Esta semana Abascal fue por lana y salió trasquilado de la moción de censura propuesta por él mismo. Se estará preguntando aún quién lo mandaría a él plantear esta medida, en plena pandemia, crisis económica, sanitaria y hasta de moral de esta gran tropa que formamos los españoles. Sabía que no contaba con los apoyos suficientes para resultar victorioso, porque la aritmética no falla y esto se lleva negociado y sabido de antes del debate y, pese a ello, siguió adelante con su plan, como si tal cosa. Hala, que los buenos arrieros no miran al cielo. Evidentemente lo que pretendía con este pulso era arrasar a la “derechita cobarde”, como la ha venido denominando reiteradamente, esto es, al PP, y apropiarse con ello de su electorado; pero no midió las fuerzas ni la estrategia de un Casado, que hizo en la tribuna una sorprendente faena brillante como parlamentario.
Parecía que el PP fuera a salir fulminado del envite como víctima propiciatoria, pues no era nada fácil tomar la decisión en cuanto al voto en la moción de censura. Como el mito de los monstruos de Escila y Caribdis de la mitología griega: Si el PP votaba a favor, podría parecer un acto de sumisión a la iniciativa del partido de ultraderecha y quedar subsumido por este; si lo hacía en contra, se podría haber interpretado como un acercamiento hacia el Gobierno, o bien como el respaldo a su gestión de la pandemia, que no sé qué habría sido peor. Sin embargo, no hizo ni una cosa ni otra, sino una faena de aliño espectacular contra quien propuso la moción, al que le vino de vuelta un inesperado bumerán que lo dejó patidifuso. Parece que aún no se ha recuperado.
Con este giro por sorpresa Casado salió como gran el triunfador del desafío. Me atrevería a decir que nadie se esperaba que el resultado de la moción de censura fuera el que ha sido y esto es lo interesante de la cuestión, que, en un momento, en el Parlamento todo pueda dar un giro radical y hacer que lo haga también a su vez la opinión pública. Comparto la opinión Iglesias de que la moción en realidad se dirigía contra el propio Casado, en lugar de contra el Gobierno. El PP quedó autoproclamado tras el debate como el partido europeísta liberal, sensato y moderado, de centro en definitiva, que España necesita. En un lugar equidistante entre un Vox radical y desconcertado, un PSOE a la suya sin salpicadura de la escabechina que se había allí perpetrado y unos Ciudadanos y Unidas Podemos defendidos con desganas por sus respectivos representantes.
También apareció, tras el no a la moción de censura, como el partido que ha conseguido que el PSOE parara la deriva antidemocrática, que había emprendido con la reforma que pretendía del CGPJ. No puedo por menos que congratularme de esta decisión, de la que ya hablé ampliamente la semana pasada, en mi columna 'Justicia y calidad democrática', pues también satisface a Bruselas, que ahora es lo que nos interesa por lo del dinero que necesitamos que nos hagan accesible. La propuesta de Sánchez a Casado es una solución claramente imperfecta, pues no consiste en reformar el procedimiento para que sean los propios jueces quienes elijan a los representantes en el Consejo, como sería lo idóneo, sino en sentarse a negociar juntos para llegar a un acuerdo de renovación del CGPJ “cuanto antes”, dixit.
Es, en definitiva, una mano tendida para volver a hacerlo como toda la vida… desde la Constitución, claro. Presumo que “el moños” estará enfadado con esta decisión de Sánchez, que lo desautoriza. Con lo que concluyo que aquí quien está remontando y ha ganado el debate, en definitiva, es el bipartidismo PP-PSOE o viceversa. Se admiten apuestas.