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vals para hormigas / OPINIÓN

Solo los más grandes

11/09/2019 - 

Durante una breve estancia en Inglaterra, me acostumbré a leer el periódico del día anterior. Yo aún no me dedicaba a este oficio, pero no me resultó difícil descubrir que ningún diario aguanta la prueba de las 24 horas. Todos los artículos caducan de noche, cuando el papel impreso pasa a convertirse en comodín doméstico. Mucho más tarde, tras ingresar en las filas de este crepúsculo dilatado, comencé a recopilar los de una o dos semanas y el asunto se volvía más divertido todavía, porque nada es más gracioso que un dogma que se tropieza y cae sobre una tarta de merengue. Ahora, son las redes sociales, y lo que estas han hecho con el periodismo, las que oxidan los textos ya desde su nacimiento. Por tanto, lo único que me queda para seguir con el juego es acumular revistas semanales a lo largo de los meses. Y la experiencia se vuelve hasta triste, porque constata que la mayoría de las historias envejecen peor y mucho más rápido que nosotros. Y uno trata de vivir de historias.

En una de mis recientes incursiones en un pasado que apenas recuerdo, el de finales de 2018, di con una entrevista a Camilo Sesto. Sonaba verdadera, reluciente en alguno de sus tramos. En aquellos, sobre todo, en los que tanto el artista como su interlocutor evocaban la grandeza del cantante alcoyano. Componía, producía, trabajaba a destajo, luchaba, ponía música a los versos de Lucía Bosé. Viajaba, investigaba y se traía bajo el brazo, él solito, el musical de Jesucristo Superstar, que había disfrutado durante una visita a Londres, para enfrentarse a la censura y a las rutinas de las discográficas y los empresarios de espectáculos y montarlo en castellano. Todo esto situaba a Camilo Sesto en un plano muy por encima del de sus coetáneos. Salvo por lo que quedaba descarnado en los tramos más oscuros de la entrevista y de su carrera. Aquel muchacho que había conseguido arrasar no había sabido mantenerse. El talento y la voz no le sirvieron para adaptarse al medio durante el tiempo que se le debió exigir.

Sin duda, como han demostrado los muchos artículos y reflexiones publicados tras su muerte, el estallido de supernova que fue Camilo Sesto en los 60 y 70 del pasado siglo dejó un destello que no se borrará, por mucho que indique la distancia sideral que lo alejaba de la música, más bien, de la industria musical, actual. La primera parte de su trayectoria es fastuosa. Es la que recordarán sus seguidores y la que deslumbrará a quienes no teníamos la conciencia lo suficientemente limpia para entender el fenómeno que supuso la eclosión de Camilo. La segunda es dolorosa. Es la que olvidarán sus fans, la que dará de comer a los carroñeros y la que atrapa a todos los que caemos como moscas ante una novela de Dostoievski o una canción de Tom Waits. Juntas son un relato de Henry James, con un príncipe atrapado en su propia mansión, que no sabe que aún conserva el trono mientras canta a sus fantasmas. Solo los más grandes se despeñan desde tan alto con tanto fulgor. Solo los más grandes hacen tanto ruido cuando se rompen. Solo los indestructibles.

@Faroimpostor

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