ILUSTRES VERANEANTES

Sele Villanueva: Cullera, Benicàssim y Calpe con retorno a Santa Bárbara

Sele Villanueva es una institución en Valencia, todos lo conocen y él conoce a todos. Un hombre polifacético, farmacéutico de profesión y apasionado y gran conocedor de la tauromaquia, así como el teatro, el cine, la ópera y la vida cultural y social de la ciudad. Sus veranos desde el norte al Mediterráneo y el interior

24/07/2022 - 

VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de tu niñez?

Me puedo remontar a 1945, tenía yo cinco años y recuerdo perfectamente cuando mis padres y mis tres hermanos hicimos un viaje a la Virgen del Pilar tras la guerra civil y después mi padre, que era muy viajero, quiso que fuéramos a Sitges, que estaba muy de moda. Y durante varios años fuimos allí, eran unos veraneos muy agradables porque en verano adornan las calles con flores y tengo unos preciosos recuerdos, yo tendría unos diez años y en aquellos años recuerdo ya mis primeros despertares como preadolescente.

¿Cuánto tiempos vais a veranear a la costa catalana?

 Más o menos unos cinco o seis años, y después fuimos a las Caldas de Malavella donde pasábamos unos días en un balneario y recuerdo que había un cine de verano y a mí me llamaba la atención porque siempre veía a muchos alemanes. Con los años supe que muchos de ellos eran huidos de la II Guerra Mundial. A partir de los años 50 mi padre decidió que fuéramos al Balneario de Cestona en Guipúzcoa (a él le gustaba cambiar de sitios de veraneo). En ese mítico balneario fue médico Pío Baroja, para mí era como un cuento de hadas, pero todo ha cambiado mucho, de hecho, hace poco un amigo me dijo “si volvieras ahora te parecería una cosa muy diferente”. Recuerdo cómo vivíamos la Semana Grande de San Sebastián, ir a los toros, ir a ver carreras de caballos en el hipódromo de Lasarte, siempre ganaba un caballo llamado Pumba. Disfrutaba muchísimo, nos bañábamos en Ondarreta, en Guetaria siempre recreaban el desembarco de Elcano, las partidas de pelota vasca también era otro de los divertimentos del verano en el norte. En Zarauz estaba la casa museo de Zuloaga y yo me quedaba encandilado viendo sus pinturas taurinas. Guardo muy bonitos recuerdos.

 Y cuando llega la etapa universitaria te vas a Madrid a estudiar la carrera, ¿cómo son esos años?

 Mis padres compraron un chalet en Campolivar en la zona inicial, una casa que se llamaba Villanueva, durante los veranos íbamos siempre ahí. Era un sitio muy selecto donde veraneaban muchas familias tradicionales de Valencia como los Ugarte o los Trénor. En 1952, el siete de julio, aprobé el examen de estado y el curso siguiente tenía selectivo, me quedaron dos asignaturas y ese verano en plena adolescencia viví mi primer amor y no aprobé, ahí mi padre me puso firme y gracias a Dios cambié y al año siguiente empecé Farmacia en Madrid y fui residente del Colegio Mayor Cisneros. Yo toda la vida he combinado dos aficiones: una por el mundo de la química y los laboratorios y otra por el teatro que me apasionaba y me apasiona.  

Algunas anécdotas o recuerdos de aquellos veranos. 

Así es, estábamos en Campolivar, uno de los planes clásicos es cuando íbamos a Godella al cine de verano, el Capitolio, era como el lujo máximo del momento. También recuerdo que jugábamos a campeonatos de tenis y el señor García un gran empresario nos invitaba a su casa que tenía piscina y luego teníamos unas fiestas muy simpáticas, siempre eran en casas y se organizaba todo muy bien, hoy en día se han perdido esas costumbres. Eran planes muy sociales donde todos éramos familias que nos conocíamos, nuestros padres eran amigos y los hijos nos juntábamos y luego muchos acabamos juntos, porque ese tipo de planes estaban pensados para de alguna manera “emparejarnos”.

La mili era un momento clave en la vida de aquellos jóvenes, pero tú la hiciste en verano. Cuéntame. 

Pues la hice en dos veranos, las llamadas milicias universitarias para no interferir los estudios, y las realicé en la Granja de San Ildefonso. Yo era el delegado del campamento, y tenía a unos compañeros a mis órdenes, fue en los años 1958-59 y ahí empecé un carteo intenso con Manani, quien luego fue mi mujer, ella veraneaba en Navas de San Juan. De esos veranos de milicias recuerdo que llegó el comandante Palacios que había luchado en la División Azul y él era el comandante del campamento y para los jóvenes que hacíamos la mili era un auténtico ídolo, todos conocíamos su trayectoria y su lucha contra el comunismo en la antigua URSS. Y los fines de semana que se podía salir, íbamos a la Granja, pero he de reconocer que fuimos una generación bastante formal.


Me ha llamado la atención lo de “intensos carteos”, en esta era tan digital. 

Mi mujer era hija de militar, eran de Ávila, pero él estaba destinado en Valencia y por eso vivían aquí. Manani era una mujer bellísima y la conocí durante unas Fallas en el Parador del Foc, apenas dos años de novios, con ella es donde en los veranos de la mili mantenía esos “intesos carteos”, todo fue rápido y al finalizar mis estudios nos casamos en 1961 y ahí empezamos a veranear en Cullera. Ella se quedó embarazada enseguida de nuestro primer hijo, y luego seguimos y en seis años tuvimos cinco hijos maravillosos. Esos años eran de crianza y en la playa nos lo pasábamos muy bien.  

¿Seguisteis veraneando en Cullera o cambiasteis de destino?

A partir del año 1966, más o menos, nos fuimos a Benicàssim y ahí hemos estado cuarenta años, hemos sido muy de Playetas. Teníamos muy buenos amigos allí, como los Aliño, la familia Carpi, y allí teníamos muchos planes. Fueron unos años de una gran vida social. Jugábamos al frontón por la mañana y luego hacíamos el aperitivo, recuerdo que a los niños les decía que sólo podían tomar una de beber y dos de comer.

Por lo que veo siempre has vivido y vives intensamente y rodeado de familia y amigos. 

 La verdad es que sí, salíamos mucho, casi siempre comidas y cenas fuera de casa. De hecho, durante algunos años un hijo mío, Sele, cogió un local en Benicàssim que se llamaba Villa María y se puso muy de moda. Por supuesto, el lugar donde siempre íbamos era Voramar, un clásico de Benicàssim. Las fiestas en Torrecasim, la piscina, el restaurante que había era fabuloso. Eran veranos donde todo el tiempo era compartido con muchos y buenos amigos como los Castromil, los Lassala, los Aliño, los Villalonga, los Aliaga, los Carpi y otros muchos que quizá ahora no recuerdo, pero con los que vivimos años y veranos maravillosos, me atrevería a decir que aquello era una fiesta continua.

¿Y después de Benicàssim a dónde vas?

Te cuento la historia, porque es curiosa o de récord Guinness. Yo en 1959 acabé la carrera, tuve mi Farmacia en la Av. Suecia, luego lo compaginé con laboratorio y con los años la vendí y me jubilé. Y con 65 años se abrió concurso oposición para nuevas farmacias, y decidí estudiar, examinarme con casi 70 años y aprobé y gané una nueva farmacia en Calpe. Así que nos fuimos toda la familia a veranear a ese rincón de la Costa Blanca y en Calpe hemos pasado unos veranos fantásticos también, combinando trabajo en la farmacia de boticario y también en la playa.

Con tantos hijos, imagino que habrá muchos nietos y en verano ¿cómo lo hacéis?

Estuve una década en Calpe y luego mientras vivía mi mujer íbamos mucho a Benicàssim a ver a mis hijos y después al fallecer mi mujer, tengo como residencia fija la urbanización Santa Bárbara, donde me han nombrado “el rey de la charca”, allí me lo paso genial, disfruto, estoy con amigos de toda la vida, veo a sus hijos y sus nietos y me siento pleno, feliz y cómodo. Un remanso de paz al lado de Valencia y una vuelta a mis orígenes, cerca de Campolivar donde tan buenos veranos pasamos.  

Un día perfecto de verano para ti. 

Ahora mismo es ir a la charca de Santa Bárbara con el ABC y Las Provincias, leerme todos los artículos, bañarme y tirarme de cabeza siempre, luego charlar con amigos comentando la actualidad taurina y teatral, comer allí en la charca y luego me hago una siesta reconfortante. Por la tarde seguimos de tertulia y por la noche suelo rematar con alguna actividad cultural. Al llegar a casa me pongo cómodo, leo un poco y siempre me duermo en el sofá. Ese rato en que todo está en silencio, te duermes, luego te despiertas y piensas un momento y vuelves a dormirte, eso es el conticinio, una palabra maravillosa de las tantas que sigo descubriendo, porque la vida es maravillosa.

 

 

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