En lo alto del parque natural de la Font Roja, el restaurante se ubica en un espléndida masía del siglo XVIII que goza de una de las mejores vistas de Alcoy y sus parajes.
ALCOY. Indira Amaya de Ameglio y su marido Edgar son dos panameños que llegaron a Alcoy buscando un lugar de campo en la ribera mediterránea donde vivir: “empezamos a buscar desde Italia pero, al llegar aquí, nos enamoramos”. En lo alto del parque natural de la Font Roja, el restaurante se ubica en un espléndida masía del siglo XVIII que goza de una de las mejores vistas de Alcoy y sus parajes. “Hay muy pocos lugares en el mundo tan bellos como este”, dice su propietaria, que detalla la historia de la finca y se enorgullece del cuidado cultural y medioambiental implementado: “desde la rehabilitación del patrimonio arquitectónico, hasta la gestión de residuos o el tratamiento de aguas, han sido aspectos meticulosamente cuidados”. Por eso que venir a La Mota, ya sea para comer o para hospedarse en su hotel rural, además de una ventana de oxígeno, implica una experiencia que nos vincula con la más profunda filosofía “Slow Food”, la salvaguarda de las tradiciones gastronómicas regionales, sus productos y el cuidado del entorno, o mejor: el placer convertido en cultura.
Porque cultura es el paraje y su respeto, cultura son los cuidados trescientos años de la casona de verano de La Mota, y cultura es su impresionante borreta alcoyana (plato al que le tengo debilidad), su exquisito arroz de montaña o su jabalí a las hiervas de Mariola. Y son cultura no solo por el cuidado del recetario autóctono, sino porque desde el aceite, las setas, pasando por el jabalí, los vinos, licores y cervezas, hasta las verduras y hortalizas, son de la zona, cuando no, cultivadas en el propio huerto de la finca: “La carta va variando según marcan los productos de temporada, ahora y hasta diciembre, empieza la temporada de setas y estamos recogiendo la almendra con la que este invierno haremos nuestro propio turrón”, cuenta Indira.
Por eso, ahora que el otoño invita a replegarse hacia el interior y a media tarde en la sierra no llegamos a los 14º, mientras una reposa calentita la sobremesa con vistas a La Hoya de Alcoy no sabe si piensa o siente que todo eso que conoce del lugar, del cariño con el que es cuidado, alimenta tanto como las pencas de la olleta que cocieron a fuego lento durante horas antes de servirlas en el plato. Y entonces, es posible entender, que comer consiste en algo muy amplio.