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/ OPINIÓN

Teatro y ciudad: el Festival de Teatro y Música Medieval y Renacentista d’Elx

29/10/2020 - 

El pasado viernes día 23 de octubre se iniciaba la XXV edición del Festival de Teatro y Música Medieval y Renacentista. Me alegra que a lo largo del tiempo con diversos equipos municipales, se haya mantenido su celebración y que cobra un valor especial este año debido a la pandemia que padecemos. Fue el año 1990 el de su inicio y surgió con la finalidad de arropar las representaciones extraordinarias que del Misteri d'Elx se celebran cada dos años el primer día del mes de noviembre, festividad de Todos los Santos, día en que el Papa Pío XII declaró solemnemente en el año 1950, la Asunción de la Virgen como dogma de fe; de ahí que en sus primeras ediciones el festival se celebrase bianualmente. 

De algún modo, podríamos decir que el Misteri es una síntesis del mundo teatral, de la música, de la liturgia y del ceremonial de nuestra cultura europea y todo ello vivido siempre en un espíritu festivo. El Misteri es el modo en que los ilicitanos celebramos la fiesta de la Asunción, la fiesta patronal. La representación del Misteri cada dos años el primero de noviembre, carecía del ambiente festivo propio de la representación de agosto.  El Festival de Teatro en las primeras ediciones dirigidas por quien fue su mentor principal, Luis Quirante Santa Cruz -que falleció a una edad aún  temprana- tuvo como eje fundamental el Misterio de Elche.

En aquellas primeras ediciones del festival se representaron una serie de espectáculos, unos fueron reconstrucciones de obras documentadas en la Edad Media, otros, espectáculos que teniendo un origen medieval, se recuperaron en años recientes y desde entonces se llevan representando, así  como también se hicieron presentes obras de origen medieval, que al igual que el Misteri, han tenido continuidad en el tiempo, como la fiesta de la Perdonanza de la ciudad italiana de L’Aquila; esta representación se llevó a cabo en una segunda fase del festival que dirigió José Monleón y en la que se dio  cabida a culturas que como la cristiana, la musulmana y la judía formaban parte del rico y diverso panorama de la España medieval. 

También se realizaron numerosos conciertos musicales, no faltando tampoco los grupos de animación en la calle. Volver a los orígenes de la representación del teatro en Europa nos llevaba a descubrir una red de relaciones en ese mundo europeo que incluye los reinos de  Castilla y Aragón, de Francia, los estados italianos, Inglaterra, sin olvidar tampoco en el mundo de la música, la importancia de la tradición bizantina, de esa parte de Europa tan olvidada y necesaria para completar la geografía cultural europea.

Recuerdo en las primeras ediciones del festival, la acogida que tuvieron  por el público, los conciertos ofrecidos por los coros de la Iglesia Ortodoxa rusa o la de Bulgaria. Era nuestra particular manera de contribuir a la buena vecindad entre los pueblos. El Festival estaba en sintonía con las actuaciones humanitarias con las víctimas del conflicto de la antigua Yugoslavia y con la contribución en los foros internacionales, con el fin de promover el diálogo entre los pueblos enfrentados. Al igual que las manifestaciones de la música cristiana, judía y musulmana tenían que ver con las actividades que se llevaron a cabo en el fomento del diálogo entre estas culturas. El sentido de buena vecindad que debe existir entre los habitantes de la ciudad tenía que expandirse a otros pueblos; siempre pensé que una ciudad lo es más en la medida que se abre y coopera con otras ciudades y no en la medida que se encierra en sí misma, de ahí nuestra cooperación en las actuaciones a favor de la paz, tanto en aquella como en otras regiones.

Posteriormente en el Festival se tomaron decisiones que desde mi punto de vista desvirtuaron el sentido originario del mismo, entre ellas, el cambio de bianual a anual en su celebración, lo que apartó el Festival de su eje vertebrador como era la representación del Misteri, lo que repercutió en su originalidad. Con estas observaciones no pretendo alentar las críticas, pues soy muy consciente de las dificultades económicas de los últimos años y además es de justicia poner de manifiesto la labor de funcionarios del ayuntamiento como Julián Sáez que con tan escasos medios han sabido mantener anualmente la programación. 

El Festival formaba parte del modelo de ciudad que se intentaba construir en aquellos finales de los ochenta y el primer lustro de los años noventa y que tenía en la Festa una de sus más claras señas de identidad y a la vez de universalidad. El Festival nació en el contexto de un proyecto político. Era un acto de representación de la propia ciudad y la dignidad con que se llevase a cabo la representación, debiera ser un ejemplo para llevar a cabo dignamente la representación ciudadana de cada día. Algo de lo que tan necesitados estamos hoy día en nuestro país. La necesidad de una digna representación en nuestra vida ciudadana y un digno festival de teatro puede ser un estímulo para ello.

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