El verano nos acecha, qué digo, nos viene pisando literalmente los talones, aunque cada año muchos nos hagamos los desentendidos hasta que ya no haya más remedio que admitirlo. Sigue siendo una época festiva, aunque nada que ver con aquellos años que pasábamos sumidos en un transcurrir de horas muertas, en que hasta nos dábamos al placer de aburrirnos. Ahora tenemos que planificar nuestras fechas vacacionales, qué hacemos con la familia, o con quién juntarnos por unos días y adónde ir. La Comunidad Valenciana, por suerte de la diosa Fortuna, ha sido bendecida con una climatología y una situación geográfica inmejorables, que hasta hace nada eran sinónimo de ganancias aseguradas. Suponía algo así como estar situados en el sitio justo para poder recibir el maná sin un esfuerzo imaginativo extraordinario, por más que hubiera que trabajar para cosechar sus frutos. Los clientes venían atraídos por el sol, las playas y la gastronomía, con asiduidad y recurrencia. No estoy hablando de la época de Maricastaña, sino hasta hace tan solo un par de años, antes de este cambio de paradigma propiciado por la pandemia.
Es previsible que las cosas terminarán por solucionarse en lo que respecta a este virus, SARS-CoV-2 en algún momento, más que nada porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Y ello a pesar de los intereses creados de aquellos a quienes les viene bien que sigamos metidos en el fango. Aunque resulte difícil de creer, en las situaciones más desgraciadas de la vida siempre hay quien sale ganando con ello, pese a que el resto esté fastidiado. Cuando acabe la pandemia entraremos en otro escenario difícilmente imaginable en estos momentos. Hay quien dice que iremos a la ruina, y quien por el contrario cree que saldremos de esta reforzados y con la economía dando saltos de alegría, como ocurrió después de la segunda Guerra Mundial. Por si acaso no se cumplieran las teorías más optimistas, no estaría de más algo de planificación, para variar, porque aquí solemos ir a salto de mata.
El hecho de estar permanentemente improvisando en este nuestro querido país debe ser un área de mejora colectiva, porque no podemos seguir esperando a ver si se solucionan solos los problemas, sin planificar para tratar de adelantarnos a la jugada. Les pongo un ejemplo, las obras de la Explanada, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, están empantanadas debido a no sé qué retrasos acumulados. Lo de siempre. Aquí las obras se empiezan cuando se empiecen, pero jamás se terminan cuando estaba previsto. Total, cuando arranca la campaña de verano, en el momento de salir la gente a la calle a darse una vuelta y poder consumir, después de meses de tener la hostelería cerrada a cal y canto y pendiente de un hilo y con las ayudas sin llegar, la vía más importante de la ciudad está reventada. ¡Hay que fastidiarse! Esto, además, en plena crisis pandémica, que no celeste, y sin las Hogueras, que son una fuente de ingresos de primer orden. En las circunstancias actuales, lo menos que se ha de pedir a la ciudad de Alicante es que esté en perfecto orden de revista, limpia y preparada para los pocos o muchos visitantes que tengan a bien acudir durante los próximos meses. Propuesta de mejora: hacer las obras en invierno.
A fin de atraer nuestro turismo tradicional, en FITUR se anunció una medida destinada a facilitar la entrada de británicos en nuestro país sin necesidad de que aportaran una prueba PCR. Sin embargo, el gobierno británico sigue en sus trece de no reciprocidad con respecto a los ciudadanos que viajen a su país desde la UE, al exigirles una cuarentena a la llegada de 14 días. Casi nada. Parece que el president Puig está intentando suavizar estas medidas con respecto a nuestro país, realizando labores diplomáticas paralelas a través del embajador británico, a fin de conseguir que la Comunidad Valenciana sea considerada por el gobierno de Johnson como una especie de zona franca sin este tipo de restricciones, al igual que lo es ya Canarias. No deja de ser un intento poco realista y que nos lleva a las siguientes preguntas: Pero ¿hay alguien más? ¿Tenemos más recursos imaginativos para tratar de pasar este verano y salir airosos? ¿Podemos buscar otros mercados para el turismo, aparte del británico? Siento ser malpensada, pero los avatares acaecidos en la UE alrededor de la vacuna británica Astra Zeneca, que posiblemente tengan origen en el Brexit y la ruptura de una relación que, más que de amor, era únicamente de buena vecindad, tengan mucho que ver con lo de dificultar la venida de turistas a nuestro país. Y puede, a medio plazo, significar que los turistas de este país sean conducidos por los tour-operadores a otros destinos, lo que nos obligaría, insisto, a pensar en otras salidas para poder mantener a flote nuestra economía, muy dependiente del turismo, nos guste o no. Ello entrañaría replantear el modelo productivo de nuestro país, que no es moco de pavo y sinceramente no creo que este Gobierno esté a la altura de semejante desafío. También supondría el dirigirse a otros mercados, para evitar tener todos los huevos en la misma cesta, con el riesgo evidente que conlleva, e impedir, de paso, que nuestro cliente más potente juegue a retorcernos los nuestros.
Mónica Nombela