Qué aburrido es hablar del césped

31/10/2019 - 

Por mucho que una mentira se repita no va a convertirse en verdad. El mal estado del césped del terreno de juego del estadio Martínez Valero es el hilo musical de un primer, casi cumplido, tercio de competición en el que las casualidades han pasado a ser causalidades en este Elche CF. Nadie discute que el terreno de juego es tercermundista, no se trata de una mentira ni nada parecido, pero, de ahí a que sea el motivo principal de la hemorragia de puntos perdidos por el equipo franjiverde en seis partidos, doce de dieciocho como máxima verdad, dista un mundo de excusas que convendría aparcar.

Hablar del césped es tan aburrido como socorrido. El mal estado del terreno de juego es el perfecto paralelismo deportivo a la búsqueda de inversores que se desviven por comprar el club pero, curiosamente nunca acaban de cristalizar las negociaciones para adquirirlo (al modo de la búsqueda del préstamo fantasma de hace unas temporadas). Una cortina de humo que a algunos hace que olviden que el proyecto que José Sepulcre vendió, a bombo y platillo, era para cuatro años pero se ha quedado en cuatro meses.

Dejándolo ahí, y volviendo al verde, el césped es el perfecto maquillaje a unos problemas que son más graves que los que genera el propio estado del terreno de juego y que se esconden tras un tapete nada digno para Segunda División A, que parece que su solución es más propia de milagro de intervención divina o de buscar y encontrar la cuadratura del círculo. Pasan las semanas, los empates y derrotas se acumulan como la falta de soluciones para el verde del estadio y las propuestas futbolísticas que permitan a este Elche no depender de sus partidos lejos de casa.

Cuanto más se habla del césped menos se hace de por qué este equipo se empecina en jugar con un estilo, a pesar de no tener los jugadores adecuados para ello. La exigente necesidad de tener que agradar a la parroquia franjiverde es el corsé y la obligación de tener que plasmar sobre el terreno de juego un modelo futbolístico que, por cada partido que no se impone, se deja puntos por el camino. Un querer y no poder que ha hecho que este Elche se diluya sobre el terreno de juego ante la falta de herramientas para manejar un partido.

Empates y derrotas, hasta haber perdido un tercio de los puntos en juego en casa, que conducen al siguiente problema; la ansiedad. El futbolista de Segunda División es tan profesional como persona, tan capaz de sobreponerse a las derrotas y asilarse del mundo paralelo que es el entorno, como sugestionable cuando las cosas no le salen y tiene que pensar más en lo externo que lo interno. Es la pescadilla que se muerde la cola. El césped no está bien y el estilo de juego cuesta imponerlo ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

El Elche ha demostrado esta temporada que en campos con mal y buen césped se puede ganar y perder. Los triunfos ante Ponferradina, en casa, y Real Oviedo o Girona, a domicilio, se tejieron bajo un mismo patrón; practicidad, paciencia, y efectividad. Dicho de otra manera, protegiéndose sin la necesidad de tener que proponer. Césped en mal estado contra césped en buen estado. Si jugar en un buen terreno de juego es sinónimo de victoria, Almendralejo, Zaragoza o Huesca habrían sido un paseo militar.

Ha llegado la hora de dejar de hablar del césped, o al menos dejar de lado un discurso que por mucho que se venda, si no se compra acabará cayendo por su propio peso de maduro. Como el propio Pacheta diría, mejor preocuparse por lo que uno tiene en sus manos el poder de solucionar que tener que estar atento a todo lo externo. No hay botón mágico para que los brotes verdes del Martínez Valero florezcan a ritmo de victorias pero si hay soluciones tácticas para que un equipo pueda conseguir victorias.

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