Hay varias políticas que deberían ser de consenso, políticas de Estado, que se dicen. La educativa, la sanitaria, contra la violencia de género, y la industrial. Se demostró en la pandemia, con una industria robusta y resiliente, se tienen más soluciones para hacer frente los problemas que genera una crisis sanitaria. Esos días de marzo de ahora hace cuatro años los ejemplos cundieron, y dieron su resultado.
Aquello fue un toque de atención, que nunca debe olvidarse. Todo país debe tener una industria, ágil, potente, diversa, competitiva. Podemos decir que la Comunitat Valenciana la tiene, y, además, resiliente. Hay sectores que han sufrido mil crisis y de casi todas han salido, mayormente, compitiendo en calidad, y no en precio. Cuántas lecciones pueden dar de ello el calzado o el textil. Y quién se ha ido al hoyo es porque ha querido competir en precio en un medio de un oceáno que es la globalización. O no ha cumplido las normas.
Traigo todo esto a colación porque recientemente, Alicante Plaza se ha asomado a un centros neurálgicos de la industria, como son las comarcas centrales de la Comunitat Valenciana. La nueva sección del diario, Alcoy-El Comtat, presentada este lunes, pero en marcha desde finales de febrero, nos ha permitido disponer ya de un diagnóstico de ese territorio -y por extensión diría que el de la Vall d'Albaida y La Costera-: territorio fabril, adaptado a todas las vicisitudes de la globalización, con universidades, de personal cualificado, con sueldos un 11% más elevados que la media, y con un mercado principalmente exterior. Y pese a todo, con algunas herramientas de barro. Dos fundamentalmente, falta de suelo industrial y deficientes comunicaciones.
Lo más fácil sería sacar el catálogo de reproches. Echar la vista atrás y comenzar por los gobiernos de Lerma y acabar con los de Puig. No, todos los gobiernos hicieron cosas buenas y deficientes. Quizás el punto de inflexión lo marcó Máximo Buch en una época convulsa como lo fue la gestión de la poscrisis financiera. Rafa Climent, el conseller más veterano del Botànic, comenzó por dignificar algo tan básico como es un polígono industrial, que debe presentar el mejor estado de revista, como si de una urbanización de primera línea del mar de Dénia se tratase. En todo, no solo en dotaciones y sino también en servicios. Pero pese a la mejora, y el impulso a las nuevas fuentes energéticas y a la política de internacionalización, quedaron muchas cosas pendientes. Una, sistémica: la falta de suelo industrial, cuya solución debemos ver en la farragosa tramitación urbanística, como se debatió en el foro de la Oficina de Atracción de Inversiones que han impulsado la Cámara del Alcoy y el ayuntamiento de la ciudad. La capital de l'Alcoià lleva más de 10 años con la tramitaciómn de su Plan General y por tanto, con su suelo industrial secuestrado. En Ibi, hay dos millones pendientes de desarrollo. Tanto en un foro como en otro, el secretario autonómico de Industria, Felipe Carrasco, explicó que las comarcas centrales tienen cinco millones de metros de suelo por desarrollar, lo que supone, en estos momentos, desaprovechar una oportunidad de competitividad y de atracción de inversiones para esos territorios.
Carrasco, al igual como en su día Rafa Climent, saben de lo que hablan. Conocen el terreno industrial. Climent fue alcalde de Muro; Carrasco secretario general de la patronal textil, Ateval. Pero ahora al que conviene que tengan en consideración es a Carrasco porque es el que está en la competencia de industria -aunque por elevación estaría la consellera Nuria Montes-; porque conoce el paño que tiene entre manos y, además, tiene las ideas claras: simplificación de trámites, suelo industrial y energía a precio competitivo. En los tres casos, necesita agilidad administrativa -prometido hasta la saciedad por el Gobierno de Carlos Mazón- y que los proyectos no acaben siendo una agresión al medio ambiente. Hay plantas fotovoltaicas que se han convertido en una amenaza para algunos municipios (y los alcaldes del PP también lo saben y lo han sufrido).
La otra gran asignatura pendiente son las comunicaciones. Pese a las mejoras que supuso la Autovía Central y acabar con el aislamiento de esas comarcas -con los túneles del Barranco de la Batalla-, l'Alcoià, El Comtat y la Vall tienen la asignatura pendiente del tren y su conexión con los nodos del AVE. Si la mejor al tren Alcoy-Xàtiva ha tardado en llegar, solo le faltaba la prórroga de los Presupuestos Generales del Estado. No es que el tren vaya a mejorar la industria -creo que esa rémora está superada-, pero sí que puede añadir más atractivos a un territorio que necesita que el talento se quede y tenga buenas opciones para comunicarse con las grandes capitales para optar una mayor oferta de ocio y cultura, por ejemplo.
Así que mientras llega la nueva oportunidad de los PGE -otro lastre más-, y las obras del tren Alcoy-Xàtiva empiezan y avanzan (esperemos a que más velocidad que ese convoy), la mejor fórmula que tiene ese territorio es la de Felipe Carrasco: agilidad, suelo industrial y energía barata. El resto lo tiene: tiene calidad de vida, y moderamente económica -a diferencia de las grandes ciudades, donde la vivienda es intocable; mucha oferta formativa y educativa; buenos sueldos en los puestos cualificados; ahora buenas temperaturas, merced al cambio climático, y mucha capacidad de adaptación. Si una actividad económica ha demostrado fortaleza y apego al territorio, esa es la industria. Así, toca que la receta de Felipe Carrasco sea escuchada, y que le den a la industria las herramientas que necesita. Es un valor seguro: fija población, es una palanca de formación, atrae inversión y con unas condiciones laborales óptimas.