Estaba confeccionando un corto artículo sobre los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) vistos en una escala global, mucho más grande espacialmente de la que acostumbramos a utilizar en nuestra vida diaria, cuando me cae encima una noticia de Alicante Plaza.
Lo que trataba de hacer entender es que, en una economía como la que nos domina -que es la del sector terciario- el turismo en el litoral de la Comunidad Valenciana, la concentración de población en los meses de un verano extenso como el que vamos teniendo, desde las concentraciones de las capitales como es Madrid primordialmente, necesariamente ha de generar residuos procedentes de los insumos que necesita para la subsistencia cotidiana esa cantidad de gente en busca de sol y esparcimiento lejos del centro de la península. Eso supone, necesariamente, un plan zonal de tratamiento de esos residuos, si es que no obligamos a que los visitantes se lleven de vuelta las basuras que generan a su propio origen y los depositen en su comunidad autónoma. Como ello no es posible, se genera un verdadero problema, y es la acumulación, en un pequeño territorio, de una cantidad enorme de desechos de mucha heterogeneidad en sus calidades y tratamientos que llevó al gobierno de la Generalitat a crear un Plan Zonal de tratamiento de residuos y disponiendo una de ellas en la barranca de Les Canyades, en El Campello. El síndrome de Diógenes.
Si recuerdan, nada fue casual en ese pleno donde se aprobaba la propuesta bajo el mandato del PP en el gobierno valenciano y en el Ayuntamiento de El Campello: el escándalo fue de aurora boreal en la sesión plenaria porque la población asentada en El Poblet y Lanuza ya peinaba canas y la distancia de esa planta de tratamiento apenas era de 1 km. Oídos sordos a las medidas preventivas, oídos sordos al plan de vigilancia ambiental, oídos sordos a las alternativas que ofrece el territorio y a partir de entonces se empiezan a sufrir las consecuencias de la planta, pésimamente diseñada y con tecnología del siglo XX temprano, tratando unos residuos sólidos urbanos de nada menos que de 52 municipios, no perteneciendo a las comarcas de cuya procedencia son esos residuos. La burla a este municipio de El Campello es enorme.
Pasado este prólogo de actuaciones, después del cual ha habido falsedades, gastos de una trascendencia vergonzosa por parte de la Generalitat, cambios y “mejoras” incrédulas de la planta para, finalmente, funcionar de forma primitiva y tercermundista, aunque sus promotores juren lo contrario, me cae, como digo, este artículo de Alicante Plaza.
El artículo en cuestión trata de un núcleo principal monetario, en donde el Consorci Mare arremete contra la Diputación por no invertir ni un duro en la planta de tratamiento de RSU de Les Canyades. Y el PP provincial protesta por la subida de impuestos en materia de residuos. O sea, que se trata de dinero, solamente de dinero. Ni una sola mención a las enfermedades que genera la famosa planta de tratamiento de RSU, las molestias cotidianas (24 h) a la gente que habitamos a menos de 1 km de la planta de tecnología cavernícola. Ni una sola mención entre estos dos magníficos líderes indiscutibles de las dos formaciones políticas: José Vicente Ferriz (PSOE) y Miguel Ángel Sánchez (PP). Felicidades a los dos por la empatía demostrada por la población que sufre la planta. Sepan que estos dos líderes se están peleando por sus puestos de responsabilidad y sus sueldos, únicamente. Porque no están peleando por la salud de las personas, por las alternativas que ofrece el territorio para un óptimo emplazamiento en la comarca de la Marina Baixa (que las hay, que hay estudios que demuestran que en Relleu y Orxeta hay lugares para emplazar una planta del siglo XXI); las personas les importan un pepino porque no viven allí.
Siento una enorme vergüenza. Me avergüenzo de nuestra Alcaldía, ahora y antes, cuando convino en aceptar esta planta de tratamiento sabiendo que había una población asentada muy cerca y podría sufrir. Me avergüenzo del Consorci Mare por la hipocresía en sus conceptos y en su Presidencia mediocre y poco atenta a las demandas y peticiones de quienes sufren. Me avergüenzo del Govern de la Generalitat que no supo corregir las tendencias de negocio de las basuras del PP ni se esforzó en estudiar el mejor emplazamiento para tratar los residuos que deja su principal protagonista de nuestra economía: el turista.
Así que, ¿qué me queda? Pues esperar a que concluya el contrato, que clausuren la planta en 2029, que sellen el vertedero y que se vayan José Vicente Ferriz, Miguel Ángel Sánchez y cuantos hayan contribuido a las enfermedades que padecen los vecinos afectados. Lograremos que todos estos arribistas, ambiciosos en sus comisiones que les llegan por simples opiniones en los medios de comunicación, alcancen el anonimato más profundo y solo les saluden en su casa a la hora de cenar. Lo lograremos con la colaboración de todos los que estemos en contra de la planta de tratamiento de RSU de Les Canyades, en El Campello.