VALÈNCIA. Llamarse Malena en Argentina y no gustarte el tango puede ser una experiencia vital irritante, habida cuenta de que tu nombre coincide con el del título de la canción más famosa de este género. Malena Albarracín ha perdido la cuenta de las veces que le han preguntado si bailaba el tango como ninguna, en referencia a la letra del tema inmortal. La coreógrafa argentina baila y mucho, pero no la danza característica de la región del Río de la Plata. Hasta que un libro despertó su curiosidad. En 2021, visitó Buenos Aires en busca de las últimas publicaciones de la editorial Segunda Cuadernos de Danza. Cargó con los cinco últimos, cuatro eran de contemporáneo y el discordante, Bailar tango, mecánicas del abrazo, de Andrea Utchitel, no podía interesarle menos. Así y todo, lo ojeó, porque confiaba en el criterio de la propietaria de la editorial, Josefina Zuain, amiga suya. La lectura le subyugó, hasta el punto de preguntarse por qué nunca había hecho honor a su nombre y bailado la tradición más exportada del folklore de su país.
Fue entonces cuando a Albarracín se le acumularon los recuerdos de la infancia: «Mis padres son amigos de un conocido guitarrista de música popular, Esteban Morgado, así que, claramente, había tango en mi familia, pero estaba escondido, porque también recordé situaciones traumáticas de acoso en las milongas».
A partir de ese buceo en su memoria, la bailarina empezó a practicar sola. Se servía de un altavoz, de la puerta, de una toalla... En ese momento, vivía en Oporto, estaba montando un espacio de residencias artísticas y tenía ganas de arrancar con un proyecto nuevo. Ese fue el origen impensable de un proyecto teórico y práctico, filosófico y dancístico, llamado A contrapelo, piel de tango.
La iniciativa rescata la tradición queer de esta modalidad de baile, y del 4 al 7 de abril, Carme Teatre acoge el estreno de su vertiente escénica, desarrollada en residencia de creación en la sala. El espectáculo se llama Taura, palabra lunfarda que remite a un vocablo no reconocido por la RAE, pero extendido en Buenos Aires a través de la jerga argentina. Significa pícaro, en obvio guiño al personaje tanguero, que seduce con mentiras.
Workouts y drag kings
A lo largo de estos tres años, el proyecto ha ido mutando. La primera convulsión en el proyecto se dio cuando Malena reparó en la inexistencia de espacios alternativos de tango, y decidió lesbianizarlo con la puesta en marcha en València de una Milonga Torta en el CSOA L'Horta de Benimaclet, porque, para colmo, «en una milonga queer, todo son varones».
La coreógrafa es, así mismo, preparadora física, y por deforme profesional, en el momento en el que empezó a convocar a candidatas para desarrollar su proyecto, como no disponía de fondos para pagarles, decidió hacer un trueque y entrenar a las asistentes a cambio de participar en la investigación. «En ese momento apareció una capa de estudio más interesante, porque la preparación física nos lleva a pensar en el varón, por asociar a la persona que la practica con una musculatura más masculina», desarrolla la artista.
El ejercicio se fusionó entonces con el tango, porque esa preparación del cuerpo las ayudaba a bailar sin lesionarse, ya que al tratarse de una danza tan asimétrica, por la estructura de su abrazo, los traumatismos son comunes.
El proyecto fue más allá en su metamorfosis al incorporar lo que Malena denomina «draguearse de varón», que aclara, «no es disfrazarse ni vestirse de hombre, sino vestirse como niña y como rey». Esta fusión de alter ego proviene de un juego de palabras entre las iniciales que conforman el acrónimo DRAG en inglés, Dress As A Girl, y el hecho de que en la obra se opte por adoptar el rol masculino en la ejecución del baile.
«Más que darle una vuelta, tengo el convencimiento de que el tango es queer y siempre lo fue. Creo que mi gesto ha sido más tradicional de lo que parece. No creo estar innovando en absoluto, porque soy de las personas que reivindica que en el tango se habla de maneras de vivir muy poco hegemónicas. Me cuesta ver monogamia en una milonga, me cuesta ver heterosexualidad», expone. Desde la intuición, Albarracín sospecha que en algún momento, el baile cambió, que en origen, para bailar un ritmo tan específico, era preciso jugar a ser algo, draguearse. Y zanja, «quien se monta de mujer para ir a una milonga es una drag».
El tango es cosa de tres
Taura está representada por un trío de bailarinas en el escenario: la misma Albarracín, Arantxa Blasco y Noelia Sánchez. «Se trata de derribar barreras estereotípicas y redefinir conceptos y maneras de hacer impuestas por la tradición, rehabitando el tango e incidiendo en su valor cultural y relacional», incide su artífice.
La decisión de que sean tres y no dos las intérpretes ha sido azarosa. Se deriva de cómo los equipos se construyen y destruyen. De hecho, en una etapa temprana en el desarrollo del dispositivo escénico fueron siete las intérpretes y todas argentinas, ahora, la única procedente del país andino es Albarracín: «Estaba segura de que no era una obra de pareja, en algún momento pensé en hacer un solo, pero para bailar tango hacen falta un mínimo de tres. Eso lo dice Andrea Utchitel en su libro: para que exista el tango tiene que haber una milonga y una persona mirando».
Según su responsable, Taura delata su concepción en pandemia, porque el contacto de los cuerpos se trabaja sin mucho roce entre ellos. Es una obra donde se pueden atisbar los procesos internos, como la pregunta que más se han formulado durante el proceso de investigación: «¿hasta dónde se puede sostener la ficción binaria de que alguien lleva y otra es llevada?». Como consecuencia, en la pieza, hay un intercambio constante de roles. Los tangos de Taura se presentan de maneras alternativas a la convencional.
Luis Miguel y Enrique Iglesias, de cuerpo presente
La banda sonora de la instancia escénica está compuesta por una lista larguísima de tangos, pensada para que la audiencia entre en el ambiente de la milonga. La selección, errática, consta de temas cantados por Adriana Varela, pero en su mayoría, son canciones interpretadas por «varones muy desagradables, que son las musas inspiradoras de este proyecto, porque ellos eran medio terribles, su manera de cantar, de una masculinidad espantosa, y las letras de las canciones, peores. Lo que sucede es que algunas son poéticas y si no eres argentina no te enterás».
Durante el proceso de poner cuerpo a estas músicas, a Albarracín la sacudió una pregunta: ¿Nos transformamos en los fantasmas para tenerles menos miedo? En último término, el público de Carme Teatre, va a asistir a una sublimación de los varones para intentar contrarrestar los acosos y los maltratos machistas en la vida. De modo que, avanza la artista y preparadora física, «hemos dragueado hasta el punto de desagradarnos».
Para trabajar a sus propios drags, Malena, Arantxa y Noelia se han servido como inspiración de Luis Miguel y Enrique Iglesias por su condición de referentes del pop comercial. Su música no se ha incluido porque han preferido servirse de cantantes icónicos de los años veinte. El resultado es “un trío de tango intermitente que entrena, explora, analiza, practica, abraza, perfecciona, lee, toquetea, rechaza, estudia, traiciona, pregunta, memoriza, llora, corrige, insiste, draguea, olvida, prueba, desilusiona y baila tango”.