Atesoran miles de seguidores en Instagram, se mueven con facilidad entre términos como book haul, wrap up o TBR (To be read) y hacen de su pasión por la lectura o la escritura la razón de ser de sus canales sociales. Son los bookstagrammers: los nuevos prescriptores literarios. Y sí, han llegado para quedarse
MURCIA. Booktuber: dícese de aquella persona que recomienda o habla de libros en YouTube. Bookstagrammer: dícese de aquella persona que recomienda o habla de libros en Instagram. Establecidos los dos conceptos principales de este artículo, apuntalemos el objetivo que persigue: ¿por qué existe todo un fenómeno en torno a las obras literarias que se prescriben en redes sociales? ¿Quiénes son los booktubers o bookstagrammer y por qué tienen tanto éxito?
Una posible explicación a estas cuestiones la tiene Gemma Lluch, filóloga, catedrática de la Universitat de València e integrante del grupo de investigación de la misma institución, ERI Lectura. En su opinión, la razón principal para explicar este fenómeno es que «permite la recomendación entre iguales de manera inmediata». Un fenómeno, el de perfiles –especialmente jóvenes– que recomiendan libros a través de redes sociales que no es precisamente nuevo, puesto que arrancó en 2003, «con el foro de la escritora Laura Gallego», precisa Lluch. Con todo, «los primeros canales en YouTube que recomiendan libros ya son de 2011». Han pasado diez años desde entonces y lejos de agotarse, las recomendaciones de libros en redes sociales gozan de una buenísima salud. Los propios datos lo reflejan.
Empecemos por YouTube. Javier Ruescas, escritor de literatura juvenil y booktuber, acumula en su canal de YouTube 305.000 suscriptores; Raquel Bookish –seudónimo de Raquel Brune–, también escritora, está acompañada por 435.000 suscriptores; y Sebas G. Mouret, tras la cuenta El coleccionista de mundos, y divulgador literario, cuenta con 267.000 personas que ven sus vídeos. Los tres comparten su amor por la literatura y hablan en sus canales de temas muy variopintos: de clásicos literarios de siempre, de bookhauls –es decir, de los libros que van adquiriendo–; o de novedades editoriales. Pero no solo eso: también realizan o contestan distintos retos o tags; desvelan las novelas más adictivas que han leído o aportan hábitos clave para cultivar la lectura.
Por supuesto, también recomiendan o reseñan libros, una vocación que se ha trasladado a una de las redes sociales más populares del momento: Instagram. No en vano, del resultado de mezclar libros –books– con Instagram surge el nombre que define a los prescriptores literarios que habitan esta red social: los bookstagrammers.
Miriam Bisbal, licenciada en Filosofía de 31 años, creó la cuenta de Instagram The Bookscracy durante el confinamiento de 2020. Llevaba un tiempo siguiendo a la comunidad bookstagram, pero le resultaba imposible dedicar tanto tiempo a la lectura para atreverse a iniciar una cuenta por sí misma. El tiempo que trajo consigo la pandemia le resultó un revulsivo para arrancar. «Se me ocurrió crear The Bookscracy para comentar mis lecturas, conocer a otros lectores, y evadirme un poco de la realidad que estábamos viviendo. La cosa se puso seria y hasta hoy». La cosa se puso «seria» se traduce en que, hoy en día, casi 12.000 personas siguen su cuenta en Instagram. En apenas año y medio su trayectoria es meteórica. «Puedo considerarme bookstagrammer», reconoce Bisbal.
En su cuenta, The Bookscracy, se pueden encontrar fundamentalmente reseñas, recomendaciones y novedades sobre libros. Un tipo de contenido que considera que en algunas ocasiones sí desbanca el que realizan periodistas y críticos literarios en medios de comunicación tradicionales, al menos, por su propia experiencia: «En mi caso, cuando en la contraportada o en la faja de un libro leo la opinión de una persona que no sé quién es, por muy buena que sea, no le hago mucho caso, pero si lo he visto en bookstagram y personas que conozco lo han recomendado, lo compro o al menos me planteo hacerlo», resuelve. Y añade: «Muchos bestsellers aclamados por la crítica experta y muy publicitados han terminado siendo una decepción, mientras que libros menos conocidos y sin apenas publicidad, han resultado ser joyas a las que he llegado gracias a bookstagram».
Para Xacobe Pato, escritor, autor del libro Seré feliz mañana (Espasa, 2020) y con más de 21.000 seguidores en Instagram, críticos literarios y bookstagrammers ofrecen dos experiencias «complementarias», pero en ningún caso excluyentes. «Los comentarios en redes se parecen más a las conversaciones que se tienen entre amigos. Pero esas conversaciones no excluyen que luego leas la crítica del periódico, o escuches la de la radio, por parte de un especialista», explica Pato. Su Instagram está salpicado de libros que lee y diarios personales que arrancó a modo de ejercicio de escritura semanal y que le han reportado un gran éxito y fama en esta red social.
En su caso, admite, no se considera bookstagrammer porque no tiene «voluntad de prescriptor», aunque reconoce que puede que haya gente que sí utilice su Instagram como «fuente de inspiración para encontrar lecturas». Después de todo, matiza, «lo que escribo en Instagram son simples impresiones, y además muy libres, sobre mis lecturas». Diferente es la vez que algún medio le encarga una reseña. Ahí la recomendación adquiere un carácter ligeramente distinto: «Las escribo desde un lugar diferente: no voy a contar ahí que la lectura del último libro de no sé quién me recordó al día que me dejó una novia, por ejemplo. Lo de Instagram a mí me gusta verlo como una suerte de registro de lecturas: me gusta echar la vista atrás y recordar adónde me llevo leer tal o cual libro».
Haya voluntad o no de prescripción, resulta clara la influencia que ejercen los perfiles literarios cuando atesoran tantísimos seguidores. Las cifras son irrefutables. Y muchos agentes que orbitan alrededor del mundo del libro se han percatado de su potencial. Gemma Lluch, catedrática de la Universitat de València, evidencia que «editoriales, bibliotecas, docentes o ferias del libro como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara organizan desde hace unos años actividades en las que ellos [booktubers o bookstagrammers] son los protagonistas». Sí, no cabe duda: han llegado para quedarse.
Entre cuatro y cinco horas al día de media. Ese es el tiempo que calcula Miriam Bisbal que se puede invertir en una cuenta de bookstagram. Y es que no solo tras una recomendación hay «horas de lectura», sino «preparación de los sets para las fotos, redacción de las reseñas, creación y organización de contenido para stories, reels y post, y tiempo para interactuar con tus followers y para apoyar el contenido de las demás cuentas».
Los múltiples formatos que ofrece Instagram es uno de los motivos por lo que en su caso es una de sus redes sociales favorita. La imagen sigue siendo determinante, «algo que parece tan simple como hacerle una foto a un libro puede costarte horas (según tu nivel de autoexigencia)», advierte Miriam Bisbal, aunque poco a poco los reels, es decir, los vídeos de un máximo de un minuto, también están ganando protagonismo.
Tanto es así que en palabras de la responsable de The Bookscracy, estos breves vídeos «están ayudando mucho a la divulgación literaria» gracias a su dinamismo. «No todas las personas tienen tiempo o ganas de leer las reseñas o recomendaciones de los post o de los blogs. Los reels y las stories ofrecen una forma de expresión y consumo rápida. En un reel de 30 segundos, puedes sintetizar tus impresiones de una lectura en imágenes acompañadas de música. Das a conocer un libro y creas curiosidad por él sin exigirle demasiado tiempo y atención a la otra persona», señala.
Pero nada sirve de mucho sin la interacción, la piedra angular en el mundo bookstagram. «Puedes crear mucho contenido, pero si no interactúas con tus followers y con las cuentas a las que tú sigues, este no llegará a ningún sitio ya que no sabrás qué está gustando y qué no. Si no hablas con las personas, no obtienes feedback y por lo tanto no puedes mejorar, solo estancarte. El algoritmo de Instagram busca que interactúes con las demás cuentas, que entables conversaciones». Por eso mismo no es casualidad que Miriam Bisbal acabe sus post con cuestiones que dirige a su comunidad: «Siempre lanzo preguntas directas en mis publicaciones para generar ese momento de comunicación y conocer los gustos de las personas que me siguen», cuenta.
Llegado a este punto, y analizando la inversión de tiempo que requiere llevar una cuenta de estas características adelante, ¿es o no es la de booktuber o bookstagrammer una profesión? Gemma Lluch opina que «la categoría de “profesión” la da el número de seguidores que tengan. La influencia que consiguen». Añade, además, otro dato: «Hace unos cinco años todavía podíamos hablar de booktubers con suficientes seguidores como para poder dedicarse relativamente a esto. Ahora, aquellos que más influencia tenían han crecido y han tenido que diversificar sus actividades porque la actividad individual de promocionar libros en Internet no da para sobrevivir».
«Creo que podríamos decir que un bookstagrammer profesional sería aquella persona a la que se le remunera por reseñar y compartir libros en sus redes», considera, por otro lado, Miriam Bisbal, que reconoce que conoce a pocas que lo hagan. En cambio, la gran mayoría reseña libros que compran o envían las editoriales o autores a cambio «de una reseña y de difusión». «Creo que no hay grados de profesionalidad como tal; a más seguidores y más colaboraciones, más trabajo, responsabilidad y compromiso», resume. Todo influye en esta red social que tan pronto premia como castiga. «El ritmo de publicación y la cantidad de contenido la planificas tú misma, así que en cualquier momento puedes reducirlo», alega Bisbal, «aunque es cierto que te arriesgas a que tu alcance en Instagram se resienta», reflexiona.
Una de las funcionalidades que permite Instagram es utilizar etiquetas o hashtags, algo que dentro del universo bookstagram ha adquirido suma importancia. Solo hace falta teclear dicha palabra –bookstagram o, de forma más acotada, bookstagramespaña– para entender toda su dimensión. Bajo este paraguas, lo más habitual es encontrar dos géneros: literatura juvenil y fantástica.
«Una gran parte de las publicaciones que pueden encontrarse en bookstagram son de literatura juvenil y fantástica», corrobora Miriam Bisbal. En su opinión, muchas de las personas jóvenes que forman parte de la comunidad bookstagram están ahí, precisamente, porque no tienen en su entorno alguien con quien comentar sus lecturas. Este hashtag es, a su vez, puente y ventana de lecturas y gustos literarios, especialmente entre las personas más jóvenes, y para quienes las redes sociales se han convertido en herramientas de conocimiento y socialización.
Gemma Lluch considera que es lógico que sea así. Después de todo, alude, «la fuente más fiable para empezar a leer un libro es la opinión de compañeros o amigos: aquellos que los jóvenes y adolescentes consideran como iguales». La juventud toma el relevo en la recomendación de libros, especialmente para las generaciones venideras. «Los adultos ya no somos los guías, las personas que recomendamos una lectura», concluye la catedrática de la Universitat de València.
La literatura juvenil y fantástica campa a sus anchas en este universo digital. Lo hace, quizá, dispuesta a desmontar falsas creencias. «Algunos profesores, lamentablemente, son de la creencia de que la literatura juvenil y fantástica no tiene valor educativo, por lo que estos jóvenes lectores recurren a las redes sociales para poder expresarse y hablar de las lecturas que hacen en casa por placer sin sentirse juzgados», plantea Miriam Bisbal.
«Lo mismo con muchos de los adultos que formamos parte de bookstagram y seguimos siendo lectores de fantasía y literatura juvenil. Bookstagram es nuestro espacio seguro para expresarnos y encontrar personas con gustos afines con quien comentar nuestras lecturas», señala la creadora de la cuenta The Bookscracy, que también hace un alegato de la literatura juvenil al considerar que «la literatura no tiene edad». «Hay libros buenos y libros malos, pero menospreciar a autores, obras y lectores por el mero hecho de que disfruten de la lectura, es una soberana estupidez. Puedes disfrutar con 50 años de Harry Potter igual que a los 13 años emocionarte leyendo La voz dormida», incide.
Por su parte, Xacobe Pato señala que en su caso no es la literatura juvenil o fantástica la protagonista de sus redes. Todo parece depender, pues, de los círculos que se frecuenten y los algoritmos de las plataformas. «Sigo a un montón de gente que recomienda libros, que comenta lecturas, etc., y no son particularmente jóvenes, ni comentan mayoritariamente literatura juvenil. Imagino que ese sesgo juvenil es precisamente por buscar en el hashtag, que quizás los más viejos no usamos», explica. Aun así, añade, «me parece maravilloso que los lectores jóvenes tengan una fuente tan grande de recomendaciones de otros lectores como ellos en la red. La lectura puede ser un asunto muy solitario, y compartirla con otras personas le da una dimensión diferente y muy interesante».
Dicen que compartir es vivir y, en el caso del mundo booktuber y bookstagrammer también compartir significa –alentar a– leer. Y, la verdad, qué alegría que sea así.