VALÈNCIA. Se puede decir que los actos de la Semana Santa conmemoran los capítulos del Nuevo Testamento que trascurren desde la entrada de Jesús en Jerusalén, recibido por el pueblo con palmas, hasta la Resurrección y las apariciones posteriores de Jesús. Se trata de una parte del Nuevo Testamento plagado de instantes de gran intensidad que desde tiempo iniciales se han ido recogiendo a través de la inmensa iconografía a su vez han genera una ingente cantidad de obras de arte en los más diversos soportes y artes aplicadas. Instantes memorables como la Santa Cena, Jesús rezando en el huerto de los Olivos, el Prendimiento, las negaciones de San Pedro, la flagelación, Ecce Homo, la Crucifixión, Cristo Muerto, la Resurrección etc. En nuestros templos y museos la cantidad de obras que recogen esos instantes es inmensa, pero se puede hacer una selección de grandes obras de arte que contienen iconografía relacionada con la Semana Santa. No es tarea nada fácil, por los descartes, pero ahí va una propuesta.
Calvario, retablo pintado por Rodrigo de Osona
No todo el mundo sabe que estamos ante una de las obras más importantes en la Península Ibérica de finales del siglo XV y principios del XVI por cuanto estamos hablando del primerísimo Renacimiento español. La tabla la pueden encontrar en los pies del templo sobre una pila bautismal. Se sabe que fue un encargo del párroco mossén Albarrací a Rodrigo de Osona. No siempre ha estado expuesto a la vista de quienes visitan la iglesia y se salvó como el resto de la iglesia de los incendios de la Guerra Civil. La obra la obra fue restaurada en el Museo del Prado y es bien sabido que la pinacoteca estuvo deseosa de tenerla entre su colección debido a la importancia de la misma. La clara impronta italiana, aunque también flamenca, nos deja las dudas sobre si el artista viajó a aquellas tierras o bien tuvo acceso a obras traídas de allí en las que se inspiró.
Obra complementaria: calvario de Vicente Macip y Juan de Juanes. Una obra espectacular, con un cristo en bulto redondo superpuesta a la tabla pintada, que se encuentra instalada en una de las capillas laterales del templo
No hay duda de que la pieza más importante relacionada con la Semana Santa de las que se conservan en la ciudad, no es otra que el Santo Cáliz que, como se sabe, se conserva en la capilla de igual nombre de la catedral en un altar de alabastro tallado del siglo XVI y de origen florentino. La literatura legendaria y académica en torno a esta reliquia excede en mucho lo que nos proponemos en este artículo y cualquiera que se haya adentrado mínimamente en la historia, probada, de la sagrada copa llegará a la conclusión de que la acumulación de vicisitudes y peripecias convierten en milagro que hoy repose en nuestra ciudad. Una de las reliquias más viajeras, cuyos traslados se han venido prolongando hasta la Guerra Civil, fechas en las que la piedra semi esférica de calcedonia, en de color rojo oscuro, tuvo que ocultarse en casas particulares de la ciudad, incluso en Carlet.
Obra complementaria: En el museo de la ciudad se expone una gran tabla, propiedad del llamado Maestro de Alzira. Un artista del que hasta ahora desconocemos su nombre. La obra monumental, a pesar de la iconografía que describe, presenta una belleza intrínseca indudable magnífica factura y un tratamiento del color magistral, con el uso del rojo para lograr un equilibrio cromático. La tabla debió someterse a una intervención importante para recuperarla en su esplendor, pues presentaba grandes daños incluso de naturaleza estructural.
Santa Cena Francisco Ribalta, y Mabuse
Como bien promovían las normas del Concilio de Trento, el presbiterio de las iglesias de nueva planta debía situarse en un espacio más elevado que el resto de la nave. Ahí se levanta tras una barandilla separadora en bronce el retablo mayor, dorado, diseñado y dorado por Matarana del año 1600. Flanqueado por pilastras, en el centro del retablo se encuentra una de las obras más importantes de Francisco Ribalta pintada en 1606: la Última Cena. Si bien su situación no es la más adecuada para disfrutarla de cerca es recomendable su visita para, además, disfrutar de uno de los templos más importantes de la ciudad.
En el fenomenal museo del mismo Colegio del Corpus Cristi, se haya entre otras magnificas obras El Cristo Varón de dolores pintado por Jan Gossaert, conocido por Mabuse, en el año 1530. Se trata, muy probablemente, la obra más importante del autor flamenco de cuantas se conservan en España. Si me viera en la necesidad de elegir cinco de las que cuelgan en València, a buen seguro una de ellas sería esta. Nos impresiona desde el primer instante el rostro de Cristo ante lo que se ha de enfrentar muy pronto, la extraordinaria anatomía y la posición sentada nos remite a la gran estatuaria clásica y más concretamente al Torso de Belvedere de los Museos Vaticanos.
Obras alternativas del museo: El Cristo portacruz de Luís de Morales o el Cristo Muerto de Ignacio Pinazo
Juan Ribalta Preparativos para la Crucifixión
Se trata de un cuadro de grandes dimensiones y de una obra muy ambiciosa para un joven que en 1615 contaba con, apenas, 19 años. Fue pintado para la iglesia del monasterio de San Miguel de los Reyes y es evidente que tuvo como referencia la obra de su padre, Francisco, que pintó treinta años antes, que se encuentra hoy día en el museo del Hermitage. Se trata de un auténtico referente en la producción de un artista que vivió demasiado poco y que, por lo que nos ha quedado de su arte, apuntaba a ser un gran artista. Se aprecia el horror vacui con numerosos personajes dispersos, profusión de diagonales y las posturas forzadas propias de las composiciones que traen origen en el Manierismo italiano. En cuanto al color, emplea una paleta reducida propia del arte de su padre y la iluminación tiene influencias tenebristas que traen origen en el arte de Caravaggio.
Obras complementarias: Tríptico de la Pasión o de los improperios, atribuido al Bosco, Resurrección de Cristo de Yañez de la Almedina o Cristo en la Cruz de Vicente Carducho.
Aunque inicialmente era una capilla donde se enterraban en su cripta a los Maçeros del Ayuntamiento, hoy en día aloja al Cristo de las Penas a la Virgen y a San Juan. Salen estas tres figuras en procesión por las calles de la Xerea a la caída del sol del Jueves Santo en una comitiva presidida por la gran austeridad. Las actuales tallas se adquirieron en los años 70. La Virgen y San Juan recuperaron su policromía, tras ser restauradas, y son de origen románico, concretamente del siglo XII-XIII y al ser de una sola pieza puede apreciarse con su ligera inclinación, la curvatura del tronco del que fueron talladas. Se trata de dos tallas que expresan el dolor del momento.
Quizás la talla de Cristo en la cruz más importante de la ciudad sea la que, de época tardogótica y de grandes dimensiones se guarda en la iglesia del Salvador, la parroquia situada en la calle con el mismo nombre haciendo esquina con la calle de Trinitarios. La leyenda es eso: una leyenda. Al parecer la imponente talla, recientemente restaurada, fue hallada el 9 de noviembre de 1250 flotando en el Turia viniendo de Beirut tras haber cruzado el Mediterráneo y llegado a la desembocadura. Si bien fue llevada a la Catedral, apareció milagrosamente en la ermita de San Jorge, hoy la iglesia del Salvador por lo que se instaló definitivamente allí, pues al parecer esa era la voluntad divina.