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la yoyoba / OPINIÓN

Susana y la Espiral de Silencio

26/05/2017 - 

La famosa teoría de la Espiral de Silencio no le ha funcionado a Susana Díaz. Y no le ha funcionado porque los modelos clásicos que explican cómo se conforma la opinión pública y cómo actúan las audiencias, en este caso los electores, se sustentan sobre modelos comunicativos caducos. La sociedad red ha puesto patas arriba la manera en que nos informamos, nos relacionamos y, por ende, respondemos a los mensajes de cualquier índole. Básicamente, la teoría de la Espiral de Silencio, expresada por la comunicóloga alemana Elizabeth Noelle-Neumann a mediados de la década de los noventa, viene a decir que las opiniones dominantes o aquellas ideas que se perciben mayoritariamente como ganadoras generan una gran fuerza de atracción que minimiza otras voces minoritarias. Ante la posibilidad de rechazo, de aislamiento social o de exclusión, los disidentes, aquellos que defienden opciones minoritarias, suelen guardar silencio, apuntarse al “caballo ganador” o simplemente mentir cuando les preguntan a quién van a votar o les solicitan un aval para una candidata determinada en unas primarias.  Susana Díaz era en este caso la apuesta más segura, la opción que requería menos esfuerzo, un viaje plácido a bordo de un crucero con todo incluido mientras otros remaban río arriba sin más ayuda que el apoyo moral de la “resistencia”. Aceptar el desafío apostando por otra candidatura parecía una extravagancia de unos pocos que no tenían nada que perder, ni cargos orgánicos ni institucionales.

Nadie presagió el naufragio. Ni los líderes del partido ni los medios de comunicación que se resisten a reconocer el ocaso de su poder como creadores de opinión pública manejando a su antojo la agenda setting,  dictando bandos en forma de editoriales para convencer a los ya convencidos. Conocían los titulares de la Espiral de Silencio pero se olvidaron de la letra pequeña porque esta teoría, ahora desfasada, también reconoce que las minorías pueden escapar a la tiranía de las mayorías fajándose en sus postulados contra viento y marea. De no ser así, nunca habrían triunfado las vanguardias que históricamente han hecho evolucionar los gustos estéticos, nunca habría tenido lugar la Revolución Francesa, jamás habría llegado el Chiquilicuatre al festival de Eurovisión, salvando todas las distancias entre unos ejemplos y otros. Se olvidaron del romanticismo que impulsa a la gente a secundar aventuras imposibles que contra todo pronóstico llegan a buen puerto. La fascinación de los “perdedores” suele ser ninguneada con excesiva frecuencia por quienes se muestran cómodos con el poder establecido. Se olvidaron también de que los medios de comunicación de masas han perdido su lugar en la plaza pública porque la mercancía (pueden llamarla propaganda si quieren) ya no se vende al por mayor. Hay otros usos para rentabilizar este negocio de la política, otras vías insuficientemente exploradas por los que siguen vendiendo sus mensajes como si no hubiéramos cambiado de siglo, como si los intermediarios mediáticos no fueran ya totalmente prescindibles en un mercado comunicativo que pregona sus productos en la red sin pagar peajes a los distribuidores de la información.

Y no deja de sorprenderme la candidez con la que los jerifaltes políticos y mediáticos han afrontado este proceso de primarias teniendo en cuenta todos los precedentes observados en los últimos tiempos. Cada vez que se ha preguntado a la ciudadanía para que refrende cualquier postulado defendido por los establishment, ya sea la Constitución Europea, el ganador de un reallity o las primarias del PSOE, la opinión de los poderosos ha sufrido revolcón tras revolcón. Es que, ¡hay que ver cómo es la gente!, ya no te puedes fiar ni de las encuestas ni de las predicciones de los asesores ni del poder de los editoriales. Sobre esto de las primarias yo le pregunté a mi madre, una socialista andaluza de toda la vida. Y lo clavó, oye.

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