Tenemos negocio, pero cada vez menos... poder de decisión y empresas menos potentes. Hace tiempo que perdimos los brazos financieros. ¿Nos falta preparación? ¿Una verdadera escuela de negocios? Los empresarios de Alicante deben comenzar a plantearse porqué somos tan vulnerables: no sólo lo ha demostrado la crisis del coronavirus, aún estamos viendo las consecuencias de la crisis de 2008.
Hace cuatro años, el PP lanzó la propuesta de crear una zona franca en el Puerto de Alicante, o en zonas de influencia, como Elche. Era buena idea si te apoya tu propio Gobierno -como no sucedió- y si tienes un inversor, o posibilidad de traerlo. Pero no se dieron las condiciones. Las grandes decisiones empresariales suelen estar muy calculadas, maduradas. Es más, se empieza por una primera factoría y en función de como se cumplen los planes de negocio y crecimiento se van ampliando. Era muy difícil por entonces que se dieran esas condiciones y que además, tras la convulsión electoral de 2015 y 2016, con el bipartidismo repartido en múltiples piezas, se conformara un consenso acerca de esa idea. La globalización estaba on fire, y en caso de existir esas pretensiones, por costes se hubieran elegido otras ubicaciones. Otra cosa, bien distinta, hubiera sido buscar un nodo logístico privado, que hubiera elegido Alicante para la distribución de sus productos, bien para Europa, bien para determinadas zonas del Mediterráneo. El deseo era noble, pero hartocomplicado. Después hay otros intereses, a los que si no haces partícipes de ciertos privilegios, te hunden el plan a base de titulares.
¿Qué tenemos entonces? Ante la imposibilidad y la dificultad de atraer, nos quedan pocas empresas que puedan ejercer ese papel de tractor, que era lo que se buscaba, debemos mirar lo que nos queda: nos queda un mapa empresarial y económico formado por miles de pymes, y muy pocos de esos motores económicos, que generan impacto no sólo en la provincia de Alicante o en la Comunitat, sino fuera de ella o en su área de influencia. Además, la mayoría están en manos de grandes corporaciones o de fondos de capital, y no de los empresarios que las fundaron.
Esta semana hemos asistido al último ejemplo con la finalización del proceso de compra por parte de Al Alfia de la constructora Ecisa. De las 10 empresas que más facturan (Baleària, Grupo Marcos, Grupo Soledad, Masymas, Sprinter, el hortifrutícola Grupo Fernández, SM Resinas, Musgrave, Goldcar y TM Grupo Inmobiliario), cuatro de ellas -Sprinter, Fernández, Musgrave y Goldcar) ya están controladas por grupos internacionales y, por lo tanto, ya tienen sus centros de decisión fuera de Alicante. A ello habría que añadir Tempe, que sí ejerce de tractor económico en Elche, pero que rinde cuentas en A Coruña. A la mayoría les va muy bien, a la espera del impacto que tenga el coronavirus en sus cuentas de 2020, ó 2021, pero todas ellas tienen algo en común: comenzaron generando negocio en la provincia de Alicante, y al tiempo que ha ido creciendo y abordando, según cada ejemplo, mercados regionales, nacionales o internacionales, han caído en manos de capital externo. Se pueden añadir más ejemplos, de reciente transacción, como la venta de Centauro a Mutua Madrileña tras pasar por PortoBello Capital; Famosa, que fue adquirida por Giochi Preziosi, etc.
Tras el cambio de titularidad accionarial de Ecisa, se pueden contar con los dedos de la mano los players inmobiliarios. Es más, la resaca de la crisis de 2008 permitió que los grandes fondos adquirieran suelos finalistas a precios atractivos y que sean otros agentes los que ahora construyan en las grandes ciudades, a excepción de Elche donde sí que existe un sector propio, pero que apenas cruza fronteras de su área de influencia y si lo hace es a zonas del litoral que domina. Sólo el sector hotelero de Benidorm se ha mostrado como un coto cerrado a la inversión exterior, y han hecho de la capital turística una zona inexpugnable para la entrada de las grandes cadenas (inter)nacionales.
¿Qué no pasa? Lo que está claro es que Alicante es una provincia que genera muchos negocios y mucha actividad económica, y la prueba es que alguna de sus empresas sí que han recibido la atracción y la inversión de capital extranjero. Pero lo dicho: ni siquiera el (gran) negocio inmobiliario ha quedado a salvo de empresarios de la provincia, o de la propia Comunitat. Contadas excepciones mantienen negocios prósperos en la Marina Alta o la Vega Baja. El calzado sí que mantiene enseñas, pero de tamaño mediano, todas ellas después de haber pasado por múltiples procesos de crisis, de relocalización de la producción y de consolidación de una marca. La última gran operación fue la de firma de Elda Stuart Weitzman, que vendió -en 2015- la empresa al grupo estadounidense Coah por 480 millones de euros. Del juguete y texil está casi todo dicho: o fabricación exterior, o especialización interna. Les queda el consuelo de que muchas de sus empresas son las que mejor han sabido a adaptarse a las condiciones del confinamiento y han sabido variar sus líneas de producción para dar respuesta a la carencia de productos sanitarios básicos.
También tenemos ejemplos de lo contrario. Empresas que dejaron que entrara el capital externo como una oportunidad para financiarse y crecer, sin necesidad de tener que ceder ni la propiedad ni la dirección. Algunas, incluso, resisten las presiones para evitarlo a toda costa.
En todo caso, más allá de la estructura y la conformación del tejido económico, que es el que es, la cuestión que es a lo largo de la historia más reciente, Alicante y sus comarcas sí que han logrado crear grandes empresariales, pero muchos de ellos han acabado en manos de capital externo, bien por ofertas irrechazables, bien por una mala digestión de una crisis que ha llevado de ello. Lo primero no es preocupante; es más, en todo caso, hace del territorio un actor atractivo para la inversión.
Pero a excepción de los hoteleros de Benidorm, que han hecho de su ciudad un feudo numantino y un lobby económico; algunas empresas promotoras, reconocibles; compañías del calzado ligadas a una marca, o casos muy específicos, qué pocos tractores identificables dispone la provincia, y de esos, qué pocos ha retenido el capital propio. No sé si es una ventaja, o un inconveniente, pero lo que sí está claro es que los centros de decisión cada vez están más lejos y, por tanto, más vulnerables a decisiones estratégicas en caso de que vengan mal dadas. Tenemos muchos negocios, pero cada vez menos...empresas de peso y estratégicas.