Recuerdo cuando en el colegio conocí la palabra correveidile, esa acepción que hace referencia a la persona que lleva y trae cuentos y chismes. Creo que no exagero al decir que la adquisición de ese vocablo a mi diccionario fue una de las cosas que más me marcó en la vida; aquel día me tiré repitiendo el término cual papagayo que acaba de aprender una nueva palabra. Resuenan en el anfiteatro de la política valenciana rumores sobre la posibilidad de que Sumar cree su propia estructura en la región y le dé la patada a Compromís. Aunque Joan Baldoví lo niegue seguramente la rumorología emancipadora habrá cortado la digestión a más de uno; sustos como este sí que son indigestos y no meterte en el agua recién comido.
De confirmarse estas intuiciones, será Yolanda Díaz la que se habrá tirado a la piscina. Traicionaría a sus socios, rompería el pacto de no agresión en el que se amparan los valencianistas, mermaría la influencia de los de Àgueda Micó a nivel nacional. Compromís debería caerse del guindo, asumir que no es nada personal, sino solo negocios. En Sumar intentan espantar el fantasma de la hidra de veinte cabezas que custodiaba el reino de Taifas de Pablo Iglesias; quieren una estructura propia sin depender de empresas subcontratadas. Como ha destacado el politólogo Pablo Simón en la entrevista en Plaza Podcast del pasado domingo, la pivotación de Podemos sobre las confluencias, círculos y camarillas independientes ha sido lo que ha provocado su caída en desgracia. Aspiran a construir un ejército bien armado, con cuadros ordenados y cerrados, que tengan bien aprendidas las formaciones del libro de jugadas. La búsqueda del equilibrio consiste en conformar un proyecto entre un modelo monolítico sin baronías internas y el regido por el libre albedrío que lleva al precipicio a los bloques inexistentes asolados por la desorganización.
La aparición de un cuarto protagonista en la izquierda valenciana dejaría descolocado a Compromís, que caería en el baúl de los juguetes rotos, en el limbo en el que terminan todos los partidos políticos que han dejado de ser útiles a ojos de los votantes; al llegar al cielo, San Pedro les preguntará que qué han hecho por los valencianos y no podrán articular palabra. Si tienen miedo de ser marginados por Sumar es porque son conscientes de que no están haciendo nada para diferenciarse de las izquierdas nacionales. Recuerdo cuando en la presentación de la agenda valenciana en el gobierno central sacaron pecho por estar marcando esa hoja de ruta ejerciendo fuerza para que la salud bucodental fuese sufragada por la seguridad social; es como si el resto de los españoles no tuvieran dientes y boca.
Disculpen mi comentario reducido a lo absurdo, pero es que es lo que se merecen propuestas tan disparatadas. Ocurrencias concebidas para ocultar que no aportan ningún tipo de valor añadido a nuestra tierra, más bien al contrario, como demuestra su rechazo a la ampliación del puerto de Valencia. Si se consuma la pesadilla de que el paraguas de Sumar se vuela por el viento de los intereses será una buena oportunidad para que empiecen a marcar perfil propio; de momento, como demuestra el escepticismo de sus aliados en que Sumar vaya por su cuenta, cuentan con una estructura robusta y fidelizada. Han sabido construir una red sólida espantando el fantasma de la disolución del proyecto por la desbandada de los cuadros, sin embargo, la falta de ideas originales propias de un partido que se dice regionalista pueden pasarle factura a medio plazo.
Para su desgracia, sí todo sale según lo previsto para la estructura del PSOE, tanto los partidos nacionalistas como Sumar corren el riesgo de ser devorados por los socialistas. Tras la remasterización del gobierno de coalición la maquinaría mediática e institucional se está encargando de ensombrecer a Yolanda Díaz para que quede claro que Pedro Sánchez es el cacique al mando. Abocados a lo que le sucede a la mayoría de los gobiernos bicolor, que el pez más grande se come al pequeño, la plataforma está llamada a ser un pilar sobre el que se cimente la vetusta logística de Ferraz. Eso añadido al caldo de cultivo que está condimentando el gobierno para comerle terreno a los nacionalistas de este a oeste con concesiones a las regiones, pueden provocar el avasallamiento socialista a las formaciones identitarias. Estrategia que, según las encuestas, está teniendo sus frutos al doblegar al PSC al secesionismo en la intención de voto en Cataluña.
Visto el panorama, a Compromís no le queda otra que replegarse, hacer examen de conciencia, saber qué quiere ser de mayor: una marioneta de la plataforma de turno o un partido útil para los valencianos.