SAN VICENTE DEL RASPEIG. "Quien no quiere a los Barri, no quiere a su madre". La sentencia, inapelable, la pronuncia Kutxi, cantante de Marea, antes de prestar su voz a uno de los temas míticos de la banda en un directo en su tierra (la de ambos). Y ha quedado para la historia como un dogma que no se discute. Otro, que en este caso me enseñó un amigo con el que nunca puedes ganar una discusión política, es que mientras los grupos de la subvencionada 'Movida' madrileña llenaban horas en la televisión pública, los que llenaban estadios eran, entre otros, Enrique Villarreal 'el Drogas' y sus muchachos. No puedo afirmarlo porque no estaba allí (en los ochenta me limitaba a escuchar 'El ritmo del garaje' de Loquillo o 'Rocanrol en la plaza del pueblo' de Tequila en la radiofórmula, y porque los ponía mi madre, mientras jugaba con mis Playmobil), pero no me extrañaría.
Sea como fuere, estas dos ideas resumen el concierto que anoche ofreció El Drogas en la sala 'The One' de San Vicente del Raspeig. Un concierto con repertorio improvisado que, no obstante, tenía mucho de Barricada. Y, por tanto, mucho amor del público. Porque ya se sabe que quien no quiere... Fueron dos horas y media largas de rock'n'roll sin subterfugios (¿una noche de rocanrol?), de un repertorio que mutaba a medida que la cabeza de Enrique Villarreal daba vueltas en círculo bajo su sombrero de copa, y que nos recordó que "No se qué hacer contigo" o que "El sol no calienta igual bajo nuestro pie". Lo confieso: yo había ido a ver un concierto de El Drogas, y salí encantado de haber asistido a un continuo (y agradecido) cover de Barricada. Se lo digo ya por si quieren dejar de leer, porque a partir de aquí volveré una y otra vez sobre lo mismo: escuchar de nuevo en la aterciopelada voz del Drogas exitazos como 'Todos mirando' o 'Balas blancas', que pensabas que nunca más oirías en directo, no tiene precio.
El concierto, que reunió a algo más de trescientas cincuenta almas en la sala (pocos de ellos, y casi diría que ninguno, con menos de treinta y cinco años), comenzó con puntualidad británica. Quizá sea por nuestro carácter mediterráneo, y resulta que en Pamplona son más formales, pero esa ya fue la primera sorpresa. La segunda llegó a los cuatro minutos y medio: 'Sofokao', de Barricada, a toda pastilla. Brazos en alto, gargantas desgañitándose, y la voz del Drogas sin inmutarse. Antes, con la acostumbrada teatralidad, una cortina de terciopelo rojo se había descorrido con la banda sonora de una risa siniestra que ya habría querido grabar Quincy Jones para el 'Thriller' de Michael Jackson como fondo. Había empezado la función.
También marca de la casa fue la puesta en escena: El Drogas, de quien viéndolo sobre el escenario no te atreverías a aventurar una edad, con gafas de sol, chaleco, traje a medida, pañuelo y sombrero de copa. Y dos bastones. Vámonos. 'Así', 'Algunas cosas por terminar', 'Ya no anochece igual', 'Que no me silbes'... Y te quedas con la mandíbula colgando mientras intentas retener todo eso en la cabeza para escribir esta crónica. Pero entonces don Enrique Villarreal se cuelga una guitarra acústica para interpretar la versión más emotiva imaginable de 'Es una carta', uno de los cortes del disco monográfico sobre la guerra civil (disculpen que no use las mayúsculas) 'La tierra está sorda' de Barricada, y se te olvida hasta tomar notas.
Hay poco espacio para la melancolía. Llega 'Animal caliente', con el bestia de Txus Maraví quitándole a Iñaki 'Uoho' Antón el título honorífico de 'mejor solo en un concierto al que yo haya asistido' y el público coreando un estribillo que El Drogas, conscientemente, deja al albur de las gargantas de los espectadores. Y en ese momento piensas, con perdón de Boni, "¿por qué narices no las cantaba todas este animal?". Confesión del abuelo del rock español: "Vamos haciendo el repertorio sobre la marcha, normalmente son tres folios y hoy teníamos solo dos, así que las otras están aquí" (se señala el sombrero). Que se lo digan a las esforzadas muchachas de la productora que nos facilitaron el set-list a los periodistas.
Pero el Drogas tiene calor (quién no), y se va quitando complementos (imposible salir con más al escenario), mientras llegamos a un 'Barrio conflictivo', nos propone desahuciar a la Familia Real en 'Come elefantes', o le da un repaso que te saca la risa floja a Dolores de Cospedal y el despido en diferido de Bárcenas en 'Peineta y mantilla'. Por cierto, que llevamos ya una hora de música, y el mejor frontman español que te puedas echar a la cara decide bajar a la arena y declamar entre el público, enardecido. Eso sí, vuelve a subirse al escenario para 'En punto muerto', otra de las sorpresas de la noche porque nunca la había paladeado en directo, y suena... no sabría decir cómo suena. Menos mal que sonó. Y no solo porque hable del Alzheimer, al cual en mi familia conocemos bien (aunque algunos no se acuerden). Si no saben de qué hablo, háganse un favor y búsquenla en Youtube.
Dirige los coros del público ("oh oh oooh") en 'La hora del carnaval', otra de los Barri, mientras se abre el chaleco. Y coge una baqueta de Brigi, que un rato antes se hacía fotos con toda naturalidad junto a dos fans llegados de València al lado de la furgoneta del grupo ante la sala, para acompañar los acordes de 'No se qué hacer contigo'. Y sí, todos sabíamos lo que se nos venía, pero esperas a que sea su voz (y uno que creía que se iba a quedar 'Sofokao') la que te marque el inicio. "Bonita de cara, boquita pintada". Y vas tramando en tu cabeza titular esta crónica con la palabra Barricada... sobre todo cuando la siguiente pieza es 'Tentando a la suerte'. Cantada con el micro a dos palmos del suelo y las rodillas flexionadas hacia fuera. Y los bastones, siempre los bastones.
Suena 'Fue 24 de diciembre, ¿y qué?', dedicada a los presos que en los noventa enfermaban de Sida en las cárceles españolas, y el Drogas, que sabe que quien no quiere a los Barri no quiere a su madre, y ve cómo reacciona el público, ata cabos y suelta: "Si alguien ha quedado con la madre, que lo diga y tocamos menos, o los mismos temas pero más rápido". Todo con tal de no contrariar a la madre. Claro que nadie ha quedado esta noche, porque no queremos que se acabe. Pasan los minutos, los temas, y llegamos a 'Frío', homenaje a Manolo Tena y su Alarma ochentera. Olviden lo que dijimos al principio sobre la Movida: el Drogas le muestra sus respetos. Y, ya que estamos (Manolo, perdóname allá donde estés), con una versión que mejora el original.
Vienen 'Balas blancas' (¿he dicho ya lo de la tentación de aludir a Barricada?), el temazo 'Todos los gatos', de Txarrena, y vuelta a los Barri con 'No hay tregua' (que, por cierto, no cantaba Enrique, y aquí casi que tampoco, a merced del público) y la tronchante 'Todos mirando'. Llevamos hora y media de concierto (y qué concierto) y tocan 'En ningún lugar' y 'Víctima' ("el sol no calienta igual en todas las cabezas, si no, que se lo pregunten al que está bajo nuestro pie"), que te llena la cabeza de imágenes de refugiados sirios. Llega el descanso. Quién iba a sospechar que lo necesitarían... Un creyente que está perdiendo la fe exclama "este no vuelve a salir", y se pide un mini. Se equivoca.
El Drogas vuelve. Vaya que si vuelve. Pero se ha despojado del traje, del chaleco naranja, del pañuelo a juego... y se planta en medio del escenario de 'The One' con vaqueros y una camiseta de inspiración hippie. "Solo falta que toquen Blanco y Negro", le escribo a un amigo al que le he retransmitido el concierto por whatsapp. Y ahí lo tienes. "Solo quiero ser más rápido que ellos". Y yo, Drogas, y yo. Es ese momento el que elige un grupo de chavales de los que se ponen en primera fila (qué tiempos...) para ondear con todas sus ganas una bandera republicana. Que, por cierto, desde mi posición parece (irónicamente) una rojigualda. La han guardado todo el concierto, pacientes, esperando este momento: démosles la solemnidad que buscan.
Quizá a estas alturas lo sospechan. El concierto se acaba, y no hay mejor manera de hacerlo (o a mi no se me ocurre) que con 'Azulejo frío'. Seguro que no les hace falta, pero si no, búsquenla también en Youtube: los mejores tres minutos (clavados) del rock español en la última década. Uno, que ya adivina las zarpas de los comediantes, se encamina hacia la salida, aunque aún vaya a sonar 'Otros tragos'. Pero antes de irme, le espeto al segurata, que sonríe cómplice: "Quien no quiere al Drogas no quiere a su madre".
Albricias, ya tengo titular.