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crítica de cine

'Seis días corrientes': dignificar con humor a la clase trabajadora

3/12/2021 - 

VALÈNCIA. En una minúscula empresa de fontanería trabajan Valero y Pep. Este último está a punto de jubilarse y la propietaria busca a un sustituto. El elegido será Mohamed, un tímido marroquí que tendrá que estar a prueba una semana junto a Valero, que se mostrará reacio desde el principio a ser su compañero. 

Bajo esta pequeña premisa Neus Ballús despliega sus Seis días corrientes, una película que está a medio camino entre la ficción y el documental, un equilibrio que la directora domina a la perfección desde sus primeros trabajos en los que ha escarbado en las grietas entre ambas disciplinas hasta situarse en una zona de confort en el que ambas se funden y de confunden. 

En esta ocasión, el proyecto nace de un impulso personal, el de dignificar al sector de servicios e instalaciones al que ha pertenecido toda la vida su padre. Le había contado muchas historias con clientes, así que empezó a acompañarlo en su rutina laboral y se dio cuenta de que era un observador privilegiado de cómo vivía la gente. A partir de ese momento, comenzó a documentarse en serio, asistió a talleres y contactó con trabajadores reales. Tenía claro que, si salía adelante algo de todo eso, los protagonistas no podían ser actores profesionales, sino gente del gremio. 

Neus Ballús quería que cada uno de esos seis días fuera de alguna manera independiente, marcando el carácter episódico de la película. Cada parada, cada jornada laboral, constituirá un relato en sí mismo en el entraremos en los espacios privados de un crisol de personajes reflejo de nuestro tiempo: ancianos solos, artistas excéntricos, gente humilde, millonarios o millennials pasotas. También lo haremos en el núcleo familiar de Valero, y podremos escudriñar sus problemas cotidianos, así como en la soledad de Moha, que intentará plasmar sus pensamientos a través de textos que imprimen un carácter poético a la película y nos acercan a su sentimiento de exclusión social. 

A partir de esos elementos, son muchos los temas que aborda la película, los prejuicios, las relaciones humanas entre gente de grupos muy diversos, el racismo, el trato a la tercera edad, la manera en la que educamos a nuestros hijos, los roles del hombre y de la mujer en el contexto de la clase trabajadora, la lucha de clases y la necesidad de comprender al otro, la necesidad de empatía. 

Hay algo que diferencia los anteriores trabajos de Neus Ballús de estos Seis días corrientes, y es la sensación de ligereza, el humor que hay implícito en buena parte de las escenas. Según ella misma reconoce, fue lo más difícil de conseguir, el equilibrio entre comedia y drama, entre profundidad y ligereza, sobre todo porque tenía más de 70 horas de metraje para organizar en la sala de montaje. 

Objetivo conseguido: Seis días corrientes resulta tan transparente como la vida misma, no encontramos en ella ni un ápice de impostura y respira autenticidad en cada momento, sobre todo gracias a esos tres personajes que se interpretan a sí mismos en un ejercicio de total entrega y honestidad. Es divertida, pero a la vez nos enfrenta a nuestras propias miserias cotidianas. 

Con todos esos elementos, Neús Ballús consigue configurar una película orgánica que va más allá de su propio dispositivo. Que su esencia y su cadencia resulten tan fluidas y transparentes supone un indicio de la forma en la que la directora ha trabajado los materiales, de forma tan rigurosa como profundamente empática y emocional. Al fin y al cabo, lo importante son los personajes, Pep, Valero y Moha, y la forma en la que nos acercamos a ellos, a su evolución en la pantalla, a su aproximación a través de la comprensión mutua. 

Ballús ha alcanzado en Seis días corrientes un estado de profundidad y liviandad muy complicados de conseguir. Una película en la que se entremezcla la crítica social y la humanidad y la reivindicación de la clase trabajadora a través del costumbrismo y el humor, la sencillez, nobleza y la humildad. 

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