VALÈNCIA. Mikey es actor porno. O, mejor dicho, lo ha sido. Ahora, está en horas bajas. Así que no le queda otro remedio que volver al lugar de donde vino, a una pequeña población de Texas. Allí no es precisamente bienvenido, básicamente porque se aprovechó de todo el mundo dentro de su órbita, incluida su mujer Lexi, con la que empezó a grabar vídeos caseros y a la que finalmente abandonó. Pero ahora tiene que llamar a su puerta para pedir ayuda. A ella y a su madre.
Mickey es un sinvergüenza, uno de esos hombres de la peor estirpe, guapos y manipuladores (al parecer increíblemente dotados sexualmente) que utilizan a las mujeres para sus propósitos, básicamente, sus intereses narcisistas. Mickey es una mierda. Pero Mickey es el centro de esta historia. A través de ella, Sean Baker, el director, pone de manifiesto un prototipo de masculinidad deplorable que de alguna forma critica pero que, al mismo tiempo, intenta dotar de picaresca.
Es sin duda el aspecto más cuestionable de Red Rocket. ¿Cómo acercarnos a este relato sin que nos genere suspicacias? Pues pensando que, lamentablemente, este tipo de hombre sigue existiendo y que no ha desaparecido de la faz de la tierra.
Sean Baker siempre ha sido un hábil radiógrafo de la sociedad. Le interesan los personajes al margen, los outsiders, los que viven a espaldas del sueño americano. En ese sentido, Mikey entronca con ese tipo de personajes que a Baker le gusta retratar, sin juzgar y poniendo en evidencia sus luces y sus sombras.
El nombre de Sean Baker siempre irá asociado a dos obras poderosas como fueron Tangerine y The Florida Project. En la primera retrataba a dos mujeres trans que ejercían la prostitución por las aceras más cochambrosas de Los Angeles. En la segunda, se centraba en unos moteles cercanos a Disney World donde la decadencia y la supervivencia se daban la mano. Quizás este sea el tema que vertebre toda su filmografía, la necesidad de salir adelante sea como sea.
Su acercamiento a la realidad es siempre naturalista, su cámara se fija en esos personajes, y también en el entorno en el que habitan. El de Mickey también es decadente, y no resulta una casualidad que la trama tenga lugar en el transcurso de las elecciones que dieron a Trump el poder precisamente en una de las zonas en las que arrasó, en las que caló su discurso republicano. Zonas pobres en las que el orgullo patriótico parece ser lo único que les queda.
En lo que sí se diferencia Red Rocket del resto de las películas de Sean Baker es en el humor. Lo grotesco del personaje de Mickey solo se puede abordar desde la comedia, y en ese sentido, el director encuentra el tono adecuado para sumergirnos en su alocada peripecia de retorno al hogar durante el que intentará conseguir trabajo para terminar trabajando para una matriarca local de la droga.
Por el camino conocerá a la teenager Strawberry a la que intentará captar como nueva promesa del porno. Pero su espíritu indeseable le hará caer una y otra vez en picado. Aunque Baker no juzgue al personaje, se encuentra implícita una crítica inherente hacia sus maquinaciones y embaucamientos. Mickey, como ya hemos dicho es un mierda, pero también un paria de sí mismo, y un superviviente.
Red Rocket es una película completamente atípica dentro del panorama de nuestros días. Incomoda, subversiva, pero al mismo tiempo muy divertida y con un Simon Rex en estado de gracia, un actor que también salió de la industria del porno y que sorprende por su capacidad para aunar descreimiento y crudeza.