Alberto Torres Blandina, Bárbara Blasco, Elisa Ferrer, María Bastarós, David Pascual y Borja Navarro son solo algunos de los nombres que conforman la comunidad intergeneracional de escritores y escritoras que está acaparando un interés creciente por parte de la crítica y el público a nivel nacional
VALÈNCIA. Pertenecen a generaciones diferentes y no comparten estilo literario. Al menos no necesariamente. Sin embargo, forman una especie de comunidad de escritores y escritoras cuyo mínimo común denominador es el gusto por el riesgo y la experimentación; la capacidad para desarrollar una voz propia más allá de géneros y escuelas. Bueno, eso y el hecho de que la mayoría viven en la misma ciudad.
Algo está pasando en Valencia. Esa es la percepción creciente que llega a nuestros oídos de libreros, editores y lectores de otras partes del país. Esta peculiar escena literaria de la que hablamos está conformada por narradores todavía jóvenes, pero ya veteranos, como Alberto Torres Blandina, Bárbara Blasco, Lola Mascarell o Kike Parra. De nombres crecientemente consolidados como el de la zaragozana afincada en Valencia María Bastarós o Elisa Ferrer, y de otros en claro ascenso como David Pascual o Borja Navarro. También están ahí Paco Cerdà, Iván Rojo, Lidia Caro Leal y Estela Sanchis. Sin olvidar, aunque procedan de Castellón, autores igualmente singulares como Guillem López y Óscar Gual.
“Es curioso que hayan coincidido en el tiempo todos estos escritores y escritoras que además están publicando con editoriales potentes como Tusquets, Temas de Hoy o Candaya y en otras pequeñas pero muy chulas (Pepitas de calabaza, Colectivo Bruxista, Dosmanos, Proyecto Estefanía, Barrett…) - apunta Fernando Pelayo Martín, de la librería +Bernat de Barcelona-. Mi impresión, después de haber tratado personalmente a muchos de ellos, es que es gente muy espabilada, que tiene mucho talento y saben hacia dónde quieren ir. Escritores que arriesgan, pero con una base muy sólida. No es muy habitual que salga una escena de estas características en un momento en que está todo tan interconectado, tan sobado, y tan visto. Es difícil inventar nada nuevo, y este grupo está haciendo cada uno una cosa de su padre y de su madre, pero con un punto de calidad que es muy interesante”.
“El primer contacto que tuve con ellos fue a través de un editor mexicano que lleva mucho tiempo viviendo en Valencia, Heme Brazo, de la editorial Proyecto Estefanía -continúa Fernando-. A partir de ahí conocí a David Pascual, que acababa de publicar la novela Gordo de Porcelana con Temas de Hoy, y a María Bastarós, que había sacado Historia de España contada a las niñas con Fulgencio Pimentel, y después el libro de relatos No era esto a lo que veníamos, con Candaya. Libros que tuvieron bastante trascendencia a nivel nacional”.
“Uno de los libros por los que más he apostado este año en la librería ha sido Arcén, de Borja Navarro, que es un portento y tiene pinta de tener una carrera interesante por delante. También he acogido en la librería la presentación del compendio de relatos No entrar con llamas (Alta Marea), de Lidia Caro, que es muy potente. Otra autora que es la caña, y que creo que también va a llegar lejos, es una chica que se hace llamar Gabriela Pavinski, que ha publicado también con Proyecto Estefanía. Y también está Bibiana Collado, de Burriana, que publica con Pepitas de calabaza”, señala este librero.
Con más de diez novelas publicadas y obra traducida a cinco idiomas, Alberto Torres Blandina es uno de los escritores más veteranos de este grupo y, por tanto, uno de los que puede aportar una perspectiva más amplia al fenómeno que nos ocupa. “En realidad creo que siempre ha existido una escena en València de escritores que hacen cosas bastante alternativas, lo que pasa es que ahora se está visibilizando un poco más”, opina este autor, que acaba de publicar Tierra (Candaya, 2024), una ambiciosa novela de casi 700 páginas que narra los grandes acontecimientos y los cambios recientes de la humanidad desde el comienzo de la guerra fría hasta el día de hoy a través de los recuerdos cotidianos de personas de más de cien países distintos. “Creo que lo que tenemos en común es que hemos generado nuestro propio universo y tenemos voces reconocibles. También el hecho de que vamos cambiando de un libro a otro porque nos gusta mucho explorar y arriesgar”.
“Es muy curioso como estén saliendo tantos autores jóvenes con ganas de hacer las cosas diferentes y que no tienen mucho que ver entre sí en cuanto a estilo, sino justamente les distingue en el hecho de que son voces muy particulares”, corrobora, Alejandro Alvarfer, editor de Colectivo Bruxista, la casa en la que David Pascual ha publicado su última novela, Dinosaurio. “Además de David, me llama mucho la atención gente como María Bastarós o Borja Navarro, cuyo libro de relatos (Arcén) sin duda fue de mis favoritos del año pasado. No sé si podría llamar escena, como si fuese algo musical, pero desde fuera tengo la impresión de que sí existe algo parecido, porque se conocen, se apoyan mutuamente e imagino que en cierta medida también se influirán entre ellos”, añade.
Bárbara Blasco, autora de novelas brillantísimas publicadas por Tusquets como Memoria del alambre (2018) y Dicen los síntomas (2020), confiesa que no sabe a qué atribuir la confluencia en el panorama literario español de escritores valencianos que están llamando la atención tanto del público como de la crítica. “Supongo que se debe al hecho de que hay más narradores por kilómetro cuadrado en nuestro país. Casi cabría preguntarse por qué había tan pocos narradores valencianos hasta hace bien poco, o por qué València no era escenario literario y situábamos nuestras ficciones en un lugar imaginario entre Madrid y los EEUU. Ahí Rafa Lahuerta dio un golpe en la mesa. Esta ha sido tradicionalmente tierra de poetas y de artistas del diseño, pero ahora se lleva escribir. En las redes sociales construimos nuestra identidad a través de la palabra, y también de la imagen, pero sobre todo de la palabra. Pero no creo que sea un fenómeno exclusivamente valenciano, la escritura se ha deslocalizado y hoy se puede escribir desde Murcia -mira si han surgido allí narradores-, desde Zaragoza o desde cualquier pueblito del interior”.
“Me encantaría pensar que hay un halo valenciano que queda impregnado en las letras, un rastro de meninfotismo, de una casalleta y mon anem, o de esa luz mágica valenciana, pero no lo creo -agrega Blasco-. Sí es verdad que hay una comunidad de narradores actuales que nos leemos los unos a los otros, que nos seguimos, que dialogamos en temas y en forma, pero en mi caso trasciende las fronteras de la terreta, incluso las de nuestro país (leo a muchas latinoamericanas).
Bárbara Blasco juega un papel importante en la escena literaria valenciana actual no solo como escritora, sino como impulsora, junto con Kike parra, de la escuela de escritura creativa Selecta, inaugurada en 2022 en el barrio de Ruzafa. “Creo que, cuando el camino está transitado, seguir las huellas es más fácil. En Selecta, Kike Parra y yo estamos contentos de poder contar con escritores profesionales de aquí, o que viven aquí, para los cursos regulares. Son escritores que admiramos y que además son buenas personas, como Javier López Menacho, Jerónimo García Tomás, Antonio Praena, Luci Romero, Alberto Torres Blandina, Ana Añón y dos premios Tusquets ni más ni menos, Elisa Ferrer y yo. Hace unos años hubiera sido impensable tener una plantilla así”.
“Creo que València siempre ha estado un poco infravalorada, fuera de aquí, pero también aquí. Ahora hay más interés por lo que se hace en esta zona, aunque sea de manera un poco estereotipada -apunta David Pascual, también conocido como Mr Perfumme-. Las escritoras y escritores valencianos estamos reclamando el derecho a mostrar nuestra visión del lugar donde vivimos (y nuestro derecho a estereotiparlo). También me parece muy interesante que esto esté ocurriendo desde los márgenes, con libros, voces, y hasta editoriales, que casi nunca son los mainstream”. “Si hay una cosa en común entre nosotros es una enorme libertad en lo creativo y una voluntad de hacer lo que nos apetezca sin que sea necesariamente comercial”, añade.
Pascual subraya la importancia de que este grupo de escritores y escritoras conforma “una comunidad de amigos”, cosa muy poco frecuente en otros lugares. “Nos ayudamos unas a otras. Muchos de nosotros hemos participado en los libros de Hotel postmoderno o en los eventos en vivo que se hacían desde el mismo colectivo. También hemos dado clase juntos, nos hemos presentado libros. Eso yo creo que ha ayudado mucho a hacer comunidad, y también a aprender los unos de los otros. Y, por supuesto nos leemos, y, seguro, nos influimos. Para mí, leer Los últimos días de Roger Lobus de Óscar Gual; Con el frío, de Alberto Torres Blandina, y Challenger, de Guillem López, en un mismo año, literalmente me cambió la idea de lo que podía ser un libro. Pero leer a María Bastarós, o a Lidia Caro o a Borja Navarro, también. Porque todo lo que te parece bueno, o te sorprende, te influye. Es una comunidad muy generosa, y eso es muy importante”.
Borja Navarro es uno de los narradores más prometedoras del momento, y también de los más jóvenes. Por eso mismo concede especial relevancia al apoyo intergeneracional que se da en este grupo. “Que escribamos desde un punto geográfico común no creo que signifique mucho, lo que creo que sí significa bastante, por lo menos para mí, es que somos un grupo que se retroalimenta en muchos aspectos. Yo me he sentido super apoyado por la gente que escribe de mi entorno como Perfumme, Torres Blandina, Bastarós, Estela Sanchis o Iván Rojo. Todos siempre están dispuestos a darte una opinión o a recomendarte lecturas. Cuando empecé a escribir leía a mucho escritor norteamericano, pero hubo un momento en que descubrí a Iván Rojo y mis referentes pasaron de ser gente que tenía a tres calles de mi casa. Siento muchas veces que he crecido gracias a los escritores que tengo a mi alrededor”.
“Para mí, lo más curioso de esta generación son dos cosas: el buen rollo que tenemos y que el relevo generacional se ha hecho con muy poca competitividad y muchísima generosidad. Y eso es algo que suele llamar la atención fuera de València, porque no es nada común -señala Torres Blandina-. Los que somos más mayores, como yo, Kike Parra o Bárbara Blasco hemos ayudado y cuidado mucho a la gente más joven como Lidia Caro o Borja Navarro, que se han formado con nosotros. Les hemos pasado novelas, le hemos dado nuestra opinión e incluso contactos en editoriales. Para nosotros, que gane uno es que gane el equipo”.
“Mola mucho tomar copas con compañeros escritores, reírnos y compartir. Que la fiesta y las ganas de pasarlo bien están por encima de la competitividad literaria y de la pedantería. Y ese sí podría ser un rasgo que definiera la literatura valenciana, al menos de noche”, concluye Bárbara Blasco.