Llevamos unos días de curso en los que los colegios, los maestros y las familias estamos con las orejas puestas en la nueva ley de plurilingüismo lanzada por la Conselleria de Educación. Supongo que todos tenemos el mismo objetivo, que si no me equivoco es conseguir una buena competencia de nuestros hijos en las diferentes lenguas.
Por lo que se explica desde diversas fuentes, hay tres niveles a los que la escuela puede optar, que aumentan el uso de las lenguas diferentes al castellano según el nivel sea más alto, niveles Básico, Intermedio y Avanzado. Apenas con tiempo de haber entendido en qué consiste cada uno, la prensa ya va cargada de discusiones y opiniones confrontadas de cuál es el mejor para los alumnos. Esto me recuerda que los temas educativos siempre están en la calle y mucho más cuando los quiere aprovechar la política.Pero me gustaría que no se perdiera el horizonte y puede que entre tanto debate se quiera escuchar la voz de una madre, a quien solo le preocupa el presente y futuro de sus hijos.
Tengo una hija (una niña de 3 años), que ha empezado este curso Educación Infantil en un colegio público de la ciudad de Alicante. Parece ser que en Alicante queremos, como en todos los sitios, que se mejore el aprendizaje del inglés. También parece que hay que subir el conocimiento de las otras lenguas, entre ellas el valenciano. Esto dicen los expertos. No dudo que respecto al valenciano llevamos un serio retraso en la enseñanza y por supuesto también en inglés. Y entonces me pregunto... ¿qué se ha hecho anteriormente para que ahora, llegado el momento del impulso en los idiomas, nos encontremos con este desfase? No tengo claro si lo que nos tiene que preocupar es que aprenderán más tiempo en valenciano o si con el paso del tiempo se nos ha hecho creer que no era necesario aprender ni usar la lengua de la autonomía, donde crecen nuestros niños y donde vivimos los alicantinos. ¿Qué consecuencias tiene esta limitación, casi histórica? No hay que tener muchas luces para deducir que en el mundo global que habitamos es un error despreciar el aprendizaje de cualquier lengua, aunque ésta sea la que marca el Estatuto de los valencianos y a la que tengo derecho como quien más, viva donde viva. Mi lengua habitual es y será el castellano, la de mi familia también, pero me niego a aceptar que mis hijos arrastren de adultos la misma carencia de siempre, es decir, tener buen nivel académico en casi todo pero quedarse atrás cada vez que en una situación laboral, cultural o social, entre en juego el valenciano.
Personalmente, ya lo he dicho, no lo hablo, pero voy a luchar por pedir el derecho a que mis hijos lo aprendan en el colegio y en el instituto, porque son los únicos lugares donde se lo enseñarán desde pequeños, que es la manera más cómoda como lo podrán aprender. Mi lengua, como el francés, el italiano, etc., es latina, pero no hay otra tan próxima en parecido como el valenciano. Seamos sinceros, me cuesta creer a aquellos que alegan una dificultad y un trauma como impedimento para aprender la lengua cooficial delos valencianos. Todo el mundo sabe que los niños bilingües tienen más fácil aprender otras cosas y otras lenguas, pero si somos monolingües con el castellano, ¿qué lengua debemos aceptar como la segunda de nuestro entorno?
No entiendo tanta polémica en un tema que los expertos ya han valorado y nos aconsejan optar por los niveles altos, que son los que compensan el uso de las lenguas menos presentes en la calle y en casa, en nuestro caso el valenciano y el inglés.
Si les preguntamos a nuestros hijos qué quieren tener en la mesa para comer, ¿qué elegirán? La respuesta está muy clara, aquello que más les gusta o lo que conocen mejor; pero yo, como madre, tengo una responsabilidad, que es darles una alimentación equilibrada y rica en todas las vitaminas; y deben coger el hábito de pequeños.
En mi trabajo paso cierto apuro cuando no puedo corresponder a un cliente con su lengua, pero creo que me sentiré muy orgullosa, como madre, cuando en un futuro inmediato compruebe que no le ocurrirá lo mismo a mi hija, que podrá cambiar del castellano al valenciano o al inglés o al francés sin pasar vergüenza. Si para esto hay que hacer el esfuerzo ahora, confío en los profesionales, los maestros y las maestras, y pido para mi hija que no nos quedemos en los niveles menos exigentes.
Por favor, dejemos de una vez el alarmismo en un asunto tan importante y sumemos fuerzas para conseguir por fin un proyecto estable que nos aproxime de verdad a los países europeos. Y si para eso hay que aspirar a un nivel avanzado, se dejan atrás los prejuicios y se va a por él.
* Bárbara Ripoll Jareño es madre de alumnos del CEIP Mediterráneo de Alicante