de género fluido, de la comunidad trans y algunas más como los yoes o las experiencias identitarias—, la teoría de Money les es muy útil. La pueden utilizar como una justificación de su naturaleza distinta, de su naturaleza diversa y también cambiante, como subversión de ese nefasto binarismo social que desde hace siglos impone a la sociedad el estigma de que "solo existen dos sexos (macho y hembra) y solo dos identidades de género (masculina y femenina), las cuales deben ser ajustadas o empotradas con su debida e inalterable correspondencia en la plantilla de todo cuerpo y mente humana. Pero el hecho es que esas personas, en su activismo y buena fe, parten de un error de base. La identidad de género que experimentan y defienden, esa parte de su 'yo' que escapa y se opone a la norma establecida, no debe necesitar ante la sociedad ningún tipo de justificación.

El lado oscuro de esta versión feminista

En el caso de los feminismos que defienden la teoría de Money, el tema cobra un cariz mucho más oscuro y retorcido. En principio, su utilización e incorporación a su corpus teórico no podría mostrar un aspecto más inofensivo e incluso simpático; no les falta razón para quienes entran en contacto por primera vez con la aplicación feminista de las ideas de Money: el género —que no la identidad de género, ahora explicaré esta sutil diferencia en la utilización feminista del concepto— es un constructo social, por lo cual, el hombre y la mujer pueden cambiar (deconstruirse) por medio de la educación y de una necesaria abolición del género para conseguir una igualdad plena. Resulta muy bonito. Es más, resulta perfecto, ¿verdad?

El lado oscuro de esta versión feminista se hace evidente cuando la facción de radicales antitrans TERF (Trans Exclusionary Radical Feminist) retuercen a su favor mediante argucias dialécticas esta versión en principio del todo inocente, dando como resultado la siguiente relectura: "El género es un constructo social, por lo cual, las identidades trans no existen (no deben existir) al significar por sí mismas un obstáculo a la consecución de esa abolición del género que predican. Todo es moda, imaginación y capricho de un grupo de hombres machistas que, denominándose mujeres, actúan como Caballo de Troya dentro del feminismo para reventarlo desde dentro. Los hombres trans son mujeres que merecen todo nuestro apoyo y acompañamiento al haber nacido con vagina. Es más, de toda esta falsedad se deduce que el género no es una identidad, las identidades de género no existen".

En los últimos tiempos, este argumento ha sido acogido con los brazos abiertos por las distintas derechas, ultraderechas y fuerzas de la reacción, cuyos argumentos anti LGTBI moralistas y religiosos de siempre se ven desfasados y caducos en pleno siglo XXI. Argumento también aceptado y asumido por ese partido pretendidamente progresista y 'más feminista que nadie' (equivocadamente) que en este momento ejerce incontestable mayoría en el Gobierno de España.

La identidad de género existe y no es un constructo social

La teoría es muy útil para distintas facciones ideológicas, como se ve, de muy diversa moralidad y catadura. Lástima que, como demuestra empíricamente el durante décadas ignorado o mal utilizado 'caso Reimer', la teoría de Money resulte ser absolutamente falsa. A estas alturas os preguntaréis dónde quiero llegar. Más bien, ¿qué es lo que demuestra la historia de David Reimer?

A la luz de los conocimientos científicos del año 2022, la identidad de género existe, no es un constructo social. Está conformada tanto por condicionantes biológicos (neurológicos, genéticos y hormonales) como por factores de socialización (educativos y ambientales). Efectivamente sólo existen dos sexos (macho y hembra) y la identidad de género es independiente de ellos. A partir de las infinitas y exclusivas combinaciones y variantes entre los condicionantes biológicos y los factores de socialización que configuran los géneros masculino y femenino, se puede decir que, en la práctica, existen tantas identidades de género como existen seres humanos.

Un experimento que demostró lo contrario que pretendía

Estos conocimientos no se hallaban disponibles en los años sesenta, razón por la cual, al no tenerse en cuenta estos condicionantes biológicos, el experimento de Money fracasó estrepitosamente. Quedémonos con esto y pasemos a las conclusiones:

1. El experimento de Money demostró precisamente lo contrario de lo que pretendía demostrar. No se puede educar ni condicionar a ningún ser humano para cambiar su identidad de género. Ahora sabemos incluso que los fundamentos de ésta se empiezan a formar y definir desde el estado prenatal.

2. El experimento de Money demostró, ya en los lejanos años sesenta, la falsedad de esas terapias de conversión a las que tan aficionadas son ciertas iglesias y sectas cristianas e, incluso, de poco tiempo a esta parte, ciertas practicantes entusiastas de una estrambótica psicología feminista radical, adoradoras de la consabida fábula new age de la abolición del género. Concebidas para revertir la homosexualidad o la identidad de género de las personas trans, esas 'terapias' han demostrado ser una aberración totalmente inútil, una tortura que produce en la mente de los sujetos que se someten a ellas, muchas veces obligados por sus padres o parientes más cercanos, un daño devastador, la mayoría de las veces irreparable. Por mucha publicidad con la que estos personajes y entidades destructivas lo intenten demostrar, no existen los ex-gay y no existen los ex-trans: siguen siéndolo o nunca lo fueron. El experimento que perpetró John Money con David Reimer fue, en toda regla, una terapia de conversión.

3. Como comentaba más arriba, es a Money a quien las personas trans le debemos la adopción y generalización de nuestro procedimiento de reasignación quirúrgica y hormonal. Y esto tuvo que ver mucho en aquel momento con su defensa de la aplicación de la cirugía correctiva en personas intersexuales. Como estamos viendo, para Money siempre fue muy importante la apariencia física y genital a la hora de construir (o eso pretendía) una completa identidad de género. Fue también la aplicación de su teoría que ya hemos expuesto sobre los factores de socialización la que durante décadas ha condicionado la vida de innumerables personas intersexuales a lo largo de todo el mundo, condenándoles a sufrir una cirugía de reconstrucción genital a poco de nacer. 

Ya sabéis: "hombre o mujer, elige". Lo intermedio, lo indefinido, parece que no cabe en esta sociedad. Y, naturalmente, en muchos casos, los médicos o los padres a los que a veces incluso se les permite elegir el sexo de su bebé, se equivocaban, ya que, al crecer, el niño o la niña, al llegar a su adolescencia, desarrollaban en su cuerpo caracteres sexuales opuestos al sexo con el que habían sido criados y hacia el que habían sido dirigidos, naturalmente provocando los problemas psicológicos subsiguientes. Y esto, en muchos países, aún sigue ocurriendo. La cifra de personas intersexuales en el mundo oscila entre un 0,5 y un 1,7%. Para hacernos una idea, el mismo número aproximadamente de personas pelirrojas.

Reimer nunca necesitó ninguna reconstrucción

El tratamiento de cirugía y reconstrucción genital defendido y popularizado por John Money, en la inmensa mayoría de casos ha sido útil y beneficioso para las personas trans, aquellas en las que, contándolo de forma simple, nuestra identidad de género no concuerda con los caracteres sexuales que definen nuestra apariencia física y a veces necesitamos y elegimos esta reasignación. Pero este mismo tratamiento está totalmente contraindicado para las personas intersexuales mientras no lleguen a un determinado nivel de madurez mental y sexual en el que ellas mismas decidirán cual es la cirugía de reconstrucción que necesitan. Eso si deciden realizarla, ya que existen muchas personas intersexuales que no ven necesario realizar este paso en ningún momento de su vida.

David Reimer nunca necesitó ninguna reconstrucción, simplemente era una persona completa que había sufrido un accidente. Sus padres obraron deseando lo mejor para su hijo. Igual que aquellos padres que, hoy día, a lo largo y ancho del mundo, continúan sometiendo a sus hijos a terapias de conversión. Igual que aquellos padres que, hoy día, a lo largo y ancho del mundo, continúan sometiendo a sus bebés intersexuales a cirugías de reconstrucción genital.

Reimer murió el 4 de mayo de 2004. Tras conseguir una escopeta recortada, se voló la tapa de los sesos dentro de su coche. Su hermano Brian había muerto dos años antes por una sobredosis de antidepresivos, incapaz de superar el sufrimiento de su hermano. Poco después, el padre de los dos hermanos también se suicidó.

Para saber más

  • Identidad de género: Una aproximación psicobiológica, de Antonio Guillamón(Editorial Sanz y Torres, 2022).
  • Deshacer el género, de Judith Butler (Editorial Paidos, 2006).

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