BENIDORM. Vaya por delante que Xoel López agradeció a la organización del Low Festival que cuando editó Atlántico, en 2012, fuera el único festival que apostó fuerte por su cambio de piel, dejando atrás la denominación Deluxe, con la que había acumulado ya un sólido cancionero de pop adulto, y empezara a recorrer nuevos caminos, más eclécticos y marcados por sonoridades de ida y vuelta por el océano que daba nombre al disco. Vaya por detrás que eso lo hacía mientras se marcaba el que sin lugar a dudas ha sido el mejor concierto del Low Festival del 2019 (aún sin haberse producido todavía la tercera jornada, aún sin haber asistido quien escribe a todos ellos), y que tras la reiteración de conciertazos del susodicho, estaría muy bien que el año que viene (por poner una fecha), Xoel pudiera agradecer desde el escenario principal a la organización del festival haber apostado por él en este espacio. Lo iba a petar igual que igual, con un sonido contundente y mestizo, rodeado de una banda que ofrece un cóctel jugoso de experiencia y bisoñez saltarina, con incorporaciones como la de la jovencísima Alice Wonder. Como dijo en una entrevista para Alicante Plaza con la compañera Thais Peñalver, "estoy disfrutando este como un momento muy especial, con un equilibrio de todas las músicas que me gustaban hasta ahora. Puedo hacer canciones de hace años y canciones nuevas y ambas conviven bien. Siento como una armonía que creo que es fruto de muchos años de esfuerzo; creo que ahora estoy recogiendo todo lo sembrado durante todas estas décadas", y eso se trasluce en el escenario desde el minuto uno, en una electrificada versión de Pequeño jaguar de la noche, o viendo al público más joven corear a voz en grito Yo solo quería que me llevaras a bailar, perteneciente al disco Paramales, mientras que los más maduritos entraban en éxtasis jaleando Que no o una versión a múltiples voces de El amor valiente. Si hay un músico español que tiene el estatus de un Bruce Springsteen, un Tom Petty o un Neil Young es Xoel López, y eso empieza a merecerse el reconocimiento de un escenario principal.
Una vez dicho esto, en una noche poblada de nuevas voces como las de Vera Green, Cupido, la propia Alice Wonder, Muevelokumbia, The Limboos, consagraciones como Varry Brava, relevos evidentes en el pop de himnos indie, reservando el escenario principal para los imparables Viva Suecia, a costa de dejar a sus predecesores en el asunto, los también murcianos Second, en la caja B, de sonidos dance del qualité como los australianos Cut Copy y los franceses <<Rinôçérôse>>, toca hablar del hype de la edición del Low de 2019, la aparición por el estadio Guillermo Amor de los británicos New Order.
Antes que nada, reconocer que la apuesta de Producciones Baltimore, haciendo girar el cartel de su festival estrella benidormense alrededor de una gran banda seminal, de esas que entroncan los tiempos heroicos con los presentes, caso de Portishead, Massive Attack, Belle And Sebastian, Pixies, Chemical Brothers o los propios New Order, es una idea lo suficientemente buena como para que perdure en el tiempo.
Bajando al campo de juego, el show ofrecido por los mancunianos empieza a estar en el límite de lo permisible. Con una discografía soberbia, padres y abuelos de la cultura de club, que tanto predicamento tiene en tierras valencianas, no es de extrañar que tuvieran ganado el partido antes de bajar del autobús, pero no estaría de más intentar marcar algún gol, sin esperar a la prórroga, y que el gol te lo marque un muerto.
Si la voz de Bernard Sumner no ha sido nunca el punto fuerte del combo, su fraseo de tono bajo y monocorde era el acompañamiento perfecto para los desarrollos rítmicos de Peter Hook y Stephen Morris, a los que se unieron las ambientaciones trans de Gillian Gilbert, y ciertos toques de italian techno que hacían más digerible la cosa. Con Phil Cunningham en el puesto de Hook, y no sólo por él, New Order suenan a New Order haciendo de New Order, y tal vez es un poco temerario dejar caer la responsabilidad del directo en la capacidad de frontman vocal de Sumner. Aún así, Bizarre Love Triangle, Temptation, Subculture, True Faith o el hipnótico Blue Monday, siguen haciendo despegar los pies del suelo al personal, en un mar de cabecitas y, cómo no, pantallas de móvil encendidas en la nueva comunión colectiva de los tiempos de black mirror. En las gradas, más ingleses de clase media que si el Liverpool hubiera venido de pachanga veraniega. En el césped, más camisas hawaiianas que en un concierto de Jack Johnson. Para el final de fiesta, una pequeña traición en forma de lo que muchos entenderán como un homenaje. Para el bis, un Love Will Tear Is Apart bien guitarrera, bien punkie, para el que Sumner parecía haber guardado todas sus reservas de voz, acompañada de imágenes de Joy Division y Curtis, con un mensaje que parecía decir “estos sí que eran buenos”. Pero joder, es que New Order son muy buenos, tampoco os hacía falta. Aunque claro, paseando por el recinto, centenares de camisetas con la portada del Unknown Pleasures de Joy Division, ni una con el precioso diseño del Power, Corruption & Lies. Poder, Corrupción y Mentiras, Benidorm, España, semana de las investiduras fallidas, toda una metáfora.