Crónicas desde el Magreb / OPINIÓN

¡Santo Viernes!

16/04/2019 - 

Hace más de cinco años, los mismos que corresponden al espoliado cuarto mandato del ex presidente Bouteflika, que los campos de fútbol en Argelia se han convertido en un meeting point que va más allá del deporte. Un lugar donde miles de jóvenes argelinos, con una media de edad que no supera los 25 años, agarrados de las manos, cantan, al unísono, su triste consternación. La rabia que les corroe por dentro emerge como fuego de sus pechos antes de atravesar sus gargantas para, finalmente, convertirse en su Revolución. La fuerza del mensaje transmitido supera cualquier obstáculo lingüístico.  Al escucharlos, la emoción te embarga los corazones. No hace falta entender las palabras para sentir y deducir su invocación. Una invocación que engendró un fenómeno digno de sus autores. Un fenómeno sin precedentes que se ha hecho viral traspasando todas las fronteras para convertirse en la información estrella de muchos medios de comunicación a nivel mundial. Las redes sociales, el medio informativo más usado por los jóvenes argelinos por excelencia, le guardan un lugar de la talla del fenómeno. Docenas de canciones figurativas nacen para hacer de cada nota un himno a la libertad.

“Somos nosotros, los jóvenes y no aguantamos más. Con estudios y sin trabajo. La humillación y la consternación son nuestros únicos sentimientos. No soportamos más ninguneo. No toleramos más hogra (injusticia). Nos robaron nuestros sueños. Nuestra juventud. A los harraga nos les queda más que las pateras y el Mediterráneo para huir de la desgracia”. Estas son algunas de las reivindicaciones coreadas en las gradas durante los derbis de la liga argelina de fútbol. No importa si llueve o hace frío. Nada es más importante que un día de fútbol para expresar lo que años llevan reprimiéndose. Nada es más fuerte que el deseo de hacerse oír. Nada es más trascendental que acudir a esta cita convertida en una terapia colectiva y vital. Vital porque entre jugársela entre las asesinas olas del Mediterráneo o refugiarse en el radicalismo islámico, mejor dejarse las cuerdas vocales en un campo de fútbol. Un campo que, sin lugar a duda, será el primer testigo de esta nueva Revolución.

Como bien ha señalado la ONG Algeria Watch, la situación ha cambiado desde febrero de 2019. Las argelinas y los argelinos se sintieron insultados por esta indigna mascarada del quinto mandato que suponía la imposición de un anciano agónico como candidato de la Esperanza y la Renovación. ¡Qué ironía! Este insulto ha servido de detonante del descontento para convertirse en la gota que ha desbordado un vaso lleno de indignación y aflicción. Lo que los jóvenes desafían y rechazan no se limita a la reelección de un presidente zombie. El pueblo argelino está exasperado y no quiere esta dictadura feroz, corrompida e incompetente, que lleva, a la vista de todos, al país a un oscuro devenir.

Desde el 22 de febrero de 2019, fecha en la que el pueblo argelino decide, por unanimidad, salir en masas a impugnar un impuesto quinto mandato, siete son los viernes que han marcado un antes y un después. Siete son los viernes que, con el tesón y la perseverancia de un pueblo humillado, han conseguido que Bouteflika no se presente a un nuevo mandato. Siete son los viernes que han logrado que Bouteflika dimita. Siete son los viernes que ven a los jóvenes ocupar un espacio usurpado por el sistema. Siete son los viernes donde todas las generaciones, todos los credos, todas las clases, de las manos cogidas, avanzan, pacíficamente, hacia la libertad en argelino, en francés, en tamazight y en árabe. Siete son los viernes que nuestro Mare Nostrum, el mar de la Esperanza no ha visto sucumbir a ningún joven desesperado. ¡Santo viernes! 

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